‘Ni Fuh ni Fah’, de Julio Camba
Ni Fuh ni Fah
y otras historias del ancho mundo
Julio Camba
Prólogo de Pablo Martínez ZarracinaPepitas170 páginas
Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca
El humor surge de un tema tradicional: las costumbres. En realidad, el humor lo practican grandes observadores, porque lo que nos hace reír consiste en la percepción y asociación de lo que está a la vista. Y nada está más expuesto que las costumbres. Por otra parte, el humor es una herramienta de combate. ¿Se combate contra las costumbres con el humor? Es posible, pues todo depende del grado de ironía, de la cantidad de sarcasmo que oculte el locutor, si es que oculta alguna. No es el caso de Julio Camba (Villa Nova de Arousa, 1884 – Madrid, 1962) que no denuncia ni practica el humor con malas intenciones, que parece combatir, pero se encuentra cómodo dentro del mundo que narra, entre otras razones porque le permite practicar la observación de la que disfruta. Esa suerte de felicidad la transmite en estos artículos, que recorren una parte del mundo en el que lo moderno y lo antimoderno se van dando de bruces y se van dando de la mano.
Al leer hoy a Camba nos damos cuenta de cómo participa en una época en la que van naciendo los tópicos que hoy respiramos. Si habla de los ingleses lo hace como colonizador de aquello que hoy nos hace reír, como colonizador del conocimiento de los hábitos ingleses. Pero sabe guardar el equilibrio y no acaparar malos sentimientos: los enuncia, mientras enuncia también los hábitos contrarios de los españoles, como si se tratara de un marciano, como alguien capaz de salir al exterior del ambiente en el que vivimos y mirarnos como se mira el teatro. Los chinos, los americanos y las distintas regiones de España no se escapan a su mirada, a algo que ahora echamos mucho de menos, que es el conocimiento por contacto directo. Ahora conocemos lo grande, el espíritu de las cosas, de los actos, y pretendemos saber que eso, las conclusiones que uno halla en artículos que pueblan internet, es el alma humana. Camba nos devuelve la sensación contraria, la de que cada uno de nosotros sólo puede conocer lo pequeño, los detalles del lugar que habita, y tratar de ampliar ese lugar, aunque con limitaciones. La dimensión de los escritos de Camba es la de una escala humana, real. Por esa razón merece la pena volver a leerlos.
“Se trata de un observador agudísimo y un pensador original”, dice Pablo Martínez Zarracina en el prólogo. “Nunca solemniza. Algunos de sus artículos pueden parecer demasiado anecdóticos o ligeros, pero encierran siempre una subversión tranquila. Consiste en demostrar que la aplicación sobre la realidad de un razonamiento lógico imperturbable también da como resultado el puro disparate”. Eso sí, un disparate en el que destaca la sinceridad y en el que jamás se falta al respeto. Por mucho que Camba piense que poco es lo que debemos tomar en serio.
Ni Fuh ni Fah es el penúltimo libro que Julio Camba publicó en vida y una de sus obras más desconocidas. En sus páginas, el gran maestro del artículo nos regala divertidísimas anécdotas de su deambular por tierras extranjeras, fruto de esa manía suya de observar el ancho mundo, trufadas con lúcidas reflexiones que dejarían sin habla al más elocuente de los filósofos y que constituyen la prueba fehaciente de lo que él mismo solía predicar: «Los hombres no son ni buenos ni malos: son absurdos».
Esta obra, que nunca se ha reeditado desde que se publicara por vez primera en 1957, nos muestra a un periodista maduro, preciso y asombroso, un prodigio de serenidad y buen humor, de escepticismo y alegría de vivir, y supone todo un descubrimiento para los amantes de la prosa del gallego, además de una maravillosa —y sólida— puerta de entrada a la obra de quien fuera, en palabras de Ortega y Gasset: «el logos, la más pura y elegante inteligencia de España».
Julio Camba nació en Vilanova de Arousa el 16 de diciembre de 1884. Siendo casi un niño se embarcó como polizón rumbo a Argentina, de donde fue expulsado por sus actividades revolucionarias, con las que continuó a su regreso a España. Colaboró en Tierra y Libertad en su etapa como diario y posteriormente fundó El Rebelde, notable periódico de ideas anarquistas en el que colaboró, entre muchos otros, Piotr Kropotkin.
Acosado por las autoridades y apretado por las dificultades propias de una empresa de este tipo, cerró El Rebelde, se fue alejando de su «aventura juvenil» y su firma empezó a dejarse ver en otros periódicos de la época como El País, España Nueva, El Mundo o El Sol, hasta llegar a ABC.
Recogió sus columnas y crónicas de viajes en libros como Alemania, Londres, Sobre casi nada, Sobre casi todo o La ciudad automática, volúmenes que fueron muy apreciados por los lectores de su época. De entre todos sus títulos destaca Mis páginas mejores, antología preparada por él mismo en los años cincuenta —y reeditada en Pepitas en 2012— que recoge lo mejor de su producción literaria. Muchas de sus páginas constituyen auténticas obras maestras por su ingenio y por su estilo.
Su particular alineación con el franquismo y el hecho de haberse dedicado a un género considerado menor —la columna periodística— hacen que Camba sea todavía un gran desconocido para muchos lectores.
En 1949 se instala en la habitación 383 del hotel Palace de Madrid hasta su muerte, el 28 de febrero de 1962.