El ingenio de Declan Donnellan se estrella con el vigor de La vida es sueño
Horacio Otheguy Riveira.
Una penosa colisión, dado el talento desplegado en numerosas aventuras internacionales. A sala llena sigue, porque Declan Donnellan nos ha maravillado muchas veces. Esta vez resulta reconocible por la repetición de no pocos “ingenios” ya bien esgrimidos en otros clásicos, pero fuera de lugar ante un Calderón de La Barca que observa todo —como el propio rey Basilio— perplejo y temeroso, ausente su densidad filosófica, mística y política.
Para unos muy original, para otros horroroso. No es de extrañar, pues se trata de un “duelo” típico ante la experimentación de los clásicos, más aún cuando se trata de uno tan representado, que muchos recordamos de memoria en gran parte. Y aquí hay partes (primer y último monólogo de Segismundo) que se comunican con el imaginario colectivo y llegan a conmover. Alfredo Noval lo dice muy bien, a gusto con las eficaces directrices del maestro que, lamentablemente, le indica unas genuflexiones, gorgoritos y toques de bufón que parece recién llegado del Rey Lear. Por lo demás, la combinación tradicional, tantas veces aplaudida, de tragedia y humor grotesco, cuando no con toques de comedia de diverso tipo, aquí horrorosamente musical, articulan una versión lamentable, no por irse de madre, que estaría bien, muy bien incluso, si el director hubiera inventado algo interesante, una mirada sobre el universo calderoniano que aportara ricas vertientes, mas a poco de empezar, el desvarío es grande y es mucho: numerosas puertas-vaivén conforman el fondo de escena permanente al que en su ir y venir se “empastan” brochazos musicales que conforman el cuerpo de una puesta en escena abocada a una especie de cabaret que devora los versos, deformando personajes y desarrollando una adaptación sin brillo que, para colmo de males —y hay muchos— una importante escena se desenvuelve —muy estirada— en el patio de butacas, donde la acústica decrece notablemente.
De un elenco bien formado (con algunas figuras largamente aplaudidas en otras ocasiones, como Irene Serrano y David Luque), aunque deslucido con las implacables marcaciones del director, Ernesto Arias salva su participación como el Rey Basilio; resulta muy gratificante, en especial por encarnar la única buena idea de la función: un rey perplejo y temeroso que, constantemente en escena, mira lo que sucede arrastrado por un destino implacable que al final acaba mejor de lo esperado.
Palabras del director del montaje
Un príncipe encadenado en una montaña. Una joven disfrazada de hombre en busca de venganza. Revolución, amor, asesinato… ¿Es lo real verdaderamente real? ¿O es todo un sueño?
El vínculo de Cheek by Jowl con España se ha ido consolidando a lo largo de los años con las sucesivas representaciones de sus montajes y la creación de conexiones y colaboraciones con intérpretes y profesionales.
Tras la producción de Fuenteovejuna en 1989 en el National Theatre de Londres, Cheek by Jowl vuelve al Siglo de Oro español con su primera producción en castellano interpretada por un reparto español.
«Shakespeare, Sófocles, Calderón… Los clásicos perduran porque siempre tratan del ahora: hace 400 años u hoy. Trabajamos sobre ellos porque siguen compartiendo vida a través del tiempo. Indagan en nuestros autoengaños y en nuestras victorias, en nuestras relaciones y en nuestros sistemas; y nos ayudan a descubrir qué es ser nosotros mismos».
Hacer o ser. Calderón sugiere que nuestro principal terror no es a la muerte, sino a la no existencia, que es algo completamente diferente. También nos pregunta si quizás la única razón por la que hacemos las cosas, no es tanto porque queramos hacerlas, sino para demostrar que estamos aquí.
Muchos autores han abordado estos temas, aunque quizás los más grandes son lo suficientemente sabios como para no ofrecer respuestas fáciles. Calderón tampoco se doblega, lo único que nos ofrece es la posibilidad de ser poseídos por dichas preguntas. Declan Donnellan
REPARTO
Ernesto Arias: Basilio
Prince Ezeanyim: Elenco
David Luque: Clotaldo
Rebeca Matellán: Rosaura
Manuel Moya: Astolfo
Alfredo Noval: Segismundo
Goizalde Núñez: Clarín
Antonio Prieto: Elenco
Irene Serrano: Estrella
Dirección Declan Donnellan
Adaptación de la dramaturgia Declan Donnellan y Nick Ormerod
Diseño de escenografía y vestuario Nick Ormerod
Diseño de iluminación Ganecha Gil