Presentación de «Aquiles», de González Montero en Badajoz
Redacción ESCENA
En el cafetín del Teatro López de Ayala de Badajoz se presentó el libro del dramaturgo Marino González Montero: Aquiles. Partiendo del héroe clásico, el autor ha desarrollado un personaje esencialmente humano, que va conociendo nuevas emociones y sentimientos, alejado del mito helénico que recreara Homero. Con un lenguaje radiante, de profundo respeto a la obra genésica, el protagonista avanza por un espinoso (y luminoso) camino, donde el dolor por la pérdida conduce al encuentro de la belleza y la única verdad.
Durante la presentación, el autor narró la deuda que tiene esta obra con el dramaturgo extremeño Juan Copete y realizó la lectura de diversos instantes de la obra teatral. Una difícil apuesta, tanto en lo conceptual como en el montaje. El acto estuvo presentado por Francisco Collado y contó con la presencia de autores como Miguel Murillo Gómez y Miguel Murillo Fernández o José Manuel Villafaina (crítico y profesor). Durante la presentación se leyó el siguiente texto:
Quien conozca la obra de Marino podrá pensar que se ha pasado al lado oscuro.
Una obra sobre héroes, sobre luchas, batallas y victorias. Pero nada de eso hay en Aquiles, que forma parte de lo que me he atrevido a llamar trilogía, junto a Laberinto y Muerte por Ausencia.
Porque este héroe homérico ha sido abducido para convertirse en un antihéroe marinomonteresco. Un hombre que busca su sombra en la soledad de una playa, varado, sufriente y doliente. Si los personajes de sus anteriores obras buscaban un demiurgo, una sombra creadora una respuesta, Aquiles dialoga directamente con los dioses. Lo cual no parece servirle de mucho a sus dudas y agonías.
También en Aquiles encontramos ese modo de tratar el lenguaje, de alquimizarlo y transmutarlo del autor. La búsqueda del verbo áureo, de la palabra como herida de luz.
Es cierto que el teatro es escenografía, personajes que se mueven, salen, entran, ríen, lloran. Pero ante todo el teatro es texto. Es situar la palabra más exacta en el lugar más adecuado como en toda forma de literatura. Y es que el teatro es literatura, aunque muchos piensen lo contrario, pero esa sería otra historia.
Marino González Montero da un paso más allá de las odas homéricas. Avanza dentro del alma de Aquiles, diseccionándola con el bisturí de la palabra. Saca a la luz lo que homero apenas insinuaba. El amor del héroe por Patroclo, motor de toda su vida y sus anhelos. Luz hacia la qe avanza la oscuridad de su vida.
Como toda la dramaturgia del autor, Aquiles es una obra difícil. No sólo por el lenguaje y la reflexión filosófica de cada diálogo, en este caso más complicada aún, ya que hace referencias a dioses, situaciones y hechos que quienes no hayan leído La Ilíada van a encontrar extraño. Lo es por la intensidad que solicita del actor, por la densidad de sentimientos, emociones y pugnas con la realidad.
Además entre otras monterescadas, el autor tiene la hermosa costumbre de incluir letras para musicar y hacerlo todo más sencillo. Pero para que vamos a crear unas hermosas cuartetas con su rima ABBA, cuando podemos crear un texto disgregado que suponga todo un desafío para el compositor.
Una de las características del texto dramático de Marino González es la inclusión de golpes de humor en medio de la barahúnda filosófica. De este modo encontramos una diosa políglota con sus darlings en medio de una iglesia abandonada en Laberinto o una diosa que se refiere al padre de los dioses como zeusito, sin que Aquiles frunza el ceño ante tamaña osadía helénica.
Esta obra desmonta uno de los mayores mitos de la cultura occidental. El héroe invicto, la gloria después de la batalla, el prototipo masculino. Aquiles sufre desde el primer instante en la soledad de la arena. Se busca a sí mismo no en el resplandor de los escudos broncíneos, no en las lanzas de larga sombra. Él sólo desea su verdad. Una verdad que sólo llega a través del dolor, del más ardiente de los sufrimientos que es el amor. Para vencer, Aquiles tiene que resurgir de sus cenizas. Sólo el amor lo redime y lo convierte en un verdadero héroe. Solo el amor.
Aquiles nos habla de la renuncia, de la verdad que está más allá de las olas, de cómo cuando nace la aurora de rosados dedos, todavía tenemos esperanza. El hombre es sombra de otra sombra, dice Aquiles en borgiana referencia. No hay mejor forma de definir esta obra. No hay mejor forma de definir esta trilogía que culmina en este soberbio Aquiles. Sombras de otra sombra….