Sobre el humor, la alegría y el escepticismo

 

“El humor es la manifestación más alta de los mecanismos de adaptación del individuo” (Freud). Yo diría que el humor es la manifestación más alta del grado de concienciación crítica del individuo y, por tanto, de inadaptación civilizada.

 

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Decía Nietzsche que “aprendiendo a alegrarnos mejor es como mejor nos olvidamos de hacer daño a otros y de imaginar daños”. A mí me parece que es la mejor forma de desaprender a hacer daño porque desmontamos toda nuestra disposición de hacer sufrir, porque empezamos a amar. Alegrándonos, limpiamos nuestra alma y no queremos ensuciar otras almas: las queremos también limpias.

 

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“La alegría tiene la naturaleza del placer y la profundidad del dolor” (Lanza del Vasto). Más bien es la risa, diría yo.

 

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“Todo nos puede hacer reír o llorar” (Séneca). Por tanto depende de la elección que haga cada uno: si elige reír o elige llorar… No en vano en España se suele decir, siguiendo la intuición del filósofo cordobés que “la cosa sería para reír si no fuera para llorar…”

 

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El dios de la Alegría crea el bien, y por tanto tiene muy difícil hacer arte, porque ya de por sí el hecho de vivir es una alegría y un bien (y un arte). El dios de la desgracia y la Tristeza, que crea el mal, lo tiene más fácil: le basta con dar carácter épico a ésta (y si es posible con su puntito de malditismo), para así sublimarla. Por eso tienen tanto éxito las obras artísticas que presentan ese victimismo. Bien es verdad que de esta ecuación se escapa el humor… Debería estatuirse el humor como una de las Bellas Artes.

 

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“El humorista se coloca detrás de su víctima” (G. Meredith)… y le asesta una puñalada o, como mínimo, hace aspavientos, señalándola, para que se fijen en ella y sus defectos, y la apuñalen otros.

 

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El humor es una buena estrategia. Si uno lleva razón, con él la presenta con la elegancia de rozar el desprecio. Si uno no lleva razón, puede presentar la sinrazón rozando el desprecio.

 

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El humor es el contrarromanticismo (y es que no hay actitud ni ideología más seria que el romanticismo).

 

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Yendo a la raíz, el mayor signo de cordura, y por tanto de la sabiduría, es el escepticismo, padre del humor.

 

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Una de las cosas que más me asustan de la justicia y sus juicios es que en ella no tiene cabida la broma ─lo dicho o lo hecho en broma─ ni el humor. Por esta brecha la justicia puede ser la más injusta.

 

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Estás obligado a cuidar de las personas que no son tan alegres como tú, y ejercer la compasión con ellas, esos discapacitados.

 

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Habrás llegado a las cumbres de la espiritualidad cuando tu afán de venganza lo hayas convertido en displicente burla.

 

 

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