«Bitchcoin»: trepidante comedia policiaca de Ramón Paso
Por Horacio Otheguy Riveira
Con los toques de humor y sólidos personajes propios del prolífico autor-director, esta vez nos presenta una novedad con aire de cómic: un juego de drama policiaco enamorado de la comedia.
En esta ocasión, Ramón Paso es el dramaturgo responsable, pero con dirección y producción ajenas, con lo cual destaca aún más la novedad. Esta función poco y nada se parece a otras de un autor, generalmente, con varias piezas en cartelera, pues aquí prevalece una introducción a conflictos que afectan al macrocosmos de la economía mundial y el tráfico de armas, en manos, eso sí, de simpáticos personajes que podemos reconocer en el vaivén de cada día.
El peculiar mundo informático va a cargo de un encantador muchacho despistado, muy tímido con las chicas, un solitario que hábilmente entra en la millonaria órbita del Bitcoin y todo lo que ello conlleva en distribución escénica de información económica y política, siempre con un ritmo trepidante y con una comunicación muy directa con el público.
Por momentos él mismo detiene la acción, se explica, nos aporta buena carga de datos sin que la dinámica se frene, gracias a un texto que divulga conocimientos, se ríe un poco de ello, y a la vez genera una intriga policiaca con aspiraciones de romance intenso, un gran romance que se prevé, pero tarda en llegar para que el disfrute sea aún mayor. Y es que el brillantísimo y despistado muchacho, genial con los ordenadores, se topa por azar con una rubita tan guapa como pija, que va de estudiar psicología a meterse a policía, y entre ambos hay cortocircuitos varios, intereses cruzados y mucho más a lo largo de una función que se degusta placenteramente, muy especialmente por el público joven que llena la sala.
La puesta en escena de José Masegosa logra intercalar situaciones de danza, de cambios de vestuario, de video en mano para que cada personaje diga lo que necesite decir. Baile de acciones que da en la tecla del juvenil ajetreo de la trama, esa energía física imperiosa, propia de quienes viajan constantemente de la adolescencia a un estado adulto que se resiste.
Aunque lo parezca, no es un ejercicio de teatro en el teatro tan al uso, sino un fluir de acciones y explicaciones que surgen necesarias en las interpretaciones de quienes se desenvuelven por las a veces absurdas situaciones que les toca vivir, mientras les acosan unos malvados del Este.
En un clímax muy cinematográfico —con varios guiños para los amantes del thriller—, las cartas están jugadas con bien atinadas actuaciones: Alexandra Pino parece que va a romperse a la primera, pero va sorprendiendo a medida que avanza la acción hasta un tramo final donde nos ofrece un arrojo del que no le creíamos capaz. Sin duda, actriz y personaje logran unirse con solidez para seducirnos tanto como al descarriado chico que le toca en suerte.
Por su parte, Víctor Sáinz aprovecha su oportunidad para divertir con “naturales” torpezas y crecerse como un tímido solitario “al que nadie quiere”, que sin embargo será capaz de un arrojo impensado, embarcado en la necesidad de un amor que se le escapa una y otra vez.
De fondo: la conquista del dinero, la avaricia, los malvados que se aprovechan de la inocencia de la gente (algo de economía mundial también cuenta) y una serie de correrías al mejor estilo de comedia de enredos, pero con peligros mortales.
Todo aderezado por un estupendo movimiento escénico iluminado por el maestro Juanjo Llorens para que el complejo mecanismo de las ambiciones, las soledades y el imperioso deseo de un romance de altura, confluyan armónica y alocadamente como en un casino de Las Vegas, pero aquí y ahora, en una España que no sabe adónde va, pero no para de soñar.
César se ha hecho millonario traficando con criptomonedas, que según él son el futuro; y Sally se quiere hacer un nombre en el cuerpo de Policía deteniendo a capullos como César, que según ella son criminales. El problema viene cuando se conocen y se dan cuenta de que tienen mucho más en común de lo que ninguno habría pensado jamás. Al fin y al cabo, ¿el fin justifica los medios o los medios invalidan la justificación del fin? Al principio, César piensa que sí, y Sally, que no, pero después de tratar un tiempo Sally piensa lo mismo que César, y César sólo piensa en… Sally.
Autor: Ramón Paso
Dirección: José Masegosa
Intérpretes: Alexandra Pino, Víctor Sáinz
Escenografía y vestuario: María Arévalo
Diseño de iluminación: Juanjo Llorens
Diseño creativo: Ángel Viejo
Para los tiempos que vivimos, es necesario obras de teatros cargados de risas, desconectar del mundo actuar en el que vivimos para dejarte envolver, aunque sea por unas horas.
Y parecer que vives un espejismos donde encierra un llamamiento a gritos escondido de una verdad y satisfacción.
Esta es una obra de teatro nada común , en donde estoy segura de ello alcanzará mucho éxito.
Gracias a personajes como estos el teatro debería ser una obligación en nuestras vidas.
Ir a verla, no porque lo diga yo.
Hay que ir a verla.
Muchas gracias por compartir en este rincón para amantes del teatro.
Me encanta el teatro y que mejor que dar mi opinión de algo que he vivido literal.
Gracias a ti.