Víctima de padres terribles en una novela biográfica: «La hija de Joyce»
Por Horacio Otheguy Riveira
«,,, Me levanté del sofá, cerré los ojos y comencé a dar vueltas por el despacho de Babbo [James Joyce], tratando de deshacerme de aquella cosa. Me giré y retorcí, me agaché y salté, y cuando llegó papá, estaba hecha un remolino, como un derviche turco, con los ojos frenéticos y el corazón latiendo a toda prisa. Libros y papeles empezaron a volar de los estantes. Fotos y cuadros saltaron de sus alcayatas. La luz eléctrica comenzó a parpadear en las lámparas del techo…»
La hija de Joyce es la primera novela de la filóloga inglesa Annabel Abbs, quien se documentó en profundidad, a partir de la exhaustiva biografía de la protagonista escrita por Carol Loeb Schloss: Lucia Joyce: To Dance in the Wake.
El resultado es una novela que explora con gran acierto el devenir trágico de una joven prisionera de una madre castradora y de las debilidades de su padre, un escritor que, conmocionó la literatura mundial con su antinovela Ulises, publicada por vez primera en 1922; un escritor con graves problemas de salud, casi ciego, que tiene una gran dependencia emocional con su hija, «su bella bambina».
Un talento muy neurótico
Mientras la obra de Joyce estaba prohibida en varios países por los pormenores de la festiva sexualidad de sus personajes irlandeses, burladores de la presión católica del país, y muchas otras desavenencias con la sociedad occidental y cristiana, en la vida cotidiana el “maestro de maestros” que lograba tener secretarios ad honorem que lo adoraban incondicionalmente, no dejaba volar a su hija, sobreprotegida y reclamada como musa, ya que sin ella a su lado no podía crear una obra que consideraba la superación de Ulises, mientras perdía aceleradamente la vista (Finnegans Wake), y además toda la familia (con el único varón, Giorgio, incluido) vivía de manera muy inestable mantenidos por diversos mecenas que consideraban al escritor un genio absoluto.
Ficción y realidad se unen en la creación de una novela biográfica en la que lo verosímil caza adecuadamente con los datos históricos. Destruida gran parte de la correspondencia de los principales personajes, hubo que hurgar en muchos otros rincones de una trayectoria angustiosa en la que fácilmente surge un espejo del devenir de las mujeres en el siglo XX, entre la libertad plena de un ambiente (París, primera posguerra mundial) y la imposibilidad de liberación de jóvenes atrapadas por las contradicciones de padres amorales; por un lado muy liberales y por otro muy reaccionarios.
La novela empieza con un encuentro de Lucia y Carl Jung, el célebre psiquiatra y psicólogo, que se había ocupado de la obra de su padre a lo largo de tres años en los que volvió sobre sus páginas muchas veces (No sabe usted bien cuánto me aburrió, cuánto refunfuñé, cómo maldije y cómo admiré su Ulises…).
Lucia asiste a la consulta durante cuatro años, mientras entra y sale de psiquiátricos con diagnósticos confusos. Aunque prevalece la posibilidad de una esquizofrenia paranoide, lo cierto es que los médicos no se ponen de acuerdo. La novela comienza con el primer encuentro en que Lucia se decide a hablar, para beneplácito del terapeuta, pues había permanecido callada hasta entonces. En el diálogo que mantienen surge una posibilidad “novelística” muy bien aprovechada por la autora de la novela: Jung invita a la hija de Joyce a escribir su historia para dársela a conocer por escrito y trabajar juntos para su curación.
Así transitamos un recorrido por la memoria muy cinematográfico con momentos estelares de teatralidad magistral. La protagonista nos conmueve siempre. Jung terminará asegurando que padre e hija “padecen una esquizofrenia similar”, y en el proceso de intentar liberarse de semejantes ataduras la joven bailarina frustrada profesionalmente y en amores (sobre todo con Samuel Beckett, muy bien retratado) lucha por alcanzar las poéticas vibraciones que percibe en su interior, que sabe cómo transformar su agonía en felicidad, pero no puede tomar vuelo, constantemente trabada por el entorno.
