“Cogito ergo sum” en la voz de Billie Eilish
Por: Elizabeth Salvatierra
Bajo el pensamiento filosófico de René Descartes, “cogito ergo sum” (pienso, por lo tanto soy) y rompiendo un busto color blanco bajo un fondo rojo sangre, Billie Eilish acapara nuevamente el escenario musical ofreciéndonos algo más que un esbozo de sonrisa al que ya nos habíamos acostumbrado, al presentar un nuevo single de lo que será su próximo trabajo, y a pocos meses de haber sido la absoluta ganadora de lo Grammy: canción del año para “Bad guy”, mejor artista nuevo, mejor álbum, mejor grabación del año, mejor álbum de pop y, hasta mejor ingeniería de grabación para “When we all fall asleep, Where do we go?”.
“Cuando todos nos quedamos dormidos, ¿a dónde vamos?”, pregunta en la portada de su reciente disco galardonado y grabado en casa, en el que, cuestiona el estado onírico y la ausencia de una realidad absoluta, con una puesta en escena creada por ella misma, donde el susurro de su voz en medios tonos no deja de ser un lamento, un quejido, una voz entrecortada y suaves falsetes que decaen en casi un sollozo porque muchas veces su letra lo requiere; y trasciende sin dejar de ser dulce, con la complicidad de la imagen angustiante que demuestra desde “lo oscuro”, como suelen denominarla públicamente.
Billie Eilish hace lo que quiere, está claro, cumplirá 19 años en diciembre, y sus cambios constantes de look la definen, fuera de normas y estereotipos que marca el pop y reguetón de un solo éxito, se desvincula de la insinuación sexual en sus videos y revela la otra cara de la moneda para la industria musical, una personalidad introvertida, nada invasiva que lucha por sacar fuera toda la sensibilidad posible sin temor; hace más caso a la corriente “sad girl” de finales de los 90, que ha tenido en este año una transformación importante en las redes sociales como Instagram o Tik-Tok y que tiene a los “e-girls” y “e-boys” como principales seguidores y anti-influencers, una contracultura que nos acerca a la joven lejana y solitaria, que hace de su propia melancolía y seriedad, su mayor atractivo, con el fin de oponerse a la feminidad e intimidad de la cultura patriarcal, la “chica triste” que canaliza el dolor, decide descubrir sus emociones y vulnerabilidad en público porque ella es como es, y no como dicen que deba ser.
Su hermano mayor, amigo, socio y productor Finneas O’Connel, ha logrado materializar lo que hoy es Billie Eilish, una adolescente como cualquier otra en búsqueda de su propio “yo”, con una pequeña diferencia: la genialidad de ambos en la música, lo que hace que funcione su sello independiente, es su forma de comunicar la que irrumpe vertiginosamente, la que ha roto las barreras de las redes sociales para que, no sólo las discográficas, sino también productoras de cine, televisión, marcas de ropa, artistas y hasta políticos, vayan tras ella.
Y con esa expectativa personal, cierra el lanzamiento de tres singles nuevos para este año, junto a “My future” y “No time to die”, tema de la banda sonora del próximo filme de James Bond, estrena “Therefore I Am” (por lo tanto, soy) haciendo referencia al pensamiento filosófico de Descartes, “Cogito ergo sum” o “pienso, por lo tanto soy” en su acertada traducción, porque el pensar, ya sabemos que lo hace y bastante, además de estar preparada para sonreír un poco más de la cuenta.