Alimañas (brillante$): «¿No matarías por una casa así?»
Por Horacio Otheguy Riveira
Niño terrible desde 1991 con The Pitchfork Disney, el londinense Philip Ridley es un hombre orquesta de la cultura underground que sale al frente con éxito de crítica y un público fiel por un teatro bautizado como in-your-face: en tu cara el renovado viejo estilo de que el teatro y el cine (también ha escrito y dirigido una trilogía de terror) deben provocar al espectador antes que hacerlo feliz. Su trayectoria es para nosotros teórica, pues no ha sido estrenado en Madrid hasta esta Alimañas (brillante$) que producen su directora e intérprete Pilar Massa y el coprotagonista Ignacio Jiménez junto a los Teatros del Canal.
Curiosamente tiene mucho en común con otro londinense, esta vez de origen irlandés, Martin McDonagh, autor de El hombre almohada que se representa en esta misma sala (comentario en esta sección): crímenes demenciales a caballo de la imaginación de una escritora, su hermano discapacitado y dos policías igualmente psicópatas. La diferencia sustancial es que la obra de Martin carece de humor y su lado más macabro ronda a niños maltratados. Ambas pertenecen a un subgénero anglosajón literario de creciente éxito: el Domestic Noir, novela y teatro criminal que sucede de puertas adentro en hogares dados por muy adaptados a los presuntos valores de la sociedad «decente y bienpensante».
Estas Alimañas se enmarcan en un delirio de codicia burguesa que costará la vida de seres desgraciados: a más muertos más lujo y redención. Católicos por bautismo y costumbres, no les importará hacerse pasar por generosos religiosos con tal de conseguir su objetivo de crear un hogar como no hay otro igual en esa urbanización que inauguran despoblada, pero que sabrán convertirla en un paraíso por el que muchos otros también matarán por conseguirla.
Como metáfora de la llamada vida real es interesante, ya que refleja —dentro de una estructura de comedia del absurdo— una constante histórica, perfectamente visible con las últimas crisis económicas mundiales, gracias a las cuales los más poderosos han incrementado su fortuna a costa del empobrecimiento de las clases medias y aumentando los grados de miseria de los que están más abajo. Con notable participación de las Iglesias Católica y Evangélica (con sus muchas variaciones) con instituciones adictas a la caridad, mientras comparten mesa y mantel con la clase dirigente.
El texto está muy bien traducido por el también dramaturgo Manuel Benito (El curandero, Un cadáver exquisito) con una versión castellana impecable de la que hay que agradecer su limpieza, ajustada al espíritu del original sin necesidad de caer en un vicio habitual de españolizar con giros de aquí y de allá como para acercar las ironías. Esto lo aprovecha muy bien la directora-productora en el ritmo obtenido en un trabajo muy duro para la pareja protagonista que va a por todas en una intensa exposición de teatro contado, desde el principio narradores de lo sucedido. Una fórmula teatral con escasa progresión dramática basada en el «Te cuento lo que pasó».
Sin embargo, el hecho de haber tomado al pie de la letra el encendido viaje por el horror dentro de una cotidianidad sin asperezas, ha resuelto una puesta en escena demasiado plana. La encantadora y feroz parejita permanece a lo largo de dos horas en el mismo tono de felicidad atontada por el deslumbramiento del consumo desmedido. Una montaña rusa que, a mi parecer, hubiera necesitado otro tipo de progresión dramática que evitara la constante caricatura, desde luego muy cercana al cómic o las películas de animación.
Esto queda especialmente claro en la única escena donde una probable víctima entra en casa y conversa con ellos-con nosotros —ya que el juego consiste en que somos sus confesores—. Pero ella no lo sabe, nos ignora, les habla confiada en la bondad de los desconocidos; es un ser completamente indefenso que sí crea empatía y convierte su aparición en una obra breve, ligada al argumento e independiente a la vez.
Su creación permite un salvoconducto al teatro psicológico, intimista, que el autor instaló en su obra como reflejo de la crueldad de la que son capaces los acogedores señores que le dan un vaso de agua. La actitud corporal, la voz, las miradas de Pilar Massa convocan a la actriz de muy amplia trayectoria y asiste al acontecimiento con la certeza de irrumpir trágicamente en la comedia negra que ha creado como directora con menor fortuna. El impulso del autor decae en interés cuando observamos el titánico comportamiento de dos clasemedieros alucinados por acatar la orden del gran centro comercial de su barrio: Lo suficiente nunca es suficiente. Ante la falta de matices de estos personajes, el impacto inquietante de la trama se torna obvio y pierde fuerza a medida que avanza.
Dramaturgo: Philip Ridley
Versión española: Manuel Benito
Reparto: Ainhoa Santamaría, Ignacio Jiménez, Pilar Massa
Dirección: Pilar Massa
Producción: Massa i Jiménez con Teatros del Canal
Diseño de escenografía y vestuario: Rafael Garrigós
Diseño de iluminación: Francisco R. Ariza
Diseño de espacio sonoro y música original: Raquel Jiménez
Diseño de audiovisuales: Miguel Agramonte
Prensa: Alexis Fernández – alexis@encursiva.es
Fotografía: Sofía Moro
Diseño gráfico: David de la Torre
Ayudante de dirección: Eva Egido
Técnico en función: Miguel Agramonte
Maquinaria: Borja Torregrosa
Construcción escenografía: Readest Montajes S.L.
Transporte: Transportes Castillo
Residencia técnica: Teatro Municipal de Coslada
Jurídico: Gestión de actuantes S.L.
Distribución: www.matelcultura.es