‘Lejos de Luisiana’, de Luz Gabás

HÉCTO PEÑA MANTEROLA.

Lejos quedan ya los tiempos en que conocí a Luz Gabás. Corría el año 2015 y yo rondaba los veinte. En la mochila, la ilusión estúpida del estudiante universitario. ¿De qué vivir si no?

Las circunstancias concretas que me hicieron acabar en un cine viendo Palmeras en la nieve no las recuerdo. (Es mentira). Pensé que me esperaba un pastelón de sobremesa, así que hice acopio de más palomitas de lo recomendado. En aquella época, por lo general, comía más de lo recomendado. No tardé en darme cuenta de lo equivocado que estaba.

La película me gustó. Tampoco guardo un recuerdo preciso (aunque el ojo mental captó con nitidez varias escenas), pero el sabor de boca fue agradable, nada que ver con el exceso de sal de las palomitas. En aquella época la Universidad me tenía doblegado. Lo último que me apetecía era leerme una novela de carácter histórico (soy historiador), así que ahí quedó la cosa.

El destino ha querido dos cosas: que Luz Gabás, la autora de la novela que inspiró dicha película, se proclamase campeona del Premio Planeta 2022; y que yo, con la carrera en la ciática, leyese la novela premiada.

Lejos de Luisiana es una novela que peca y se beneficia de todos los elementos que engrandecen a las novelas históricas. Luz nos traslada a la América del siglo XVIII, un mejunje sociopolítico donde cada trozo del pastel se lo disputan ingleses, franceses, españoles y las diversas tribus indias. Desde los compases iniciales en territorio francés, el arco temporal empujará la trama hasta la Revolución de Estados Unidos, donde los escenarios de la novela cambiarán de manos… y los personajes de escenarios. Visitaremos ciudades de la actual América Latina e incluso España.

Pero ¿qué tiene de especial esta novela? ¿Por qué debería darle una oportunidad (además de por el galardón)?

Los lectores habituales de mis reseñas, que sois unos cuantos, sabéis que no soy muy dado a los destripes. Andaré con cuidado: el terreno es fangoso y los caimanes acechan, bocas oscuras ribeteadas de dientes.

Luz nos mostrará aquel mundo a través, principalmente, de dos personajes: Ishcate, hijo del jefe de la tribu kaskaskia, y Suzette Girard, una joven criolla de Nueva Orleans. Se conocerán cuando apenas son unos críos y el vínculo, con los años, derivará en lo esperado. El amor es el eje vertebrador de la novela, pero no se trata de un elemento que eclipsa a los demás. Al tratarse de una novela coral, encontraremos un buen puñado de personajes con puntos de vista. Esto nos permitirá tener una visión de trescientos sesenta grados de la situación en las colonias, del devenir de los conflictos, de los daños que producen los desastres naturales como huracanes y riadas…

El lector que desee ampliar sus conocimientos históricos está de suerte. Luz se ha documentado a conciencia. Esto lo imprime en su narración sin ampulosidad, en pequeños tragos. El lector llega a sentir que es parte de una época y que, como tal, conoce los elementos del día a día.

Luz tampoco cae en los típicos convencionalismos de las novelas románticas. Ishcate y Suzette viven sus vidas. Son víctimas de un drama de época, una losa tan intrínseca a la condición humana como lo es el querer y no poder. Los personajes crecen por separado, se encuentran, se separan, luchan por sobrevivir en un ambiente hostil, se adaptan a las nuevas fichas que entran al tablero… y lloran a las que se van.

Teniendo en cuenta las casi 800 páginas de la novela, podría llegarse a pensar que se trata de un mamotreto lento con propiedades somníferas. Déjenme sacarles de su error. Luz maneja un estilo literario ágil. No se detiene en descripciones vacuas cuando el objeto de una escena es, por ejemplo, destacar una conversación. Los hechos se suceden como el segundero de un reloj. La trama fluye, eso sí, sin descuidar el aspecto psicológico de los personajes. Donde sí que incide la autora es en informarnos de los sentimientos y de las luchas internas de nuestros protagonistas, dotando a tales párrafos de una composición cuasi poética.

Decir más es destripar, y ya sabéis, ni a los peluches. Si buscáis una novela para estas vacaciones, permitidme invitaros a Luisiana… aunque, en algún momento, tendréis que alejaros.