«El que mira», de Rafael Camarasa
COMO EN UN CUADRO DE HOPPER
Por Javier Gilabert.
Con una estrofa de ‘Cayman Islands’, la evocadora canción del grupo de folk noruego Kings of Convenience, arranca El que mira, el último libro de poemas de Rafael Camarasa, que le ha valido el XLVII Premio de Poesía Ciudad de Burgos, con un Jurado compuesto por Jesús García Sánchez, Raquel Lanseros, Antonio Praena, Begoña M. Rueda y Benjamín Prado.
Afirma Ricardo Menéndez Salmón que «Si se observa con atención, el mundo es un lugar tan extraño que hemos de corregir nuestra mirada de modo constante». «Escribir y llevar gafas son actos que se parecen», le contesta el poeta, pues el acto de escribir nos ayuda a concretar aquello que no percibimos con claridad, o que puede llevarnos a equívoco. Así, Camarasa se apoya en la poesía, en su poesía, para interpretarlo.
A pesar de la ayuda que proporciona la escritura, la extrañeza ante el mundo impele al yo poético que nos interpela constantemente en El que mira a una búsqueda, presente a lo largo de todo el poemario, de la distinción entre lo real y la Realidad, de las que hablara Agustín García Calvo.
Son varios los ejes sobre los que se incardinan los 36 poemas del libro. De una parte, tres de las enfermedades que más afectan a los ojos y, por tanto, a la visión —pues cuál si no es el oficio del poeta: mirar, observar—: la «Miopía», la «Hipermetropía» y la «Presbicia», de las que se sirve para titular los tres capítulos de los que consta y dotarlo de estructura, aunque en realidad el primero y el tercero funcionan a modo de proemio y epílogo, respectivamente, con un único poema cada uno.
De otro lado, toda la obra está impregnada de cierta tensión narrativa —no en vano el autor cultiva, entre otros géneros, el relato y la autoficción—, al tiempo que sus versos se presentan envueltos en sencillez y aparente ligereza, con ausencia casi total del lenguaje poético, de manera que la poesía se perciba más en la imagen que en la propia palabra. En ese sentido, Camarasa hace un guiño doble a los cuadros de Hopper —implícita, como ahora veremos, y explícitamente: ‘Office in a small town’ (1953) es la obra elegida para ilustrar la portada—: sin aparente virtuosismo, engañosamente claros, sus poemas son cargas de profundidad que hacen reflexionar al lector.
Y, como sostiene en una reseña anterior Antonio Praena, estamos ante «Un escritor que está empapado de eso que llamamos cultura de nuestro tiempo», Así, la música, la televisión, el cine (memorable la utilización de la famosa cantinela del señor Miyagi en el poema homónimo: «Dar cera, pulir cera. Dar cera, / pulir cera. Eso es todo»), o sucesos de la más rabiosa actualidad como el confinamiento tienen cabida entre estas páginas.
Por último, la ironía, sutil pero contundente, también es un recurso que utiliza el autor en muchos momentos. Especialmente patente está en la ‘Alegría’ del poema final, que paradójicamente no es tal, sino añoranza de la misma y aceptación y reivindicación del presente como consecuencia del pasado, aunque también sea auto consuelo para asumir con aplomo el paso del tiempo: «“Todo lo que sucede conviene” / te repites / como si dieras aliento a un corredor cansado».
Rafael Camarasa
El que mira
Visor, 2022