Tantos anocheceres sin Cirlot
Por Antonio Costa Gómez.
Cincuenta años después de morir Cirlot tenemos su horizonte visionario y enloquecido. Tenemos Donde las lilas crecen. En ese libro inventa una Inglaterra fantástica y nocturna, de mito y de música, de distancia y de océano. Nadie puede olvidar esos versos: “Te conozco, / eres aquella niña / que jugaba con vidrios y violetas, / mientras el horizonte enloquecido / se ponía muy pálido”. Ni aquel del poema “Nocturno”: “La noche está desnuda dulcemente”.
La noche es lo esencial, y el adjetivo dulcemente sugiere ausencia de alharacas, de gesticulaciones. Nos metemos en la música de Chopin. Y luego dice: “Mi barca de cristal sobre los bosques/ se eleva hacia tu casa”. La noche es la liberación, e ir hacia la amada es como volar a la casa de su amada, que es su alma. Entramos con fluidez de Chopin en el interior de su amada.
Cirlot usa unos ritmos sencillos y populares, un léxico sin pretensiones como Bécquer o Heine (y a veces hace variaciones reveladoras sobre poemas de Bécquer : “volverá la ternura entre las ramas”), y lo llena de resonancias simbólicas, de electricidades incalculables. Las sugerencias nos entran sin pretensiones, como sin danos cuenta, como si nos hablara al oído.
Y se quedan mucho tiempo, como los arquetipos que laten en las formas populares. Por eso es extraño que no sea más popular, que se haya quedado solo para gustadores de tabernas oscuras, para una secta rara de extraños lectores que no compramos nuestro alimento en los mostradores de novedades de El Corte Inglés.
El silencio es el final de la verborrea, hacer callar los conceptos charlatanes, dejar la palabrería para ponerse a escuchar, y que todo nos hable sin estorbos: “Un silencio morado me rodea”. Y la distancia sugiere aquilatamiento, lo distante se hace leyenda y algo esencial: “Distancias enlutadas atravieso”. Lo enlutado alude a lo misterioso y callado, y el amor es una liberación, una superación.
“La noche está desnuda en tu mirada”, declara después. Cuando en la noche se han ido las definiciones y las doctrinas. Y la mirada se profundiza y saca el misterio interior. Y ya no se asusta de la iluminación policiaca del día y se da completamente: ”La noche está desnuda en tu mirada”.
El sol que nos tiraniza durante el día, se hace verde y fantástico, se vuelve pálido y ya no nos invade: “Un sol verde muy pálido / inútilmente lucha desde el cielo”. La palidez aparece en muchos poemas de Cirlot como símbolo de interiorización. El sol enloquece y se pone pálido. Y su lucha por constreñirnos se hace inútil, ya no puede encerrarnos con su luz de comisaría. Cirlot y su amada pueden amarse del todo, pueden marcharse al país donde crecen las lilas.
Tenemos “Árbol agónico”. Cirlot busca su plenitud entre los mitos: “El árbol que en mis ojos sufre y crece/ espera tus palomas deslumbradas”. Tenemos “En la llama”, persigue sus obsesiones por medio de alejandrinos: ”En medio de las grandes tormentas transparentes, / en medio de esa plaza donde concluye el cielo”.
Tenemos “Canto de la vida muerta”, desmesuras de vida escondidas tras la muerte aparente: “Mi alma es esta sed que me devora. / Mi alma es de una raza desolada”. Tenemos “Cordero del abismo”, una visión agónica del cristianismo: “Cordero del Abismo, centro y círculo, / pez infinito, pan despedazado”. Tenemos “Susan Lennox” el personaje que interpreta Greta Garbo se hace diosa y condensa la soledad y el misterio: “Se llamaba Susana por la noche, /Susana se llamaba sobre el alba”. Tenemos el “Ciclo de Bronwyn” . Esa mujer de “El señor de la guerra” que interpreta Rosemary Forsyth, se convierte en otra: “Mensajera del más allá tu vienes, / con forma de mujer, pero el abismo/ se cierne junto a ti tan dulcemente”.
Tenemos “La doncella de las cicatrices” a la que ennoblecen sus heridas, la “Elegía sumeria” que sobrevive a través de los siglos, “Los restos negros” del naufragio misterioso de nuestra civilización, “Hamlet” con sus divagaciones metafísicas, “Visio Smaragdina”, con el color último que buscan los místicos sufíes, las “Permutaciones” para descubrir sentidos sorprendentes en las frases. Tenemos tantos secretos resplandores en ese poeta apasionado y secreto, que fue conocido para muchos por su Diccionario de símbolos y sus obras sobre arte, y fascinante para unos pocos por sus libros de poemas en ediciones vagabundas que emulaban a los visionarios de todos los tiempos.
Pero tenemos, sobre todo, aquel anochecer tan pálido y apasionado de Donde las lilas crecen.