La coherencia en el guión
Por Luis Muñoz Díez.
Hay una estructura clásica que nos han enseñado a todos cuando hemos aprendido a dar forma a una historia, en mi caso para escribir guiones, heredada del teatro, la novela e incluso de la poesía, pero que es igual de válida para la letra de una canción, un video-clip o anuncio publicitario. Y es que toda historia debe contar con un planeamiento, un nudo y un desenlace, necesarios para la comprensión de una historia.
En el talento del escritor, y en su libertad creativa, está el alterar el orden, comenzando por el desenlace y explicando después cómo se llego ahí, o abordando directamente el nudo haciendo viajar la historia al antes y al después. Existen tantas posibilidades como escritores con talento.
Durante un tiempo, corrientes experimentales, quisieron alterar los tiempos y quedaron exactamente en eso, en experimentos, pero últimamente nos llegan películas de cine comercial, en las que no se sabe muy bien porque intereses o imposición, según se va desarrollando la historia, se convierten en una sucesión de galimatías, que al final te obligan a recomponer la película en la cabeza, para llegar a la pregunta: ¿pero qué me han contado?
Un ejemplo, podría ser Orígen de Chistopher Nolan. Pero estás licencias no se las permiten sólo en películas abiertas a la imaginación, El americano, del cineasta holandés Anton Cordjin, un director notable, cuenta una historia que hace aguas por todas partes. Lo más curioso, es que al público parece admitirlo, en principio, mansamente.
Mach Point, la película de Woody Allen, bendecida por crítica y público, cumple con todo rigor los cánones de una historia clásica y narra una ascensión social, con crimen incluido. Pero Allen, debió ambientar una película, tan formalmente rodada y con una factura impecable, en los años cincuenta o cuarenta, por rigor hoy nadie se puede creer que se cometa un asesinato en el que asesino y víctima tienen tanto roce físico y que no queden pruebas ni restos de A.D.N. Estamos en el siglo XXI y los investigadores cuentan con medios sofisticados.
Se ha estrenado una película en la que una emigrante, por no perder su empleo, convive con un cadáver durante semanas en un tórrido mes de agosto madrileño. Sería una empresa irrealizable. El olfato le haría salir corriendo. Y la mujer, no sólo se sienta a conversar con el cadáver y continua haciendo su rutina cotidiana, sino que recibe a una prostituta, que visitaba al muerto regularmente, y está disfruta del aroma de algún cigarrillo mientras habla de sus cosas, de un modo, que a lo poco, choca.
Me dirán que el cine es ficción y que como tal hay que aceptarlo, o que qué más da. Pues si que da, importa tanto la imagen como el diálogo, los dos son una información emitida que entra por ojos y oídos y la mente ordena, ella solita e inconcientemente, tendiendo a construir una estructura coherente. Y es que ella es la que abre el abanico de las emociones y la que permite que nos identifiquemos con lo percibido, y si ése mecanismo no se articula debidamente la historia no llega al espectador.
El espectador se ha vuelto dócil y lo acepta todo con la mayor naturalidad, pero el Cine es un arte y como tal la verdadera aprobación la da el inconsciente, y ese árbitro inmaterial es el que hace que el espectador, al salir de una proyección, decida mirar la cartelera interesado por los próximos estrenos, o que se vaya a tomar una caña y olvide casi que ha visto una película.
¡No puedo estar más deacuerdo con el artículo. Lo cierto, es que las salas son cada vez más un centro comercial. Ir al cine ya no es un acto solemne al que se acude acompañado y con ganas de rememorar diálogos, escenas, imágenes,…la magia de la gran pantalla se reduce a mero pasatiempo.Un horror y peor aún,¡ un error!
Un saludo!