Entrevista Dani Levinas/Los guardianes del arte. Conversaciones con grandes coleccionistas
Por Marta Méndez
Marta Méndez (M. M.): En su libro habla de cómo el desarrollo tecnológico ha influido a lo largo de toda la historia en el arte. ¿Qué opinión le merece el criptoarte y los NFT? ¿Cree que es una moda o que ha llegado para quedarse?
Dani Levinas (D. L.): Definitivamente es una moda, pero no sé si se va a quedar o no. La verdad que no soy un experto en ese tema, no lo conozco bien, nunca me interesó demasiado eso, así que no lo profundizo.
M.M.: Como experto en arte, ¿cómo se definiría como coleccionista y qué busca en una obra para que forme parte de su colección?
L.: La pieza me tiene que hablar. Tiene que hablarme a mí y tiene que hablar con las otras piezas que están en mi colección. Tiene que haber una comunicación, un sentido para que esté ahí. Coleccionar es una cosa bastante más complicada. Uno tiene una razón de ir a mirar cierto tipo de obra que están influenciadas por las cosas que tú ya tienes o por las cosas en las que estás interesado. Entonces tienes un ojo crítico para ese tipo de obras que son sensibles a tu manera de ser, a tu manera de ver.
M.: En su entrevista con Jan Mulder encontramos una afirmación interesante en la que dice que en un momento dado tomó la decisión de coleccionar solo fotografías de artistas peruanos y en la conversación con Lekha Poddar señala que su interés radica en el arte hecho en el subcontinente indio. En este sentido cree que, para construir una colección valorada y coherente, ¿las obras que la componen deben seguir un criterio y un hilo conductor (un mismo estilo o estética) o una colección ecléctica compuesta por obras de diferentes géneros y temáticas puede ser igualmente valiosa?
L.: Los coleccionistas tienen diferentes maneras de coleccionar y además las colecciones tampoco son estáticas. Las colecciones van cambiando porque la persona va cambiando, creciendo y sabe más. Sí, es verdad que hay gente que dice desde un principio “yo voy a coleccionar solamente esculturas”, otro dice “yo solamente voy a coleccionar obras de arte donde haya palabras o letras” o “solo voy a coleccionar arte del 50 al 70” y se dedican a eso. Eso está muy bien y yo admiro a la gente que tiene esa fuerza de voluntad de seguir ese criterio y que son estudiosos de esos periodos o de ese tipo de obras. Eso tiene su valor y también tiene valor la colección que va cambiando. Lo importante es que el coleccionista o los coleccionistas si es una pareja tengan una idea de dónde quieren ir y eso se puede componer de pintura, escultura, literatura, vídeo, etcétera. Yo he visto colecciones extraordinarias donde hay obras contemporáneas abstractas y enfrente hay esculturas del siglo XVII o XVIII de bronce y las dos quedan bien. Es un coleccionista que le gusta una cosa y le gusta la otra al mismo tiempo y tiene esa manera de combinarlos y de presentarlo, entonces yo creo que no se puede decir que una forma de coleccionar es mejor que la otra.
M.: ¿Qué consejos le daría a un joven que quiere comenzar a construir su colección de arte y que no cuenta con mucho capital?
L.: Yo creo que no hace falta tener mucho capital. Por supuesto es mejor tener dinero para poder comprar, pero no es una necesidad. Muchas galerías te dejan comprar a plazos y lo pagas de a poco. Puedes empezar a comprar papeles o dibujos que, aunque sean de un artista importante, son más económicos que obras de gran tamaño u óleos. Existen artistas jóvenes con los que te sientes identificado con lo que hacen y son muy accesibles a los precios. Hay que ir a esas distintas ferias donde hay ese tipo de galerías para artistas jóvenes que recién empiezan, que exponen por primera vez. Hay galerías donde hay exposiciones de muchos artistas o concursos al que entran artistas jóvenes y ahí puedes comprar a muy buenos precios. Es una manera de empezar. Después, cuando tú creces en tu carrera y en tu poder económico, vas creciendo también en lo que vas comprando. Creo que coleccionar es una cuestión de sensibilidad sin pensar en si esta obra de arte va a ser más cara mañana o si va a ser un gran artista. Yo le diría a un coleccionista joven de buscar algo que te llame la atención, algo con lo que te sientas identificado o que te guste mirar. Uno tiene que comprar para estar con ello y no para guardarlo en un cajón, sino para colgarlo en la pared y vivir con eso cuando te levantas a la mañana o antes de acostarte, lo ves y estas contento.
