‘En lo que preferiría no pensar’, de Jenter Posthuma
En lo que preferiría no pensar
Jente Posthuma
Traducción de Catalina Ginard Féron
Bunker Books
Córdoba, 2023
224 páginas
Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca
Acostumbrados a pensar que el vértigo es el miedo al vacío, es decir, a algo que no tiene fondo, que no se termina nunca, nos sorprende cualquier reflexión que nos asegure que nada da más vértigo que ser conscientes del final. Nada como saber que se acaban la cosas, los asuntos, todo, para sentir vértigo, miedo. Nada como la finitud para liquidarle a uno la respiración y comprimirle el riego sanguíneo.
Si a ese malestar le unimos la conciencia de vivir una vida fragmentada, lo terrible es poder concluir que cada fragmento es finito. Y, por tanto, el miedo debería ser algo común, esto que estamos sintiendo constantemente, con lo que se supone que estamos acostumbrados a vivir. Pero vivir no puedo ser algo que hagamos como costumbre. No se puede vivir a la sombra de nada. Ni siquiera a la de tu propio hermano gemelo, y mucho menos cuando escribes porque él se ha suicidado, escribes como una forma de cortesía con la memoria o de cauterización. Escribes porque no has entendido nada y piensas que a lo mejor así conseguirás poner en orden alguna idea, o creerás que encontrarás aunque sea por casualidad una frase, que te ayude a dar sentido a este paso por este lugar tan extraño que llamamos vida.
Nuestra narradora sabe que la relación con su hermano ha sido una patología, pero de esa patología ella ha salido viva y su hermano extinto. Cuando el que demostraba tener intención de dominar al destino era él. De hecho, ella padece el síndrome de la Cenicienta, cierto deseo de encontrar otra familia. Ahí está esa obsesión por salir de su país, gris, para irse a vivir a Nueva York, el lugar que cualquier adolescente puede identificar como una ilusión, como el epítome del bullicio, si es que el bullicio es un indicador de las ganas de vivir. Pero ella trabaja en una tienda de ropa y el hermano atiende en un bar. Así vamos leyendo esta novela sin trama, en la que el conflicto surge en lo que concierne a describir el mundo moderno. ¿De verdad es así el mundo moderno, el de la clase media europea? Sincopado, amargo, insensato, sin metas ni belleza. La relación con la vida se complica y entra en un ánimo existencialista, pues uno desearía que hubiera poesía, dignidad o victoria, y se va encontrando con que está llena de ”martes por la tarde vacíos”. El problema es que no podemos dejar de acordarnos de que la vida existe, y no es como quisiéramos, lo bastante lírica como para que pudiéramos olvidarnos de ella. Y así la memoria se transforma en un caos, pero un caos que tiene sentido, el de esta novela, que es el de recordarnos que nos toca vivir a la contra la mayor parte de las veces, las grandes y las pequeñas.