‘Viajes alrededor de una habitación’, de Xavier de Maistre
Viajes alrededor de una habitación
Xavier de Maistre
Traducción de Delfín G. Marcos
Mármara
Madrid, 2021
173 páginas
Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca
Contar las constelaciones y luego echarse a dormir. Esa es la esencia de viajar, algo así como el resumen de un día en que te sentiste libre. ¿Cómo sentirse libre sin salir de la habitación? Encerrado en ella durante varias semanas, a cuenta de un confinamiento domiciliario, Xavier de Maistre (Chambéry, 1763 – San Petersbrugo, 1852) decide que en lugar de constelaciones va a dar buena cuenta de lo que nos hace humanos. Así escribe Viaje alrededor de mi habitación, que años más tarde completaría con Expedición nocturna alrededor de mi habitación, en los que se propone desgranar la filosofía del hombre de mundo. No se trata de los grandes temas metafísicos ni éticos, nada del estilo de montar una estructura que trate de explicar el universo y la razón de nuestra presencia en el universo. Se trata de tocar los temas humanos como los tocaba Montaigne, pero con un aliento más corto y un espíritu muy didáctico. Escribe con esa conciencia propia de su época, la de tener lectores, la de saber que será leído y, en consecuencia, debe ser diáfano y aterrizar en el territorio del hombre común.
Xavier de Maistre va recorriendo los espacios de la habitación y a partir de cada pared, de cada rincón, distribuye pensamientos, diserta, como si siguiera a los distintos ángeles que le salen al paso. Y así afronta el tema del alma y el tema de las artes, que nos distinguen de los otros seres vivos. Como nos diferencian otros asuntos que van saliendo al paso: la amistad, sin duda alguna, o en qué consiste la virtud; habla de la belleza y los efectos de la belleza, que son la alegría y la tristeza; se centra en la forma de observar que es propia del ser humano a través de la expresión propia y la común; se acerca a otros verbos como jugar o inventar, y también menciona la imaginación, que es un valor constante a lo largo de los dos textos.
Todo lo plantea como si estuviera en diálogo consigo mismo, lo cual bien podría ser síntoma de locura; pero ese filo en el que se puede mover el hombre, esa línea que separa estar loco de vivir cuerdo, ha dado lugar a pensamientos lucidísimos, como si los autores abandonaran sus lastres y, no teniendo obligación de rendir más cuentas, se permitieran pensar tan libremente como si estuvieran contando constelaciones antes de acostarse. En realidad, son momentos de autoconocimiento. Xavier de Maistre se hace consciente de sus limitaciones y nos enseña que haber vivido significa haber estado abierto al aprendizaje. Y todo esto lo reflexiona con un tono exacto de humor en el primero de los escritos, el viaje de día, que dará pie a una melancolía algo más acrecentada cuando afronte el paseo nocturno, algo que es inevitable que asociemos a la senectud. Bien aprovechadas, tanto la juventud como la vejez son dos temporadas en las que navegar entre la sabiduría.