M.: Es habitual que el mercado artístico este dominado por tendencias (como el arte latinoamericano a finales del siglo pasado o el arte afroamericano más recientemente). ¿Qué tendencias artísticas cree que dominarán el mercado del arte en los próximos años?
L.: Eso es una cosa que va cambiando y no creo que se pueda predecir. Es decir, ahora hay un cambio bastante dramático en el sentido de que están reivindicando pintores, pintoras y artistas del pasado que no fueron valoradas como se debía. Está la importancia de la mujer en el arte, que no se le dio anteriormente y tal es así que cuando tú vas a los museos el ochenta o noventa por ciento del arte es hecho por hombres. Eso está cambiando mucho. Los museos se están preocupando y están tratando de alguna manera de compensar ese error que se cometió. Hay que pensar que es un error que se cometió por varias razones porque siglos atrás no se suponía que la mujer hiciera otra cosa que cuidar a los niños y estar en la casa, y no había muchas mujeres con profesiones, no solamente artistas de artes visuales, tampoco había escritoras, tampoco había músicas o compositoras. No es que no quisieran serlo o que no tuvieran la capacidad para hacerlo, es que la sociedad en ese momento no le permitía hacer ese tipo de cosas. Entonces si vas al pasado, los que pintaban eran hombres y los que esculpían eran hombres, pero eso fue cambiando y ahora todo el mundo puede hacer lo que quiere y todos tienen la oportunidad. Ahora es el tiempo de las galerías de arte, de los museos y de los coleccionistas de pensar de esa manera también. Aprovechar de que está este gran surgimiento de artistas mujeres y ayudarlas para complementar sus colecciones. Ahora, no hay que comparar porque es mujer, hay que comprar porque es bueno. Pero hay muy buenas mujeres artistas y ahora se les da la oportunidad y yo espero que los museos y las galerías hagan un esfuerzo en mostrar eso.
Eso es por el tema del sexo, pero también está el tema de las comunidades que no fueron mostradas anteriormente como las indígenas o de ciertos lugares del mundo que estaban alejados y que no estaban considerados al nivel de otros artistas y eso obviamente no es cierto. Ahora está resurgiendo el arte afroamericano, estuvo siempre, lo que pasa es que no se mostraba. Tal es así que grandes artistas de principios del 1900 se inspiraron en arte africano, miraban esa simplicidad de las esculturas y pinturas africanas para hacer sus propias pinturas. El arte siempre existió lo que pasa es que no se mostraba.
M.: En varias de sus entrevistas se habla sobre el arte como inversión (Eugenio López Alonso, Ernesto Poma o Sheikha Al Mayasa), de la burbuja del arte y de cómo en ocasiones se infla el precio de alguna obra que acaba en manos privadas porque instituciones públicas no pueden adquirirlas. ¿Cree que es una actitud sana la de comprar arte como medio de inversión sin tener en cuenta factores como el gusto o el interés que te despierta el artista?
L.: En mi opinión el que hace eso no es un coleccionista, es un comprador, un inversor y hay que separarlos. Todo el mundo que compra arte, coleccionista, inversor o especulador, tienen una cosa en común que es que ayudan al artista porque no importa por qué razón lo compraste si al final el que se beneficia es el artista. Pero sí hay una gran diferencia en la razón por la que lo compras. Unos lo compran porque piensan que se va a revalorizar y otros lo compran porque le gusta y sabe que es un buen artista independientemente del precio. Hay que reconocer que una persona que compra un artista joven o en mitad de su carrera y lo sigue y ve que a ese artista cada vez le va mejor en reconocimiento de otros artistas, curadores o museos, tú te sientes contento de haber elegido a este artista cuando no era tan conocido. No es que te pongas contento porque subió de precio, te pones contento porque valida tu gusto, tu ojo y por haber hecho una buena elección. Son razones diferentes, pero hay que separar a los coleccionistas que coleccionan por amor al arte y los que compran porque están pensando en lo económico. Quizás hay un momento en alguna gente que eso se junta y que empiezan de una manera y terminan de otra. Hay mucha gente que empieza a coleccionar porque compraron una casa nueva y necesitaban poner algo en la pared, pero después se empiezan a interesar. Lo compraron porque tenían que llenar la pared, pero después se interesan, empiezan a comprar y después ya no tienen paredes, eso es un coleccionista. Lo importante al final para mí es que todo lo que sucede alrededor de comprar arte es bueno para el mundo del arte y sobre todo para los artistas.
