“¿Qué nos hace humanos?”, de M.S. Gazzaniga [Paidós]
¿Qué nos hace humanos? La explicación científica de la singularidad de nuestra especie. Michael S. Gazzaniga. Paidós, 2010. Título original: Human. 471 pp. 27 €.
Por María Pardo Arenas.
«Hay una ilustración familiar que, bajo diversos encabezamientos, circula entre los biólogos evolutivos. Muestra a un simio en un extremo de una línea y a continuación varios antepasados humanos que culminan en un ser humano de elevada estatura y posición erecta, en el otro extremo. Hoy sabemos que la línea no es tan directa, pero la metáfora sigue siendo válida. Hemos evolucionado, y somos lo que somos como resultado de las fuerzas de la selección natural. Y sin embargo a mí me gustaría corregir esta ilustración. Yo veo al ser humano volviéndose, con un cuchillo en la mano, y cortando la correa imaginaria que le une a las versiones anteriores, libre de hacer cosas que ningún otro animal es capaz de hacer ni por asomo».
Con este sugerente párrafo nos introduce Gazzaniga a su obra, adelantándonos la postura que mantendrá a lo largo de todas sus páginas. En un tono distendido y ameno, recorrerá una por una las áreas de la vida animal y humana, acercándonos a su conocimiento fisiológico, explicándonos las diferencias y similitudes, las ramas comunes y las divergencias entre lo humano y lo que no lo es.
En una primera parte, con un rigor científico incuestionable, describe el cerebro humano y las implicaciones que conllevan las diferencias entre éste y el de los demás primates. Pasa después por los distintos ámbitos que caracterizan lo humano, explicando su correlato en la neurociencia y las interpretaciones que se han dado, así como la suya propia. De este modo, analiza cuestiones como las relaciones sociales, la moralidad, la religión, el dolor, el arte, la teoría de la mente, la autoconciencia y la posibilidad que tiene el hombre de dirigir su propia evolución gracias a los avances en genética, todo desde una perspectiva psicológica y científica. La abundancia de experimentos y estudios que respaldan siempre la teoría que va explicando convierte lo que podría ser un denso libro de neurociencia en algo ameno, y hace que el lector sea permeable a prácticamente todo el contenido.
Aparte de comparar el cerebro, los procesos mentales y las conductas del hombre con los de los animales, se presentan también en lo tocante a muchos temas, las disfunciones que en el hombre han llevado a científicos de la mente a avanzar en este campo. De esta manera, explica también las soluciones planteadas a problemas tales como la sordera o la ceguera de nacimiento, preguntándose siempre y abriendo la discusión sobre si tales soluciones (la mayoría de las cuales requieren de implantes en distintas zonas del cerebro) suponen en cierto modo una deshumanización, o si, por el contrario, el ser capaces de desarrollar esa tecnología nos hace más humanos aún.
A pesar de la cantidad de experimentos que parecen indicar hacia una continuidad en la evolución, y de las voces que se elevan para defender esta tesis, el autor se mantiene incólume presentando evidencia de una discontinuidad, de un gran salto que impide que el hombre se reconozca, más allá de algunas funciones y características básicas, en el resto de animales. Así, cada vez que se exponen tesis a favor de la continuidad aparece una antítesis más fuerte aún que nos hace recapacitar y nos convence de lo contrario. Y el autor expone los argumentos y los experimentos de tal manera que no podemos dejar de asombrarnos ante las cosas que los hombres –y sólo los hombres– somos capaces de hacer, pensar y sentir. El gran punto fuerte del libro, a mi juicio, es precisamente éste: hacernos ver que las pequeñas cosas cotidianas, aquellas a las que estamos acostumbrados y que hacemos por rutina diariamente suponen un desgarro, un gran salto en la cadena de la evolución que a la fuerza ha de maravillarnos y guiarnos hacia una reflexión. La de que acciones tan simples como reconocer una cara, acordarnos de nuestro cumpleaños del año pasado, saber orientarnos en nuestra propia calle o montar en bici son pequeños milagros que obra la naturaleza a través de la complejidad de las conexiones del cerebro humano.