Contarlo para no olvidar, un osado montaje adaptado y dirigido por Miguel Rellán
Por Ana Riera
Hace cuatro años, Maruja Torres, periodista y escritora, y Mónica G. Prieto, periodista y corresponsal de guerra, se reunieron en un motel de Tailandia para mantener una larga e interesante conversación. De ese intenso encuentro que se prolongó un par de días debía salir el texto para el segundo número de la colección bautizada como Voces, una serie de libros-diálogo que se publican anualmente y en los que periodistas de distintas generaciones charlan y reflexionan sobre el mundo del periodismo y todo lo que le rodea. Ese libro se publicó un tiempo más tarde y un buen día cayó en manos del actor Miguel Rellán, que en seguida quedó fascinado y sintió que tenía que hacer algo con ese rico material. Iba a convertirlo en un texto teatral.
El principal reto estaba en que, al tratarse de una conversación entre dos colegas que se admiran y se comprenden, no había conflicto, ni tampoco argumento. Solo palabras y reflexiones poderosas, de las que conmueven el alma. Tras darle unas cuantas vueltas, llegó a la conclusión de que algo que le había removido tanto, que le había dado tanto que pensar, con un poco de suerte también podría remover y hacer pensar al público. Eso le animó a seguir adelante con el proyecto.
Tras varios meses de trabajo escogiendo qué partes seleccionaba y qué partes descartaba, dándole forma para que pudiera representarse como una obra teatral, el proyecto quedó listo para ser puesto a prueba. La actriz Nuria González sería la encargada de dar voz a la polifacética Maruja Torres, desde hace unos años concentrada en la escrituras de novelas y memorias. Nuria Mencía se pondría en la piel de Mónica G. Prieto, la amante de los conflictos bélicos, todavía en activo, todavía en busca de una nueva guerra sobre la que contar la verdad en primera persona.
El resultado resulta difícil de catalogar, pero da lo mismo. Porque tanto Mencía como González consiguen que se produzca la magia, que dejemos de verlas a ellas y veamos a las dos periodistas, aunque no se parezcan físicamente, aunque no se muevan ni se expresen como lo harían ellas. Tal vez el secreto reside en que son esas dos periodistas, pero en que también podrían ser dos doctoras, dos investigadoras, dos maestras o dos abogadas. Dos mujeres, en definitiva, que han cogido las riendas de su vida y han luchado por ser las personas que quieren ser, enfrentándose a sus miedos y a los que les ponen cortapisas.
Las dos actrices transmiten tanta verdad, que la obra, aun sin argumento, a pesar de la ausencia de conflicto, al menos en el sentido clásico, cautiva al público desde el primer instante. Y lo hace con una gran fuerza y emoción.
Son muchos los temas que aparecen a medida que la conversación avanza. Reflexiones sobre el papel que desempeña el periodismo y lo mucho que ha cambiado desde los años cincuenta, sobre el machismo en las redacciones, sobre lo que supone ser un reportero internacional, sobre la desolación que provocan las guerras, tanto física como emocional.
La escenografía es sencilla. Cuenta con una mesa y unas sillas de un gris brillante, bañadas por una luz tenue, para que no nos desviemos de lo realmente importante, que es lo que nos cuentan estas dos mujeres excepcionales. Y unas maletas bien cargadas, listas para salir, como les sucedió a lo largo de muchos años de su vida.
Como explica el propio Rellán, la obra no ofrece soluciones concretas. Sí suscita, en cambio, muchas preguntas. ¿La información nos informa realmente o simplemente nos entretiene? ¿La información nos ayuda a comprender o es un medio para manipularnos? ¿Por qué cada vez hay más fake news? ¿Quién decide qué se cuenta y qué no? ¿Hasta qué punto aumentan las dificultades y el peligro por el hecho de que el corresponsal de guerra sea una mujer? ¿Es posible que te queden ganas de volver a la guerra tras haber vivido esa dura experiencia una primera vez, tras perder algún ser querido en ella? Y, sobre todo, ¿vale la pena dejarse la piel para tratar de contar lo que realmente ocurre, sirve de algo?
Difícil pregunta esta última, dificilísima. Probablemente sirva de poco. Probablemente el sufrimiento, la angustia y el miedo que todo ello implica sean desproporcionados. Pero hay una cosa que está clara. No intentarlo, no hacer nada, sería mucho peor.
Dirección y adaptación Miguel Rellán
Basado en el libro Contarlo para no olvidar de Mónica G. Prieto y Maruja Torres.
Intérpretes Nuria González y Nuria Mencía
Diseño de Iluminación David Vizcaíno
Diseño de escenografía y vestuario Mónica Boromello (AAPEE)
Composición musical Germán Ponte y Linnea Weiss
Grabación, arreglo y producción musical Germán Ponte
Violonchelo Linnea Weiss
Guitarra Pablo Chávarri
Ayudante de Dirección Aintzane Garreta
Una producción del Teatro Español
TEATRO ESPAÑOL. SALA MARGARITA XIRGU. DEL 8 DE SEPTIEMBRE AL 4 DE OCTUBRE 2020