«Urgencia de lo minucioso», de Luis Ramos
Por Pablo A. García Malmierca.
SURCOS QUE SON PALABRAS Y CRECEN COMO ÁRBOLES HACIA LA LUZ
En palabras de Josep María Esquirol: «Cantamos para celebrar, y cantamos, también, para no tener miedo: para celebrar cosas de la vida, y para no tener tanto miedo a la muerte. De ahí que la esencia de la palabra sea el canto y que toda palabra valiosa palpite, o bien la celebración, o bien el amparo». Así comienza Humano, más humano. Una antropología de la herida infinita, publicado por Acantilado. La más reciente entrega lírica de Luis Ramos, Urgencia de lo minucioso (Lastura) se abre con tres citas harto significativas, la primera de Olvido García Valdés: “…voy y miro y todo es // como si no fuera yo quien lo mirara”, la extrañeza, el afuera del que mira y del objeto como punto intermedio de unión, como lugar del conocimiento; “Wo ich umher mich leite” de Hölderlin, que podríamos traducir como “hacia dónde me dirijo”, el paseo, la horizontalidad como forma de acceso hacia lo desconocido, el movimiento, ¿del hombre, del pensamiento?, como primera vía de conocimiento del mundo; y, por último, “convertir la palabra en la materia”, palabras de José Ángel Valente, la poesía como constructo de la realidad, materialidad del lenguaje. Ya en estas tres citas se nos ofrece el libro de poemas en sus claves interpretativas iniciales: verticalidad, horizontalidad y materia. Todo ello, como mostraré más adelante, a través de la apertura que da la herida, pues será en y tras la herida donde el mundo nos otorgue significado, celebración, amparo y canto.
La poética de Luis Ramos, que siempre está en continua búsqueda y de perfeccionamiento, da un paso más en Urgencia de lo minucioso, en continuidad con lo que ya expresé respecto a El dilema del aire.
Quedémonos con dos conceptos básicos: la poesía tiene su origen en las emociones captadas en total tranquilidad y se produce tras observar la naturaleza que posteriormente se traducirá en la idea mental. Este paso que dio Wordsworth asume el programa filosófico que desde Hume pasa por Kant, y que traza puentes de unión entre el Yo (Ich) y la cosa en sí (Ding an sich). O como diría posteriormente Ortega y Gasset: el yo y la circunstancia son las dos dimensiones fundamentales de la vida humana.
Sin embargo, en este nuevo libro el autor introduce varios conceptos que aclaran o más bien nos ofrecen las vías de acceso a esa naturaleza y, sobre todo, un elemento que aporta apertura respecto a esa naturaleza y que es el concepto de herida, concepto ya presente en Hegel y que Josep María Esquirol ha actualizado y expresado de forma amplia en el ensayo citado con anterioridad. El primer poema del libro se torna en declaración de intenciones:
LA arteria en cinta,
la rama del tronco
que reta a la gravedad
y se alza enhiesta en su lugar primero,
vaga hacia lo alto y fluye sin más
para darse y pertenecer.
Así mi corazón
sabe que el aire, como tú,
en su deber de izarse sigue siendo necesario.
(alzado)
Poesía como ofrecimiento, en movimiento ascendente, verticalidad, que parte de la herida que es, a la vez, humana y natural. Así el hombre y lo natural viven en simbiosis, así en ese lugar intermedio de los dos está el punto donde el conocimiento se ofrece, se da. Y qué mejor lugar que represente el entre que el ocaso o el amanecer, ya presentes en la poesía claudiana como momento de conocimiento. Así el poema (aurora), donde el “silencio” provoca el “deshacerse de las sombras”, “la luz” abrazará “la noche que fue nido. Pero junto a este movimiento vertical de ascensión que muchos han relacionado con el proceso místico, pero que aquí se muestra como un proceso natural, biológico, aparece la horizontalidad. Frente a la idea de la contemplación pasiva de la naturaleza, Luis Ramos, en línea con otros poetas andariegos que pueblan nuestra tradición literaria, Antonio Machado o los zamoranos Claudio Rodríguez o Waldo Santos, aboga por el paseo como movimiento necesario para acceder a lo vertical, así en (andar) “¡Nunca dejes de andar, // unce tu ritmo y tu raíz a la naturaleza!” (pág. 19). Y será a través de la mirada como consigamos unir en el ofrecimiento horizontalidad y verticalidad, “Atreverse a mirar es implicarse, // librarse del vacío, ofrecerse sin más // a todo lo inquietante que nos ronda” (ofrecimiento) (23). Aparece aquí el vacío, entendido como herida, que tendría su origen en el trauma, en este caso relacionado con el profundo sentido ético que siempre ha acompañado a Luis Ramos en todos sus libros, el trauma de una realidad social que contemplada en su crudeza no puede más que producir un desgarro afectivo en quien la mira, será esa herida, por tanto, la apertura que permita entender el mundo, será la que nos impele a ofrecer nuestra voz, nuestra palabra como sutura de esa herida que la provoca. En palabras del poeta “Fecundar, aunque la sutura arrastre // alguna cicatriz alrededor” (fecundación) (24).