M.: Al hilo de la anterior pregunta, en su libro Armando Martins hace una afirmación muy reveladora: “tener obras de arte encerradas en un almacén es una tontería”. ¿Qué opinión le merece quienes compran piezas que son patrimonio por su altísimo valor histórico y artístico tienen el deber de mostrarlas al público general o, por el contrario, pueden disfrutar de ellas de manera privada y sin ser exhibidas públicamente?
L.: No cabe duda de que hay gente así por diferentes motivos y habría que estudiar a cada uno de ellos para ver la razón por la que no quieren mostrar el arte. Depende de la situación política del país. Hay mucha gente que dice “yo prefiero no mostrar porque tengo miedo que me secuestren o que me roben”. La gente tiene diferentes motivos para hacer eso. En general los que yo entrevisté y los que yo busco entrevistar son gente que muestran el arte, que abren espacios para el público, museos, salones de exposiciones o sus casas o que prestan las obras a museos o que hacen exposiciones itinerarias. Yo creo que la mayor parte de la gente que yo entrevisté son gente que abren sus puertas a otros coleccionistas o a estudiosos del arte, pero sí hay aquellos. No hay que olvidarse que hay coleccionistas que son tan grandes que no pueden tener todo en su casa porque el tamaño no les da, entonces sí tienen cosas guardadas y en depósitos. Eso no significa que no las vayan cambiando o que de vez en cuando las presten o hagan exposiciones. Coleccionar también es una cuestión de vicio, de no saber cuando parar. Eso les pasa a todos los coleccionistas, los que coleccionan relojes, autos, sellos postales, monedas o libros antiguos. Eso es una enfermedad que le agarra a uno cuando uno empieza. Yo siempre le digo a la gente joven que va a coleccionar “si tu crees que vas a poder parar piénsalo dos veces porque no vas a poder”. Mejor no empezar si no te sientes seguro de poder parar. Mi intención en este libro (y sigo haciendo entrevistas, no es el final para mí de esto) es entrevistar a gente que ayuda a la difusión del arte mostrando las obras, ayudando a artistas jóvenes, dando becas o hablando sobre su experiencia. Para mí eso es muy importante, que el coleccionista haga eso y que todo lo que se refiere a mostrar, a hablar, a enseñar, a ayudar a los artistas es bienvenido.
M.: ¿Cree que los artistas jóvenes están sometidos de alguna manera a las directrices de los galeristas, dealers y ven desvirtuado su arte para producir más obras y encajar en el mercado actual?
L.: Los galeristas son empresarios y tienen que sobrevivir es vendiendo la obra. No se puede poner a todos los galeristas en una sola bolsa porque no son todos iguales. En general el interés del galerista es que su artista sea exitoso. Las galerías pequeñas y medianas toman riesgos al tomar artistas que les van a hacer un show y que va a estar colgado en su galería por cuarenta o más días y toman un riesgo porque puede ser que ese artista no venda nada y el galerista mientras tanto tiene que pagar a los empleados, el alquiler o la luz. Entonces toman riesgos y tratan de que el artista crezca. Si a un artista le va muy bien porque está vendiendo cierto tipo de obras y de repente el artista dice que no quiere hacer más eso, que va a cambiar y empezar a hacer otras cosas y la galería le dice que no lo haga, no creo que lo esté ayudando, lo está perjudicando y al final se va a perjudicar la galería también. Al contrario, yo creo que la galería tiene que darle incentivos para que el artista siga creciendo y si la forma de crecer es cambiar, lo tiene que dejar cambiar y quizá no lo pueda vender y aquí empieza la parte comercial. Aquí el artista tiene la opción de cambiar de galería o hacer lo que le dice el galerista. Esto también es una relación entre el galerista y el artista. Hay galerías buenas y hay galerías muy buenas y también hay galerías malas y galerías que son muy comerciales. Todo eso es una relación entre ambos y los dos tienen que tener la fuerza para hacer lo que está bien, pero lo que esta bien para uno a veces no lo está para el otro. Es una situación complicada, pero hubo grandes galeristas que tuvieron extraordinarias relaciones con artistas que por años no vendían nada y después triunfaron, y otros que tuvieron extraordinarias relaciones con artistas, no vendieron nada y tuvieron que decirle al artista que no le pueden seguir bancando porque tenían que vivir y vender.