James Joyce muere a los 58 años tras una fallida intervención quirúrgica, y Lucia con más de 80 en un psiquiátrico, el St Andrew’s Hospital de Northampton. Dos datos que no figuran en la novela, o se sugieren en las explicaciones finales, pero que interesa conocer para deambular por el misterio y la intriga que todo el libro recorre en busca de la verdad de lo ocurrido en vida de Lucia. Siempre rodeada por personajes reconocibles de aquellos “años locos”, La hija de Joyce conforma una manera muy interesante de narración, distante de toda pasión desbocada pero íntimamente ligada al cuerpo y el corazón de una mujer que simboliza la tragedia de millones de mujeres, más aún al encontrarse en un contexto de aparente libertad extrema, como era el del arte y la cultura en general en el París de aquellos tiempos.
Hay pecados, o más bien (vamos a llamarlos como los llama el resto del mundo) memorias perversas, que el hombre esconde en los lugares más oscuros del corazón, pero se quedan allí, esperando.
James Joyce, Ulises, 1922.
Extracto de algunas secuencias de la edición española:
Diálogo con Beckett:
-Babbo [James Joyce] me puso el nombre de Lucia por Lucia di Lamermoor, de la ópera de Donizetti.
-¿Cuál es su historia?
-Se volvió loca y se quitó la vida. Traicionada por su hermano… su enamorado se mató también, para poder reunirse con ella en el cielo. Es muy triste, pero la música es maravillosa. Es una de mis óperas favoritas.
*** *** ***
Cuando entró mamá en el salón, con un sombrero nuevo y su alfiler a juego… me miró con expresión dura y cautelosa, y dijo que no me quería tener allí todo el invierno deprimida. Cuando sus labios pintados se cerraron, ocultando los dientes, me vino a la cabeza la imagen de una trampa para animales. Sentí una ola de furia, y un montón de palabras groseras y atroces me empezaron a bullir en la garganta. Cerré la boca, apretándola mucho, y me obligué a moverme y a coger aire: respiraciones profundas y prolongadas. ¡Tenía que seguir bailando! Hice un paso triple alrededor del sofá, un poco agarrotada, con los brazos temblándome sobre la cabeza…
*** ***
Y sin previo aviso, sin que me diera tiempo a salir de estampida, una oleada de furia me removió por dentro y me envolvió entera.
Intenté pararla, pero no pude. He revivido ese momento un centenar de veces, un millar de veces desde entonces. Aunque estaba sola en el estudio de Babbo, sentía la presencia de otra persona. Alguien violento y desesperado. Como si la sombra que normalmente se estiraba tras de mí hubiera cobrado vida y se hubiera apoderado de mi cuerpo. Cerré los ojos e intenté espantarla, pero siempre volvía: perversa, oscura y fea.
Me levanté del sofá, cerré los ojos y comencé a dar vueltas por el despacho de Babbo, tratando de deshacerme de aquella cosa. Me giré y retorcí, me agaché y salté, y cuando llegó papá, estaba hecha un remolino, como un derviche turco, con los ojos frenéticos y el corazón latiendo a toda prisa. Libros y papeles empezaron a volar de los estantes. Fotos y cuadros saltaron de sus alcayatas. La luz eléctrica comenzó a parpadear en las lámparas del techo.
-¡Lucia!
Babbo se paró en la puerta con el cuerpo rígido por la conmoción. Yo seguí girando, golpeando una botella de vino vacía y un cenicero. Una nube de ceniza se elevó desde el suelo cuando pateé el cenicero. Los papeles fueron a parar a todos los rincones de la habitación. Los libros se cayeron.
-¿Qué estás haciendo? -me preguntó, sin aliento.
La persona que se había instalado dentro de mí, poseída por la furia, empezó a desaparecer. Primero se encogió y disminuyó como un buitre que desaparece en el horizonte. Pero luego comenzó a planear, sin quedar del todo fuera de mi vista…
*** ***
Y un detalle final por parte de Annabel Abbs, mencionado entre las últimas líneas de la página 357:
En memoria de Lucia Joyce, todo el dinero que se recaude en concepto de derechos de autor por este libro durante el primer año de ventas se destinará a la organización YoungMinds y su campaña para mejorar la salud mental y el bienestar de niños y jóvenes en el Reino Unido.
Pingback: Víctima de padres terribles en una novela biográfica: La hija de Joyce – Maremoto Maristain