AND JUST LIKE THAT…
Por Gerardo Gonzalo.
Dieciocho años han pasado desde el final de Sexo en Nueva York, Sex and the City, (1998-2004) con su largo y glorioso último episodio. Una serie mítica que revolucionó desde el punto de vista argumental, una determinada narrativa más convencional y supuso un claro precedente del inicio de esta edad dorada de las series en la que vivimos en la actualidad.
Dieciocho son los años que marcan la mayoría de edad, y resulta pertinente que precisamente, transcurrido este tiempo desde el cierre de la serie, podamos ver su continuación en la madurez de estas mujeres, a las que conocimos en una apasionante y excitante ciudad, deambulando entre el amor, la moda, el sexo, la diversión y la amistad, llenas de esa energía que les hacía vivir la vida con intensidad.
A pesar de que mi condición masculina puede suponer un inconveniente, ya que donde más triunfó esta serie fue sobre todo entre el público femenino, yo personalmente reconozco que la disfruté con entusiasmo y he sido un ferviente militante en su favor. Era explosiva, refrescante, dinámica e invitaba al placer de la vida, del amor y por supuesto al sexo. Cuatro mujeres con una amistad inquebrantable, capaces de encarnar cuatro arquetipos con todas sus complejidades, a las que vimos evolucionar en su efervescencia y que ahora toca acompañarlas en su madurez.
Todo lo hasta aquí dicho, dificulta la posibilidad de que esta propuesta salga airosa. Más aún cuando una continuación no parecía argumentalmente obligada y los dos intentos, en forma de películas rodadas tras la serie y al rebufo de su éxito, ya mostraron (sobre todo la segunda) una cierta decadencia respecto a la propuesta original. De ahí que en esta ocasión, solo desde la reverencia y la curiosidad de un fan, me adentre en su visionado, más por un ejercicio de nostalgia revisionista, que por la convicción de presenciar algo realmente bueno. Me equivoqué.
Porque And just like that…. es una gran serie, que mantiene las esencias de Sexo en Nueva York, pero a la que además hace evolucionar con coherencia y acierto, hacia una punto vital lógico en que se encuentran sus personajes, que siguen siendo los mismos, pero ya en otra etapa de sus vidas. Aquí se enfrentan a otros desafíos, han soportado duros reveses, sienten que quizás su mejor momento ha pasado y deben transitar esta etapa en un nuevo campo de juego, que va desde la búsqueda de una última oportunidad por revivir, hasta la aceptación de que hay cosas que ya nunca volverán. Aunque eso sí, sobre la base de la amistad entre las protagonistas, que complementan con la incorporación de personajes y la aproximación a nuevos temas que arrastra esta época actual
Pero en cualquier caso, se trata de una actualización muy fiel al espíritu que hizo grande esta ficción. Su punto vital es otro, las grandes preocupaciones son otras. Un drama en el inicio de la serie sobrevuela toda la trama, pero ahí están ellas, interpretadas con la misma frescura de antaño, Sarah Jessica Parker, Cynthia Nixon y Kristin Davis las mismas (o casi) de siempre. Ahí está Carrie Bradshaw con su deslumbrante vestuario, sus zapatos, y ahí están también las fiestas, los paseos, sus comidas, los amigos, sus conflictos, su búsqueda de la felicidad,…y todo ello, por supuesto, en ese esplendoroso decorado que es Nueva York.
Sin embargo, no todo se ha podido mantener, y es que un gran hueco se abre desde el inicio. El personaje de Samantha, interpretado por Kim Cattrall, ya no está. La actriz no quiso continuar e incluso medió algún duro reproche entre ellas. Sin embargo, esta circunstancia queda ensamblada con maestría, y lejos de obviar la situación, los guionistas y creadores de la serie le plantan cara y mantienen a la añorada Samantha, desde su ausencia, eso sí, solo virtual, pero sustancial y preservadora del espíritu que unió a estas cuatro mujeres y que solo estas cuatro deben continuar, sea como sea.
La serie no rehuye cierta profundidad, a ratos es incluso algo triste, diversas crisis acechan, pero manteniéndose fiel a su tono, siempre acaba abordando las grandes cuestiones desde un sentido lúdico de las cosas y mucho, mucho sentido del humor. Se alternan momentos de hondura y sensibilidad con carcajadas y desparrame, que aquí alcanzan su cima en ese glorioso capítulo ocho, punto álgido de una serie, que en todo momento sobrevuela a una gran altura.
Una ficción que se actualiza, pero en el mejor sentido, adentrándose con acierto en temas y clichés que parecen casi obligados en cualquier serie o peli actual, como los relacionadas con la identidad de género, la gran presencia de personajes de color, la integración,…. pero tan bien implementados que nada chirría ni resulta forzado en exceso, en una trama espléndida, dinámica, divertida y atrevida.
Una gran y gozosa sorpresa a la que no se está prestando la atención que merece, pero que nadie debería de perderse, tanto los seguidores de Sexo en Nueva York, como los que sin haberla visto, quieran pasar un buen rato, adentrarse en ese universo y ver algo luminoso, original y deslumbrante protagonizado por unas amigas, que cumplan los años que cumplan, siempre serán jóvenes y divertidas.