“Sorry We Missed You”
Por Rafa Mellado
«Aceptar la injusticia no es una virtud, sino más bien todo lo contrario.»
Cleóbulo de Lindos, mediados del siglo VI a. C.
“Según el proyecto neoliberal, la mano de obra debe ser vulnerable, porque así aceptará salarios bajos, contratos basura y trabajos temporales. Y para que el trabajador siga siendo vulnerable hay que hacerle creer que tiene lo que merece. Ese es el secreto: recordar a los humillados que la culpa es suya. Porque si la culpa fuera del sistema habría que cambiarlo, y eso, de momento, no interesa”. Decía Ken Loach a propósito de su anterior película Yo, Daniel Blake (su segunda Palma de Oro en Cannes).
“Última peli” de Loach (como antes lo fuera la anterior), Sorry we missed you, es un título literalmente poético: lo siento, te extrañamos. Lo mismo significa que no estabas en casa y el mensajero no te dejó el paquete, o que tu familia quiere que vuelvas a ser como antes. Pero ese antes no lo vemos en la pantalla. ¿Cómo era esa normalidad anterior? Sabemos que el padre de familia fue obrero de la construcción. Por lo que bebe, estará en paro. Sin saber qué hacer con su vida, hacerse mensajero e hipotecarse con una furgoneta de reparto lo entendemos una medida desesperada. Catorce horas diarias, seis días a la semana. La madre de familia pluriempleada y explotada por horas en el cuidado de personas dependientes. Todo el día fuera de casa, gestiona y coordina a los hijos y lo doméstico desde el móvil. Una vez más, vuelvo a preguntarme cuál sería esa normalidad en la que estaban mejor. Quizás el coche que fue a pagar la entrada de la furgoneta le daba a ella toda la autonomía del mundo. Siguiendo con la familia, el hijo adolescente, camino de la universidad ve roto el contrato social y se niega a seguir por el camino de los progenitores. Dedicándose al arte denuncia o a los grafitis, y a dar problemas de rebeldía. La hija, más responsable que el mayor, en ocasiones se comporta como una niña más pequeña.
Poco a poco nuestro protagonista va descubriendo que no es un autónomo de verdad y cada vez está más esclavizado. Lo dicho, una cosa es ser un TRADE (Trabajador Autónomo Económicamente Dependiente), y otra muy distinta un falso autónomo. Alguien debió denunciarlo a la Inspección de Trabajo. Supongo que el director entiende que en el cine denuncia basta con la denuncia de una situación y que en el debate de la película no es necesario ver todas las opciones posibles. La película, como todo Loach, está bien contada en imágenes, bien fotografiada, bien interpretada, te crees los escenarios, el vestuario, tiene sus momentos cómicos con el fútbol de fondo, y su máxima ñoñería de la familia feliz cantando en la furgoneta… Tengo que decir que fallan los diálogos (espero de verdad que no sea su última película), en todo momento los personajes se dicen lo que piensan, sus preocupaciones, sus reproches, se cantan las verdades a la cara, ¿dónde está el subtexto? Esto hace más planos a los personajes, más aburrida la película, este drama al borde de la comedia, todo puede ir a peor.
Ken Loach es un referente para mí y siempre lo será. Un maestro capaz de hacer parecer sencillo lo que no lo es en absoluto: dar esa impresión de realidad. Con una filmografía a sus espaldas tan coherente, crítica y humana, que se podría realizar un estudio sociológico de sus películas para entender a la sociedad británica del último medio siglo (obviando los paréntesis de filmes como Tierra y libertad, El viento que agita la cebada, o Jimmy’s Hall.) Hace un cine directo, sin concesiones, como a mí me gusta, reduce al mínimo los artificios. Una cámara, el escenario, unos personajes y sus conflictos (estos surgen de las presiones del sistema). Y detrás de la cámara una mirada que se rebela contra las injusticias sociales. Una mirada que no pierde la esperanza: “A largo plazo, creo que soy optimista porque la gente siempre se defiende”, declaró en una ocasión. “Otro mundo es posible y necesario.” llegó a decir a sus setenta y nueve años. Ochenta y tres tiene. Loach ha leído mucho y ha vivido mucho, supongo que así nació su obstinación, una idea de lo justo que se encarnó en él y que explica todas sus películas. Imagino esa sensación en la cabeza de injusticia, de ver la desigualdad que a diario se naturaliza, de escuchar historias injustas, que hacen ruido en el cerebro hasta que te incomodan y tienes que hacer algo…
Como incondicional, digo, vi la hora cuarenta y uno del metraje. Moraleja: la obstinación es lo único que nos mantiene dentro de la rueda de la injusticia igual que a hámsters, o, diría Hermann Hesse, bajo la rueda. Esperaba el impacto de, por ejemplo, Ladybird, Ladybird. Ese gran poema de amor maternal, que importa poco a los servicios sociales, de una mujer que no hace más que parir y parir para que no le quiten la custodia de sus hijos. No perderé la esperanza. Acerca de las personas dependientes, podría darse que Loach vuelva con otra última película. Para beneplácito de un admirador.