La sed de lo desconocido nos conduce hacia lo horrible
Charles Baudelaire indicó, hace muchos años, que los espíritus curiosos y desencantados, presentes en las artes, llevan a los creadores a lo oculto y misterioso. Ese mundo tiene una de sus entradas en lo feo (entendido esto en sentido amplio), que se encuentra en las clínicas, en las salas de anatomía e incluso en las ejecuciones públicas. En este sentido, el poema francés pretende mostrar la fascinación por la fealdad o por la decadencia humana.
Estas ideas, más o menos claras, las encontraremos en autores tales como el propio Charles Baudelaire, en Oscar Wilde, en George Bataille, en Fiodor Dostoievski o en otros tales como Rilke y Proust. Ellos indagan en la realidad humana en contraposición a mundo generado por el avance industrial y, en cierto modo, relacionado en el mito de progreso subsiguiente. Posiblemente, el orden que conformaba la industrialización y la ciencia, se contraponían a la fealdad inherente al ser humano. De ahí que una manera de ahondar en lo humano, sería profundizar en lo macabro, lo feo y lo decadente.
Sin ninguna duda, estas ideas también las encontraremos, repetidamente, en el noveno arte. Si hacemos memoria, podemos comprobar como en numerosas obras de Batman lo grotesco y lo feo están ahí. De hecho, la propia Gotham es una ciudad mostrada en constante decadencia y, a su vez, esta significación se contrapone al constante carácter industrial de la misma.
Por otro lado, también nos encontraremos con el Asilo Arkham como edificio icónico de la ciudad y de las historias. En él terminan residiendo los enemigos tradicionales del detective oscuro (Batman): Joker, Dos caras, Enigma, Killer Croc, etc. Cada uno de ellos, de un modo u otro, representan a los elementos internos que caracterizar al ser humano. Esto otorga cierto sentido a las luchas constantes entre el orden industrial y tecnológico, representado por Batman, con el caos de la fealdad humana representado por estos personajes dementes.
Así mismo, los numerosos trabajos creados por Doug Moench son ejemplos paradigmáticos de lo que estamos comentando. Recordemos que Moench puso su mente a funcionar llegando a participar en más de 150 números de este personaje. De todos ellos, particularmente, destacaría Batman: Joker oscuro, Batman: Gotham maldita, Génesis oscura y Fundido en negro. Este autor subraya el carácter gótico, trágico y macabro relacionado con sus historias. También podríamos destacar la obra de Steve Niles, Gotham después de la medianoche donde el personaje de Medianoche, precisamente, encarna este carácter profundamente feísta. Por otro lado, también podemos mencionar el trabajo coetáneo de John Ostrander, Grotesk, en el que el personaje Grotesk también es expresión clara de la tragedia humana relacionada con la famosa obra de Víctor Hugo. Por otro lado, resulta notable el recopilatorio Joker Asylum donde se destacan los elementos relacionados con las enfermedades mentales y las vidas rotas.
En el polo opuesto, el último Batman creado por Snyder nos plantea un reto interpretativo interesante. Me estoy refiriendo al Batman que ríe, este híbrido peculiar que enlaza, supuestamente, al orden y el caos. Como verían todos aquellos que se acercaron al personaje. No sería demasiado interesante, como los lectores habrán imaginado, un nuevo personaje centrado en el orden. Por ello, este nuevo personaje es caótico, feo y siniestro. Posiblemente esto podría ser expresión de la fealdad de la humanidad presente en el orden. No obstante, esto es solamente una interpretación entre otras.
En definitiva, estas ideas insertas en la dilatada historia de Batman y en la de sus enemigos, también las veremos en otras muchas obras del noveno arte. Incluso en el ámbito del sector independiente del mundo del cómic, es todavía más destacada esta vertiente relacionada con la fealdad. El terror, lo macabro o, incluso, algunos elementos de la ciencia ficción también incorporan estos aspectos sobre lo feo. Ahora bien, no es el momento de hablar de ello, por lo que dejaremos esto para otra ocasión.
Por Juan R. Coca