Primer Acto 363: la investigación teatral como amuleto en un fabuloso escenario
Horacio Otheguy Riveira.
Primer Acto, Cuaderno de investigación teatral número 363 en su Tercera Época, levanta con noble energía un nuevo telón imaginario. Le sigue de cerca el don de su creatividad e influencia social a partir de un teatro en constante renovación. Por ello, a poco de empezar a leer los variados contenidos que habitan esta revista-libro, tengo la luminosa sensación de andar entre sus páginas por un gran teatro en obras. Con sus escenografías y luminotecnia por los rincones, su atrezo aparentemente desordenado, pero sobre todo, con las voces e imágenes que recorren la intensa vida teatrera de todos los tiempos.
Aquí y allá, tantas y tantos mujeres y hombres de teatro que deambulan con sus voces y sus gestos no solo por el escenario con luz de ensayo y luego de estreno, sino también por el patio de butacas, los anfiteatros, los palcos, y las salas alternativas que brotan naturalmente. Gente con su eternidad bellamente a cuestas para dar cobijo a las nuevas voces, los nuevos tiempos.
Todo vibra página a página, las imágenes se prestan a una tenebrosa versión posmoderna, pero nada de eso, no hay director egocéntrico que estropee la emoción. El deambular de mis pasos se entrecruza emotiva y reflexivamente por los recovecos de un mundo nuevo que trae lo mejor del noble viejo mundo de la historia del teatro, incluidos buenos artículos en torno a la comedia, ese género por lo general tan despreciado en los premios y los análisis de los especialistas, a tal punto que el Teatro Español otorga un Premio anual para comediógrafos, que no incluye representaciones in situ. (Aquí, completo, El fin, texto de Paco Gámez, que recibiera el galardón de 2022). Y cuando pregunté ¿Por qué no estrenar en El Español al ganador y conformar un buen archivo de comedias finalistas?, me respondieron: Porque no. (sic)
El telón de este Primer Acto se levanta lentamente, para dar paso al muy reconfortante Editorial de la directora Ángela Monleón:
«Había que empezar con un sol amarillo, muy amarillo, para que desprendiera luz y calor ahora que tantas cosas dan frío y nos llevan a lo oscuro. Quizá en un intento de convertir las palabras y las imágenes que contiene en una suerte de amuleto… Como el cuarzo rosa que, en contacto con la piel, cura las dolencias del cuerpo y del alma…».
Abrir nuevas fronteras, iluminar oscuros callejones de una sociedad que tiende a estratificarse, siempre ha sido uno de los objetivos de Primer Acto desde su fundación en 1957 por José Monleón (1927-2016). Lo escribí en varias oportunidades, y tal cual lo transcribo aquí, como preámbulo de una selección de lo mucho y muy interesante que contiene este número…
Elogio de la política y desprecio de sus imposturas. Guillermo Heras. Página 13.
“No debemos olvidar estas Travesías habituales en Primer Acto desde hace ya unos cuantos números son un homenaje a nuestro maestro José Monleón, que además de escribir sobre el tema, siempre fue un apasionado del viaje, tanto interno como externo. Y no olvidemos tampoco que si algo le caracterizó durante toda su vida fue la de ser un hombre “profundamente político”. Y así en esta ocasión, navegaremos por un concepto de admirable sentido ético, pero de una utilización tan bastarda, en algunas ocasiones, que se convierte en coartada para cometer todo tipo de desmanes: la política”.
(…) “No tengo la menor duda de que la política más acorde con su sentido clásico la están haciendo hoy, en nuestra profesión, los creadores, los técnicos, las asociaciones profesionales y las revistas especializadas antes que la llamada clase “política”. Esta ejerce su impostura desde el ministerio de cultura, las comunidades autónomas, los ayuntamientos, las diputaciones y cabildos, ejerciendo un papel paternalista, pero ineficaz y que va desde socorrido “buenismo” hasta el claro y nefasto manto neoliberal. Nos mantienen a la “polis escénica”, casi como un mal necesario, como el fruto de un patrimonio que de vez en cuando alza la voz, cosa que no ocurre con las catedrales y otros edificios históricos (…)”.
Tras la muy interesante visión de la política actual y las artes escénicas, el mismo Guillermo Heras, aborda: Antonin Artaud. Tras la lectura del Teatro y la peste. Página 33.
En este cauce se profundiza sobre la superficialidad de ciertos argumentos, de algún modo, más cercanos a un fenómeno esnob que a la causa de ahondar junto a aquel actor-autor que se enfrentó a las artes escénicas de de su época (1896-1948). El subtítulo del trabajo ya dice mucho de su recorrido: No confundir el deseo de la transgresión con el hecho de poder realizarla.
[Escribió Artaud] “Entre el apestado que corre en persecución de sus visiones, y el actor que persigue sus sentimientos, entre el hombre que inventa personajes que nunca hubiera imaginado sin la plaga y los crea en medio de un público de cadáveres y delirantes lunáticos, y el poeta que inventa intempestivamente personajes y los entrega a un público igualmente inerte o delirante hay otras analogías que confirman las únicas verdades auténticas que importan aquí, y sitúan la acción del teatro como la peste en una verdadera epidemia”.
