“Violencia”, de Bibiana Collado Cabrera
Por Alberto García-Teresa.
Un rotundo posicionamiento abre este potente poemario, Violencia (La Bella Varsovia) de Bibiana Collado Cabrera (1985): “La palabra despecho no me deja decir / la palabra víctima”. La autora explora en él la violencia de género para exponer las contradicciones, las inercias y las construcciones sociales patriarcales que la posibilitan y que la protegen.
Uno de los nudos en los que indaga es la coacción del lenguaje y en la construcción de mundo que este posibilita. Y el mundo que cierra, por otro lado, precisamente cuando la necesidad de expresión es urgente. Así, Collado Cabrera, doctora en literatura hispanoamericana, señala que “nos hacen con cada palabra”, y “el lenguaje es siempre patrimonio del opresor”. La confusión y la frustración de las víctimas que no encuentran modo de recomponer y nombrar lo que ha ocurrido y lo que están viviendo constituyen uno de los vectores de mayor tensión de todo el libro. Así, el lenguaje, que siempre ha sido un tema constante en los poemarios de esta autora, vuelve a situarse en primer plano en estas páginas.
La autora sabe hábilmente urdir la tensión del poema con la angustia de lo comunicado y la expresión y argumentación de la denuncia. La concisión de los títulos de los textos, reducidos en su práctica totalidad a una única palabra, incide en la contundencia del volumen y en la gravedad de su tono.
En especial, Collado Cabrera indica la manera en la que todo el entramado patriarcal consigue que la víctima de una agresión de género se sienta culpable, dude de sí misma (“¿cómo han conseguido que sospeche de mí?”) y, en última instancia, acate vencida. La poeta nos muestra las consecuencias psicológicas y físicas de esos mecanismos de sumisión que permite la persistencia de la impunidad. Es realmente importante ese trabajo, por cuanto Collado Cabrera deja constancia de que la agresión no concluye con el acto en sí, sino que constituye solo el principio de un proceso traumático y de anulación de la mujer. El veneno como símbolo de todo es la herramienta con la que la escritora camina en versos donde busca mayores resonancias y senderos más conceptuales. Con piezas en primera persona, la autora se sumerge en esa dolorosa exploración donde la incomprensión, la desorientación y el estigma (ante la sociedad y ante sí misma) rasgan el concepto de normalidad de nuestros días. También puntualiza cómo se desactivan los lazos que buscan la sonoridad a través de la culpa, especialmente, y del relato de lo excepcional. “¿Cómo descubrirse víctima / y seguir siendo dueña del discurso?”, se pregunta. Los textos de Violencia, en efecto, muestran y abren incertidumbres, constatan y lanzan reflexiones, denuncian y estimulan reflexiones.