Xavier Guillén, de andar por casa
Por Jorge Díaz Martínez.
Vengo a hablaros de un poemario que ha pasado demasiado de puntillas por entre la vorágine de posts de novedades supuestamente literarias que compiten en las redes sociales por la preclara atención de los escasos (o no tanto) lectores de renglones troceados. Me refiero al segundo de Xavier Guillén, editado por Pre-Textos en 2021 bajo el rótulo de Amo de casa.
El fenotipo de esta locución consigue lo que se suele esperar de cualquier título, que es llamar la atención ―y más en un contexto de reformulación de los roles de género, aunque el libro no vaya exactamente de eso― y no es en absoluto gratuito, pues se trata de un texto que concede especial protagonismo a las relaciones domésticas, subiendo a la palestra a la práctica totalidad del árbol familiar del narrador.
He dicho narrador porque el autor, de entre la prolífica descendencia de la poesía de la experiencia, sigue esa rama interior que va de las canciones reflexivas de, pongamos por caso, Felipe Benítez Reyes, a la retranca retórica ―sin dejar de ser figurativa, por supuesto― de ingenieros del verso tales como Luis Muñoz, Carlos Pardo y Rafael Espejo, por ejemplo. Lo que Xavier Guillén aporta a esta conocida fórmula es, en primer lugar, su cuidada ejecución y, en segundo lugar, su carácter burlón: un cinismo, o sarcasmo entreverado, de tono coloquial con un fondo de escenas bien tramadas que nos deja un regusto amargo en el paladar y caliente el corazón.
Esta cordialidad confiere a sus poemas una apariencia casual bajo la que se esconde la vil fermentación de sus asuntos: las relaciones familiares, el amor aposentado, la política infame, la práctica epicúrea y el papel que la poesía pinta en todo eso. Dejo para otro lugar un análisis más extenso. Así pues, solo me queda recomendaros de viva letra esta obra cuya coprotagonista responde al nombre de Odile, derivado de oda. Premeditadamente entrañables, conmovedoramente afilados; qué más se puede pedir de unos poemas.
AMO DE CASA
Xavier Guillén
Pre-Textos, 2021.
GEMELAS
Todos los viernes
mi madre compra flores
para su hermana.
Que mi tía y mi madre
fueran gemelas
era cosa de magia.
Me quedaba embobado
ante las imágenes.
Parecían idénticas
salvo que mi madre
llevaba gafas
y se las quitaba
cuando querían confundir
a los mayores.
Recuerdo esas historias. Más tarde,
aprendí que se gestaron juntas,
que compartieron
placenta y confusión
hasta ser alumbradas.
Mi madre, la primera:
llegó de nalgas.
Mi tía venía de cabeza.
Nacieron mirándose
a los ojos.
He acompañado a mi madre
a poner flores frescas
en la tumba de su hermana.
Mientras limpiaba
el cristal del nicho
he visto el rostro de mi madre,
a contraluz,
sin las gafas puestas.
Me ha mirado muy seria
y me ha dicho:
A mí me echáis al fuego,
que ya me dio patadas
en el vientre de la abuela.
DÍA SENCILLO
Amanece un día precioso pero frío
para salir tan temprano.
Menos mal que ayer taparon
los geranios y el tomillo del alféizar
con plásticos y pinzas. Campa el hielo.
El matrimonio alarga el desayuno.
Tuestan pan, hierven leche.
Saborean. Reconocen sus gestos.
Untar la miel, apoyar el cuchillo
tras chuparlo con celo, en el plato.
Compases muy antiguos.
Hechizos invisibles y modestos.
Tienen planes hoy. Estar callados.
No echar de menos.
Mirar por la ventana.
Reinar antiguamente.
Al final, el amor llama a la puerta,
pero por dentro.