Hotel ocupado
Por Àngels S. Amorós
Fernando Carpena (texto e ilustraciones). Hotel ocupado (Tinta crujiente). Madrid: Ediciones DiQueSí, septiembre de 2021. 352 pp. A partir de los 12 años. III Premio DiQueSí.
Nos encantan las películas de miedo, las montañas rusas, los cementerios de noche, los créditos bancarios… Nos van las emociones fuertes. Supongo que sentir el corazón desbocado nos recuerda que estamos vivos.
Una familia, con gato incluido, se traslada a una mansión ubicada en un bello paraje con vistas al mar y al mismo borde un acantilado. Sin embargo, no son los únicos habitantes de la gran vivienda que ellos pretenden convertir en hotel. Este proyecto es el sueño del padre de familia y les ha costado los ahorros de toda una vida. Muy pronto, la familia empezará a protagonizar sucesos extraños que les hacen llegar a la conclusión de que no están solos y, lo que es peor, que habitan la casa nada menos que con fantasmas. ¿O son espíritus? No, mejor no damos pie a confusión porque “los otros” son bastante sensibles a su verdadera identidad y a llamar a las cosas por su nombre y no perdonan una.
Estamos ante una inquietante historia de terror contada con mucho acierto y humor. Lo que más destaca es la fortaleza y la lucha por lo que les pertenece de los personajes. Por un lado tenemos a Rubén, el padre de Iván se ha empeñado en llevar a cabo su sueño de dirigir un hotel y Wendy, su mujer, lo sigue a ciegas porque cree en él. Han conseguido comprar una gran mansión a un precio muy bajo y toda la familia, menos Rubén, no se fían en absoluto del señor Piña, el agente inmobiliario que, muy pronto muestra su peor cara y sus verdaderas intenciones salen a la luz cuando ya no pueden hacer marcha atrás con la compra. Incluso el gato Garibaldi se muestra desagradable con ese individuo. Y por otro lado, los Lunasangre: Flora, Bebé, Ash y la adolescente Eleanor son los fantasmas.
Al principio, las dos familias no se llevan nada bien y muy pronto empieza una verdadera guerra encabezada por los dos padres de familia que obliga al resto de miembros a intervenir. Bebé siente gran predilección por el gato y Flora no tiene más que reconocer que Wendy pinta muy bien, sobre todo un cuadro donde la mujer fantasma sale muy favorecida. Los dos adolescentes, Iván y Eleanor, consiguen vencer sus rencillas incluso cuando están lo más cerca el uno del otro que nos podamos imaginar. Nada de esto será suficiente para que se enfrenten en defensa de sus propios intereses. No tardarán en darse cuenta que tienen más en común de lo que se pensaban y se unen para buscar soluciones al problema de vivienda que comparten.
Esta casa es demasiado grande para mí. Cuesta mucho mantenerla sucia y ya no tengo edad ni paciencia para empujar mesas y asustar intrusos.
Mientras tanto, deberán sortear los muchos problemas que van surgiendo y que son de lo más divertidos e ingeniosos tanto en el interior de la desvencijada casa como en la maravillosa playa que tienen cerca. Un narrador misterioso que se autodenomina “el anfitrión” nos alienta a continuar leyendo para saber cómo discurre la historia. Poco a poco, las dos familias se reconcilian, el gato Caligari protege al máximo las últimas vidas que le quedan, el jardinero de la casa toma cartas en el asunto, lo mismo que la señora Grimaldi, el tapiz de los caballeros con armaduras deja de moverse y todos juntos consiguen desenmascarar al señor Piña y pactar una convivencia que satisfará a todos. Incluso lograrán conseguir el plazo impuesto por el Consejo de Espectros.
Este libro ha conseguido el tercer Premio DiQueSí que en colaboración con la Escuela de escritores es el escaparate de obras de autores casi siempre noveles que tienen mucho que contar. Desde zombis de los más simpáticos, en su primera edición, hasta heroínas tan sencillas como talentosas, en la segunda convocatoria del premio. En esta ocasión, el autor del texto también ha elaborado las ilustraciones en blanco en negro con gran realismo. Otro título para engrosar las bibliotecas con libros de edición muy cuidada y con formatos, ilustraciones y colorido mimados al máximo, como es costumbre en la madrileña DiQueSí.