‘La sombra exiliada’, de Norman Manea
RICARDO MARTÍNEZ.
El autor es un exiliado rumano, un a modo de desheredado-disidente europeo en USA que se hizo especialmente famoso gracias a una novela, ‘El retorno del húligan’ (en rumano, un húligan es alguien subversivo, sedicioso, rebelde: ¿es posible volver a la patria después de haber sido un húligan?)
La novela, en realidad, es, en efecto, ‘la narración de una existencia inmersa en los grandes acontecimientos del siglo XX, un viaje a través del tiempo y del espacio, el sueño y la realidad, el pasado y el presente de un escritor que sabe destilar la belleza del dolor y transformar la biografía en un arte. Una narración donde todo comienza cuando al autor –y narrador– se le ofrece la posibilidad de regresar a Rumania, su país de origen’ tal como se la ha descrito.
Ahora, no obstante, en esta reciente entrega, sin desligarse el novelista de lo que ha sido una vida marginal –vivida más intensamente acaso, con la conciencia de un exiliado- el argumento (a veces podría pensarse que inexcusablemente embebido como puede quedarse una mente inquisitiva por la espesa y cruda realidad de una posguerra) vuelve de algún modo a sus temas definidores: familia judía, la experiencia de un campo de concentración.
Ello la transforma, de algún modo, en una novela psicológica, intelectual, recurrente, pero siempre hilada bajo el marchamo de una pasión irrenunciable por la literatura, en este caso representada ésta por un libro riguroso y un tanto desconcertante como ha sido el efecto producido por la obra de Adelbert von Chamiso ‘El hombre que vendió su alma al diablo’
La narración se construye como si de un collage se tratase con citas significativas del libro, con notas de lectura que acogen en sí, como un ejercicio reflexivo y de una belleza literaria resaltable alusiones a la identidad, el amor y la propia literatura que, en ocasiones, se diría que es el interlocutor válido en este tipo de narrativa recurrente, de conciencia vivida y testimonio de sí.
Confieso que a mí me ha recordado una obra de otro autor nativo de la Bucovina, Gregor von Rezzori, quien, en su novela, ‘La muerte de mi hermano Abel’ aporta una descripción precisa y preciosa, de un rigor literario exquisito, la historia de buena parte del siglo XX con el contenido y la resonancia de una época bélica y postbélica que define con preciosa sencillez un ánimo de conciencia y una realidad social dura y difícil.
Escribe en un pasaje el autor: “El hermano la contempló, era la misma, como mucho tiempo atrás y, sin embargo, no era ya la misma. También ella lo contemplaba, con excesiva concentración. Había renunciado a su habitual timidez y discreción, tan acorde, siempre, con las formas anglosajonas. Estaba más elegante que el día del reencuentro, una elegancia simple, como de costumbre, la llevaba con naturalidad, como si no hubiera nacido en un campo de concentración y no hubiera crecido en la miseria y el miedo”
Se trata de discurso literario frío, tenso y bello a la vez, propio de la mano de un escritor sensible, observador y amante, en efecto, de la buena literatura. Tal vez obviando ya aquella terrible reflexión que Rezzori expresó sobre esa ‘sociología descarnada’ que definía así: “Un hilo de semen recorre toda Europa”, refiriéndose al submundo que toda guerra genera, también, como definición y comportamiento.