‘Episodios en la vida de una esclava’, de Harriet Jacobs
Episodios en la vida de una esclava
Harriet Jacobs
Traducción de Carla Fonte
La Navaja Suiza
Madrid, 2022
332 páginas
Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca
El problema de recordar es la tentación al desgarro o la tentación a la melancolía. De la segunda apenas nos libra agarrarnos a una botella de vino o la química del alprazolam, que parece el recurso al que más se acude. En cuanto a la primera, bien podría ser un derecho que deberían ejercer unos pocos, pues a casi todos los demás se nos podría tachar de autocompasivos, no sin faltarle razón a quien nos atribuyera ese carácter. No deberíamos quejarnos ni deberíamos llorar por el pasado, y deberíamos mostrar suficiente respeto hacia la memoria como para recordar con cierta armonía, o al menos expresarnos con suficiente suavidad, incluso cuando no son muchas las cosas agradables que a uno le han sucedido.
Este es el resumen que uno puede hacer sobre el espíritu de este libro de Harriet Jacobs (Edenton, Carolina del Norte, 1813 – Washington D.C., 1897). El título nos pone en guardia y sabemos que la biografía que vamos a enfrentar no estará llena de momentos azules y sí de supervivencia. La esclavitud empieza con el nacimiento y es una condena que implica demasiado peso. No hablamos de grilletes, hablamos de infiernos.
Y, sin embargo, Jacobs es capaz de emprender la tarea con un pequeño tono de ternura, desde la perspectiva que da el saberse mujer libre. No hay afán de aturdir o de hacernos saltar las lágrimas. Leemos sus renuncias, sus miedos, su huida, su tortura escondiéndose durante meses en una buhardilla en la que sólo podía estar tumbada, el forzoso abandono de sus hijos para salvar el pellejo, y aun así, teniendo todo el derecho del mundo a escribir con el cuchillo entre los dientes, nos sorprende con su mirada serena, con su dictado sin filo, con su sobriedad. Jacobs no puede olvidar y cree que para que no olvide la humanidad lo que significa este terror, debe contarlo. Y lo cuenta como si estuviera hablando a los niños de un colegio, a los ancianos de una residencia, a los lectores que quieren saber y hasta a los cobardes que prefieren ignorar, porque creen que conocer de primera mano que en el planeta existen miserias es una estrategia para amargarles la vida. Y en la de Jacobs no hay momentos de felicidad, que es algo de lo que cualquiera podríamos presumir, aunque sea ese instante idiota de una mañana de primavera en el que quisiste sonreír sin saber por qué, tal vez porque el sol se asomó a la ventana.
En una época en la que se habla tanto de resiliencia, cuando a lo que nos enfrentamos es a la desconfianza o a un muro económico, conocer el testimonio de quien recuerda el infierno sin caer en el desgarro ni la melancolía es abrir una ventana para que entre aire puro. Y después podremos volver al trabajo y al descanso.