[Escribe Heras] “Nunca dejaré de señalar que, al igual que existe un teatro de mercado en el terreno más tradicional, también existe otro que, agarrado a aparentes renovaciones, no es más que una carcasa vistosa y vacía para programaciones epatantes. Dudo de que muchas de las experiencias que intentó Artaud a lo largo de su vida fueran, de verdad, acogidas por ciertos programadores con el aura de visionarios”
[Guillermo Heras, hombre de teatro de valiosa trayectoria, ha estrenado recientemente una novedosa puesta en escena para Laura Cepeda, autora y protagonista de Vuestra, Jo Van Gogh.]
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«Luigi Pirandello escribió que una melancolía innata o heredada, una experiencia vital amarga y un pesimismo adquirido a través del estudio o de la experiencia, determinan esa particular disposición de ánimo que se llama humorística…» Elena Sánchez.
«La comedia es algo que me mueve a investigar toda la vida, a conocerme e investigarme, a conocer a los comediógrafos e incluso, quién sabe a crear el Club de los comediógrafos, con reuniones periódicas para robarnos chistes los unos a los otros…» Manuel Benito (337 Km, Un cadáver exquisito).
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TEATRO BREVE DE CAROLINA ÁFRICA
Carolina África (Verano en diciembre, Otoño en abril…) gana un premio de teatro breve y Primer Acto nos lo entrega tras un análisis muy interesante de Ana Fernández Valbuena, quien se despide con estas palabras: «Gracias, Carolina, por el humor, la emoción y la esperanza, en tiempos de tormentas».
Luego toca leer el texto varias veces, entero y por secuencias, con la libertad del lector convertido en imaginario espectador-director… Porque en él se aborda, sin tapujos, una autoficción muy íntima e insólita en la historia del teatro: la exhibición de una maternidad rota, después del gozo inmenso del parto y el posterior contacto con la niña… hasta que al salir del hospital en plena borrasca Filomena, resbalón y pierna quebrada, aislamiento con mascarilla, sin contacto con la criatura, lejos marido y hermana que ayuda en casa donde también hay otro niño. Ese universo tan autobiográfico se convierte en una ficción ante el asombro de quien se asome a esta obra titulada Una buena vida.
Tiene la cadencia emotiva tan especial de la maternidad compartida con un sanitario que ejemplifica a la perfección el compañerismo, la solidaridad, la atención incondicional de quien se ha entregado a su oficio como si fuera a su vez un hombre alucinado ante una madre reciente y la brutal separación de su recién nacido. La pieza trasciende los límites personales. En ella encontramos un audaz retrato de una intimidad única, ahora al alcance de los anónimos visitantes, página a página…
[…] Silencio
Ella.- ¿Cuando venga mi hermana a recoger la leche, puede pasar un momento a la habitación? Por favor.
Él.- Sabes que no.
Ella.- Por favor, será solo un segundo, para que me cuente cómo va todo en casa.
Él.- Puedes hablar con ella por teléfono, sabes que no puede pasar.
Ella.- ¡Quiero darle las gracias, solo eso! Si no fuera por mi hermana no sé cómo se estaría organizando mi marido solo con los dos niños. Déjame darle las gracias.
Él.- Ya se las darás.
Ella.- ¿Sabes? Mi hermana es de esas mujeres que pueden con todo, que dan amor y sostén desinteresadamente, de esas personas que ayudan bien, demasiado bien. A mí mi hermana me hace sentir que soy mala persona, mezquina.
Él.- ¿Por qué?
Ella.- Creo que yo no estaría dispuesta a entregarme por la gente que quiero tanto como lo hace ella. Renunciar a mis cosas para cuidar a otros. Se ha cogido todos los días de vacaciones que le quedaban para irse a mi casa y ayudar. ¿Te lo puedes creer?
Él.- ¿Tú no harías lo mismo por ella?
Ella.- Sí… no sé… seguramente sí, pero no con la voluntad y entrega que lo hace ella.
Él.- ¿Te han pinchado la heparina hoy?
Ella.- Aún no.
Él.- Pues venga, hoy te la vas a poner tú.
Ella.- ¿Yo?
Él.- Claro, cuando vayas a casa vas a tener que ponértela tú o te la va a tener que inyectar alguien, pero es mejor que aprendas a hacerlo tú.
Ella.- No sé si voy a poder, me mareo con las agujas.
Él.- Claro que vas a poder. Qué lado te toca.
Ella.- El derecho.
Él.- Venga, cógete un pellizco de carne a cinco centímetros del ombligo más o menos.
Ella.- No puedo.
Él.- Claro que puedes.
Ella.- ¿Si me la pongo yo me dejar irme hoy?
Él.- No.
Ella.- Pues entonces no me la pongo.
Él.- Vale, pues llamo a Mariola para que te la ponga.
Ella.- Venga, me la pongo yo. […]