Hart Crane en Brooklyn
Por Antonio Costa Gómez.
Para Lorca Nueva York era horrible. Para Hart Crane era el entusiasmo. El puente de Brooklyn fue el mito de Hart Crane y le dio su pasión personal. Mezcló la fuerza del puente de Brooklyn con la fuerza de los indígenas y de los montes de Norteamérica. Mezcló los rascacielos con las leyendas aborígenes en un impulso de vitalismo y de visiones.
Para Crane Brooklyn era el sueño, el entusiasmo. Creía en una libertad desaforada. El poema “El puente” opone la vitalidad desgarrada a la muerte. Tuvo tanta vida que no lo comprendieron. Trató de vivir esa vida en México. Y al final se tiró desde un barco en el golfo del Caribe a los 33 años.
En “El puente” Crane busca un verso épico, disparado a veces como el de Walt Whitman. Intenta hacer una epopeya, pero se queda en una lírica ambiciosa y reventada. Su gran poema se le rompió en trozos. Quiso escribir la epopeya de América y escribió la tragedia de sí mismo. El poema tiene un toque desolado.
Crane se entusiasmó con el puente de Brooklyn, puso en él mil significados. Su puente de Brooklyn salta y vive. Suelta todo el dinamismo onírico con pasión surrealista. Quiso ponerlo todo en él, pero fracasó. Pero dejó fragmentos geniales. Vivió la poesía y murió por ella. Se entusiasmó tanto como todos los que mueren pronto.
Pero yo sentí ese Nueva York en el Village y en el White Horse de Dylan Thomas. Estuve en el puente y no pude olvidar el poema. Atravesé la pasarela enorme y surrealista que me fantaseaba los rascacielos y me vinieron los versos: “Oh arpa y altar fundidos en furia. / Cómo pudo el esfuerzo alinear el canto de tu cordaje, / terrorífico umbral de la visión del profeta, / de la oración del paria y del gemido del amante”.