“Nada desaparece para siempre”, de Jorge Villalobos
Por Alberto García-Teresa.
Del inconformismo brota el último poemario de Jorge Villalobos (Marbella, 1995), de la constatación de las renuncias que la cotidianeidad y el plegarse a las exigencias del mercado laboral y las presiones sociales nos obligan a ejercer. Pero ahí se mantienen las aspiraciones: “la aventura, el asombro, lo inefable”. Esas tres palabras constituyen el armazón ideológico y formal del volumen, pues con ellas nombre cada una de las tres secciones de la obra y afirman un horizonte vital hacia el cual caminar.
Con registro discursivo, dicción clara y ritmo fluido, los poemas de Villalobos nos sitúan en la cotidianeidad a través de referentes urbanos cercanos. La casa como refugio y la búsqueda de la sencillez se levantan como oposición a la marejada de una rutina extenuante y agotadora fuera de ellas. En esa intimidad, también surgen los poemas sobre un amor gozoso y alegre, en los que aborda cómo la comunión con la pareja sirve de parapeto frente a la adversidad. Siempre escritos con sencillez y elegancia, sus textos componen escenas diarias en las que resuena una posición más trascendente (frente a la vida y la sociedad). En efecto, en sus composiciones palpita una orientación de parábola que viste con tenues capas los versos y que deshace una mera lectura costumbrista. Hay un sentido epicúreo en todos ellos, incluso en el planteamiento formal que Villalobos despliega en estas páginas: un agradecido sentido de plenitud en el presente que está disfrutado con lo sencillo, con la compañía, con la dicha de sentirse arropado y querido.
Con todo, se va colando una ligera ironía generada por ese choque entre la aspiración y la realidad (como cuando pide al McDonalds que lo contrate como poeta). En otros momentos, se acerca a la precariedad laboral con angustia, desde la vivencia en primera persona, con el desconcierto de quien ve avanzar su vida y constata que la posibilidad de cumplir sus sueños se va alejando (“ya sabes del abismo entre el propósito / que rebosa el deseo y lo que tienes”). A pesar de ello, sabe recolocarse y resitúa expectativas y presente (“aunque esta vida no es la que deseas, / es suficiente para dar las gracias”). y llega a clamar por una sosegada rebelión individual, un salirse de esa autopista (“¿qué papeleo importa más que tú? / Tu vida vale más que una jornada”) en donde, de nuevo, se hace explícita el objetivo epicúreo (“un jardín / que cuidar”).
Por otro lado, la última parte del volumen ofrece un quiebro en el registro y agrupa únicamente poemas, más extensos e intensos, escritos alrededor de la muerte de su tía, pero que se prolongan hacia la madre fallecida. La felicidad bulliciosa de los dos primeros tramos del libro choca con la tragedia y el dolor de esta sección. Aquí, Jorge Villalobos estremece con una hermosa elegía, una sucesión de recuerdos lacerantes y un tono que no pierde pie en la emotividad.
Nada desaparece para siempre, en definitiva, nos ofrece un posicionamiento vital inconforme con el ritmo, rumbo y metas que la sociedad de consumo nos impone. Asimismo, presenta una reafirmación de otro tipo de vida, ligada a la búsqueda de la felicidad a través de la compañía y la calma. Tal y como los propios poemas de sus páginas nos transmiten.
Nada desaparece para siempre
Jorge Villalobos
76 páginas
Valencia: Pre-Textos, 2022