Estos dos conceptos interdependientes y necesarios el uno para el otro, verticalidad y horizontalidad, se hacen patentes en poemas como (árboles): “Asciende la razón leñosa al vuelo de la planta […] nada tan peculiar y tan sencillo // como el aire y la brisa al paso que la envuelve.” Será “la luz” la que dé “claridad del pensamiento” (vigilia) (33). Será labor del poeta coser las cicatrices que deja el mundo “todo es sutura” (costumbre) (38). Proceso de indagación que provoca el (vértigo) (40) “Pero hay algo secreto en el azar del aire, // algo esperando en las palabras / que aún sobrecoge y nos conmueve”, “vigilia y vértigo, // materia…” pues el lenguaje es “de todos” como “el sol”. En resumen, poética del “darse” “caminándonos” que consiste en “darse a la altura // hacerse árbol” proceso que tiene que darse en dos direcciones pues será también la materia la que se entrega: “Y allí sin llamas, pero ardiendo, // la voluntad de la materia, // su vigilia y su entrega rumorosa” (atlántico) (50), será en ese entre donde se produzca la unión en ese “darse” que siempre será “temblor”.
En conclusión, Luis Ramos ahonda en su poética del darse, donde la generosidad convierte la palabra en materia. En este caso se hace patente ese proceso de ofrecimiento que necesita de dos movimientos nunca opuestos: el horizontal y el vertical que siempre tienen un punto de unión, pero para llegar a esta unión se necesita una apertura, que aquí nos la da la herida que convierte la palabra en vacío y silencio, y será desde allí desde donde podemos construir lo nuevo, apoyado en una fuerte ética humanística de defensa de lo humano y lo natural. Pues el autor no entiende al ser humano de otra forma que no sea como confluencia de su esencia como hombre y la de naturaleza como reflejo de lo humano. Confluencia de ascensión y caminar que se unen en la luz propia del ocaso o del amanecer que aclara las sombras. Un paso más en una poética propia que va creciendo con cada libro, con cada indagación, pues eso es la poesía de Luis Ramos indagación en lo humano y lo natural.
Aldealengua (29//01/2022)
Observo, a través de esta recensión de la última obra de Luis Ramos [de la Torre], una clara y profunda influencia de la poesía claudiorrodriguesca –prefiero este término propio, al manido e impropio de ‘claudiana’, pese a su uso común– en la obra de Ramos. No ya en la presencia de la naturaleza: árboles, caminos, sombras, luz, auroras y ocasos…, que también, entre otros mucho términos del autor de «Conjuros «. Así, es elocuente y neto el término «sutura», como lo es la propia idea de verticalidad y horizontalidad… Diré más: además de la obra del citado poeta zamorano, también aparecen en los versos de LM términos orteguianos, que entroncan directamente con las fuentes de la obra filosófica de Ortega, que está en la base de la tesis doctoral del poeta comentado. ¿Hombre y Natura como una fusión? ¿Qué otra cosa refleja la obra de Claudio Rodríguez en poemas como «Girasol», «Arena» o «Los almendros de Marialba»?
Al conocedor profundo de la obra de éste, la de LR se le antoja un fiel reflejo. O, por mejor decir, una reiteración. ¿No es acaso toda la obra de Claudio Rodríguez un azacaneo y una eterna búsqueda de《CONOCIMIENTO》? Ítem más, porque Rodríguez «conocía» escribía sus poemas «desde el conocimiento» y no «hacia» el mismo. «Brujas a mediodía», magistral poema subtitulado, a instancia de V. Alexandre, ‘(Hacia el conocimiento)’, es la tesis de cuanto aseguro: porque Rodríguez «conoce» escribe este poema que se inicia «in medias res». Esto es, con los argumentos atados y buen atados por parte del filósofopoeta Claudio Rodríguez. Luis Ramos es, a nuestro juicio, un epígono de quien mamó, mientras escribía la tesis de doctorado. Esta obra, a tenor de las breves calas del crítico, así parecen indicarlo.
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