Eso por el lado del galerista y por otro está el lado del artista. Puede darse que al artista le vaya bien con esa galería pequeña, que venga uno de una galería mediana y que se vaya a la galería que esté mejor. Aquí está el dilema de quedarse en la galería pequeña que le ayudó por años, pero si toma esta decisión no va a crecer. El artista tiene que hacer la misma cosa que le pasó a la galería. En estas situaciones no puedes criticar a la galería ni al artista. Hay que vivir y hay que sobrevivir porque lamentablemente estamos en un mundo donde se maneja dinero y las cosas se venden. Como dijo Helga de Alvear “sería fantástico que el arte fuera gratis, pero no lo es”. Tienen que sobrevivir las galerías, los artistas, los transportistas, las aseguradoras, los que hacen los marcos, los que venden las telas y las pinturas y los instaladores. El mundo del arte no es solamente el artista, todo empieza con el artista, si no habría artista no habría nada, pero está rodeado de un mundo en el que se manejan miles de millones de euros.
M.: Se suele decir que el gusto artístico de la mayoría de los españoles es mucho más clásico y tradicional, menos vanguardista y moderno que el del resto de europeos y occidentales. ¿Opina que esto responde a una realidad o que es un prejuicio ya superado?
L.: Al contrario. Hay ejemplos de artistas importantísimos españoles que fueron vanguardistas. Otra cosa es la importancia que tiene el arte español moderno y contemporáneo en el resto del mundo, eso es un tema, pero la cuestión de que no son vanguardistas no la comparto.
M.: Si tuviera que destacar algo del libro, lo que más le ha llamado la atención, lo que ha aprendido o algún personaje que le haya sorprendido, que sería.
L.: No puedo decir que un personaje es mejor que el otro porque son todos diferentes y todos fueron muy abiertos conmigo y me trataron no como a un periodista o un crítico de arte, sino como a un colega y con muchos terminé siendo amigos porque a unos los conocía y a otros no. Yo siempre digo que yo aprendí más de ellos que lo que ellos aprendieron de mí. Fui a ver a todos ellos en sus casas, excepto en la época de la pandemia, todas las entrevistas fueron en sus casas o museos. Aprendí mucho de ellos y me hicieron ver el mundo del coleccionismo desde otros puntos porque yo era y soy coleccionista y vi como otros coleccionistas miraban este mundo de otra manera y lo interesante es que para escribir estas entrevistas era importante estar en el lugar donde los coleccionistas se mueven. Escribí hace poco una nota para el newsletter de IFEMA que se llamaba “Abro los ojos para escuchar mejor” y eso lo digo porque cuando voy a entrevistar a alguien tengo grabador, tomo notas y escucho, pero trato de ver como se mueve, como se siente enfrente de una obra, como te habla de la obra, como le ves y como se mueve. Yo pienso que es muy importante ver a la persona, donde vive y con que esta rodeada, por eso no me gustan las entrevistas telefónicas. Aprendí eso de ir a los lugares donde la gente vive o donde tiene su colección, yo considero que es muy importante.
M.: Para finalizar, ha dicho que el libro no ha acabado aquí y que sigue haciendo entrevistas. ¿Tiene pensado escribir una continuación del libro?
L.: Sí, posiblemente. En este libro hay treinta y cuatro entrevistas y me llevó casi tres años. Ahora como tengo más tiempo lo estoy haciendo un poco más rápido, pero de todas maneras hay un límite de lo que uno puede hacer porque además hay que viajar. Estoy por viajar a Estados Unidos donde voy a entrevistar alguna gente allí, pero EEUU es enorme, y son viajes largos, pero tengo programadas unas entrevistas y también en el Oriente. Voy a seguir y en algún momento se escribirá el tomo dos o quizá hacer una edición aumentada, no lo sabemos todavía, pero sigo haciendo las entrevistas porque es una cosa que a mi me gusta mucho y espero que esas entrevistas sigan publicándose una por mes en El País.