‘Un millón de pasos’, de Álvaro Machín
Un millón de pasos
Álvaro Machín
El Desvelo
Santander, 2022
300 páginas
Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca
Los tipos corrientes viajan una vez al año, tal vez dos si a la operación retorno le añadimos la operación salida. Nada muy bueno sale de estos desplazamientos, en los que a los humos que contienen dióxido de carbono se añaden los muy malos con los que uno va cargando su humor durante el viaje. Ahí se acaba la aventura, en los esfuerzos de contención que se ejercitan al no poder salir del coche y no poder acelerar el tiempo. La aventura pasa siempre por una experiencia de la soledad, y la soledad nos la encontramos, casi siempre, a la hora de medirnos con lo peor de nosotros mismos: el enfado, la cobardía, el egoísmo, el placer por el placer o la codicia, por ejemplo.
He aquí un libro en el que un tipo corriente, de esos que uno espera encontrarse conduciendo a tu lado por la autovía, nos demuestra que no es tan complicado forjarse unos trozos de vida soñada. Un millón de pasos reúne testimonios de los viajes de un periodista, por Asia, África, América o Europa, en desplazamientos que no son de larguísimo aliento ni de intenciones aguerridas. Sencillamente, nos lleva a otros lugares a través del relato de unas anécdotas que bien pudieran habernos ocurrido a nosotros. Tendremos diarrea, correremos cierto riesgo a que nos roben, beberemos, conoceremos a buenos samaritanos, pasearemos por paisajes atractivos. Iremos siguiendo el sonido encantador de algún lugar o tras un amor frustrado. Nos acompañará un amigo o sentiremos que no existe nada más que uno y el lugar del mundo donde se encuentra.
En realidad, como reconoce el autor, estamos frente a una experiencia de viajes que no deja de ser turismo. Podemos ejercerlo de una forma más o menos sofisticada, pero da la impresión que de una vez acabada la época de las grandes exploraciones, las que suponían ausencias de años, y una vez superada la idea colonial de descubrimiento, pues ellos siempre estuvieron allí, sólo queda la experiencia personal. Dicha experiencia puede ser más o menos atrevida, más o menos convencional, más o menos vistosa, pero siempre estará dentro de unos cauces en los que uno no se expone a grandes riesgos. A no ser que practique el salto base, que es la modalidad deportiva con más fallecimientos por practicante.
Álvaro Machín tratará al lector como a un colega, y despachará con él en un tono que nos remite al tuteo. Un millón de pasos no es una experiencia literaria desbordante, como leer a Faulkner o a Proust, ni pretende serlo. Sus pretensiones son mucho más sencillas, en el sentido en que puede resultar sencillo volverse más humano. Y eso es muy sagrado.