Top cinco de las mejores interpretaciones en cine
Por Gaspar Jover Polo.
Empecé esta clasificación con tres películas solamente y con tres actores favoritos, lo que se entiende por un pódium, pero, claro, he seguido viendo películas y no he podido dejar de quedar impresionado por más actuaciones. Poco después pasé a las cuatro interpretaciones que más me han impresionado, luego, a las cinco y, en este número, me planté para que resultara redondo. Con tantas buenas actuaciones como ha habido en la historia del cine y con tantos eminentes actores y actrices, puede parecer una temeridad elegir solo cinco; pero, si se quiere establecer algún tipo de clasificación, hay que correr el riesgo.
El riesgo existe y la dificultad es muy alta porque es necesario afinar mucho para elegir un número tan bajo. El objetivo, en definitiva, es, claro está, recomendar estas cinco películas e intentar que otros aficionados las vean y las valoren, o, si ya las han visto, que las revisen. Mi top cinco de interpretaciones en cine, empezó con tres: con Marcello Mastroianni en La noche de Varennes, con Tony Curtis en El estrangulador de Boston y con Donald Sutherland en El Casanova de Fellini. Y dio la gran casualidad de que dos de esas tres grandes actuaciones se ocupaban de representar en la gran pantalla al mismo personaje histórico, a Giacomo Casanova. Luego elegí como cuarto actor a Laurence Olivier, después de ver El animador. Y algo más tarde, cuando ya andaba inmerso en la fiebre clasificadora, volví a ver Persona, del director Ingmar Bergman, y no pude dejar de quedar completamente aterrorizado por la interpretación de Liv Ullmann, que casi casi parece una autómata por la insensibilidad que esta actriz le proporciona al personaje protagonista de este filme.
Esta fue mi clasificación definitiva durante meses. Pero luego volví a ver La hija de Ryan, de David Lean, en la que se conjuran varias interpretaciones excepcionales, un verdadero derroche de sensibilidad artística, y, sobre todas ellas, me sigue impresionando la de John Mills, el actor que hace de tonto del pueblo, hasta el punto de que no puede reprimir el deseo de retocar mi top cinco.
Y ahora me veo otra vez en la necesidad de ampliar la lista, de romper con el número redondo, porque he vuelto a ver La vida es así, del reputado director de Hollywood, Victor Fleming. En esta película de 1942 reluce como protagonista Spencer Tracy, yo creo que es una de sus mejores actuaciones, y sale también la bellísima Hedy Lamarr haciendo el papel de muchacha latina de una manera bastante convincente; y además, en medio de semejante plantel de actores, de grandes estrellas de la pantalla, aparece, en un papel mucho más corto, Frank Morgan, nominado al Óscar como mejor actor secundario, en una interpretación de las que estremecen.
En La vida es así, Spencer Tracy, el astuto pueblerino conocido como Pilón, intenta engañar al Pirata, al personaje que interpreta Frank Morgan, para sonsacarle información sobre el dinero que, al parecer, este paisano tiene enterrado en el bosque; pero, a parte del dinero, Pilón descubre enseguida que el Pirata, el viejo solitario que vive rodeado por sus cinco perros, no esconde nada en su interior, que, desde el primer minuto de la charla, ofrece su alma al desnudo.
PIRATA: San Francisco, dirigiéndose a mí, me sonrió como un buen santo y me dijo: “se bueno con los perritos, hombre sucio”
PILÓN: ¿Él te dijo eso?
PIRATA: Bueno, es que yo lo estaba. Y como los santos nunca mienten….
¿Qué es lo que más me llama la atención en todas estas interpretaciones? ¿Hay algún denominador común? Y yo creo que puedo responder que sí, que todas ellas tienen la capacidad de estremecerme un poco. Somos personas adultas y conscientes de que estamos viendo ficción, de que realmente todos esos actores se encuentran trabajando en un decorado, de que se trata de cine; pero no podemos evitar que el sentimiento remueva el fondo de nuestro organismo, que, por mucho tiempo que pase, ya no puedan desaparecer estas actuaciones del catálogo de nuestros mejores recuerdos, de esos que afloran en nuestro pensamiento consciente de vez cuando y sin avisar la mayoría de las veces.
Morgan me estremece por el grado que alcanza su personaje en cuanto a pureza e ingenuidad; Mills me estremece por su verosimilitud; y Ullmann, por el terror que me provoca la frialdad de su rostro. En La noche de Varennes, Mastroianni estremece porque siendo ya un seductor muy maduro, casi un viejo decrépito, con todo tipo de achaques físicos y prácticamente acabado en cuanto a ilusiones, ¡oh extraordinaria paradoja!, todavía conserva intacto el aprecio por su propia dignidad.