‘El resplandor’, de Stephen King
ANDRÉS G. MUGLIA.
¿Qué se puede decir de Stephen King que ya no se haya dicho? Autor tan mimado por la cultura popular como denostado por los críticos, auténtica fábrica humana de best sellers, producto y productor de la cultura estadounidense, creador incansable de personajes, escenarios y situaciones de suspenso, terror y fantasía que ya han quedado imbricados en nuestro imaginario como clichés revisitados una y otra vez por escritores, realizadores cinematográficos y lisos y llanos fans.
El resplandor es su tercera novela publicada en 1977. A pesar de que las ediciones de sus novelas anteriores Carrie y El misterio de Salem’s Lot habían sido éxito de ventas en sus ediciones de bolsillo, El resplandor tendría una trascendencia todavía mayor por su éxito en la adaptación cinematográfica de Stanley Kubrick con un inolvidable Jack Nicholson como protagonista.
Tratando de buscar un escenario diferente al de sus dos primeras novelas que transcurrían o hacían referencia a su Maine natal, King viajó con su familia al estado de Colorado. En medio de ese viaje realizó una escapada romántica con su esposa Tabitha al hotel Stanley, antiguo resort lindante a las Rocallosas. Quiso la casualidad que la pareja llegara justo la noche anterior al cierre de la temporada y que el hotel, con su largos pasillos cuya construcción había escapado apenas por nueve años al siglo XIX, estuviera casi vacío. El matrimonio tuvo que cenar a solas en el desmesurado comedor, mientras escuchaba música grabada que resonaba siniestramente en los corredores.
En medio de la noche, King se despertó sobresaltado por un pesadilla en la cama que compartían con Tabitha en la habitación 217. Había soñado que su hijo de tres años corría y gritaba desesperadamente por los pasillos del hotel mientras una diabólica manguera para incendios lo perseguía. Mientras fumaba silenciosamente observando a través de la ventana el perfil nevado y alucinante de las montañas, King concibió de un tirón todo el argumento del El resplandor.
El escenario de la novela es el hotel Overlook, copia fiel del verídico Stanley. Este hotel, paraíso de temporada de la clase alta norteamericana, queda aislado por la nieve durante la temporada invernal. Jack Torrance, un escritor fracasado y alcohólico que ha sido despedido de su trabajo como profesor universitario por golpear a un alumno, llega al hotel en carácter de cuidador invernal con su familia: su mujer Wendy y su hijo Danny de cinco años. El aislamiento que le proporcionará el hotel es su oportunidad para desengancharse definitivamente del alcoholismo y de lograr superar su bloqueo de escritor que le impide concluir una obra de teatro en la que tiene puestas grandes esperanzas.
Pero Jack no llega a este aislamiento voluntario en la mejor condición. Al borde del divorcio por un incidente en que le rompió un brazo al pequeño Danny y después de un accidente automovilístico junto a un compañero de juerga, donde borrachos mataron a un ciclista, el atribulado Jack no sabe a ciencia cierta si el tiempo que se prefigura será una cura para él y su familia o una condena.
Sin embargo Jack es solo uno de los ejes de la trama, el otro es el pequeño Danny, que esplende. ¿Y qué es eso? Danny tiene, como lo describe el cocinero del Overlook, Dick Hallorann (que también esplende), un resplandor, es decir la capacidad de leer el pensamiento y de comunicarse a través de él, pero no solamente eso, también puede predecir el futuro y entrar en contacto con ¿almas? ¿fantasmas? ¿espíritus errantes?, en fin, todo el combo de las historias de terror gótico de las que King es heredero, entre otras cosas.
Hallorann advertirá cuando conozca a Danny que está frente a un verdadero fenómeno. Le pide que no se acerque a ciertos lugares del hotel, como el patio de juegos para niños o la habitación 217 y que si necesita ayuda le envié un pedido de auxilio (telepático naturalmente) y él vendrá a rescatarlo.
Porque el Overlook es el tercer eje de la novela, un verdadero protagonista, en el sentido que un ser viviente puede tomar un rol protagónico en una novela. El Overlook está, como cualquier hotel centenario, lleno de historias. Pero las suyas no han quedado como anécdotas en la memoria de quienes las vivieran, o en algún recorte de vida social publicado en el periódico local, sino que se actualizan todo el tiempo en sus pasillos y habitaciones; reviviendo con siniestra vitalidad en momentos en que el edificio queda cercado por la nieve y la familia Torrance no tienen modo de escaparse de él.
Y esa escena rezuman historias truculentas. Las muerta de la habitación 217, que flota en la bañera esperando que algún incauto que esplenda entre a perturbar su descanso para perseguirlo. Los mafiosos asesinados brutalmente en la suite presidencial. La fiesta de fin de año que resuena por los pasillos nocturnos del hotel, mientras el ascensor sube y baja sin parar lleno de voces etílicas y fantasmales que ríen y cantan. Los setos del jardín recortados con formas de animales que ¿parecen? moverse cuando nadie los mira.
Danny, con sus poderes extrasensoriales, es el primer acosado por el hotel. La escena en que la manguera de bomberos lo persigue quedará en los anales de la literatura. Una danza, un juego de escondidas entre el escritor, el personaje y el lector. Porque la manguera nunca se mueve, o quizás sí, o quizás sea solo la sugestión de Danny (¿o la del lector?), con sus temores de niño de cinco años. Más tarde será Jack la víctima del Overlook, que parece saber que es el más débil e influenciable de los tres y usa su debilidad para transformarlo en herramienta, en un autómata que sea el brazo armado en contra de su propia familia.
Desde un principio la amenaza del Overlook se cierne sobre la familia Torrance. Hasta da algo de pena cuando ese globo de tensión explota y por fin hacen aparición los fantasmas que se sugerían hasta mitad de la novela. La obra se vuelve menos sutil pero, en fin, de algún modo debe precipitar los acontecimientos. ¡Y de qué manera! Con un final a toda orquesta con el cocinero Halloran llegando al hotel aislado con toda la fanfarria heroica de la caballería, Jack Torrance persiguiendo a su familia con un palo de Rocket, y el Overlook aullando por cobrarse nuevas víctimas.
Íntimo y sutil al principio, desaforado al final, un libro que, pese a best seller (y lo digo como si fuera un pecado en lugar de una virtud) está lleno de muestras del talento de un artista que es referencia en su género.
Estupendo recorrido por una novela excelente, para amantes de la literatura sin prejuicios. Una novela, por otra parte, muy superior a la película.