Virología urgente. Aforismos sobre la pandemia
Tiene un punto irónico –y macabro- que, en una sociedad empeñada en hacerlo todo rápidamente viral (las noticias, las tendencias, incluso las memeces), el ser más “popular”, en estos momentos, sea un bicho que se propaga a una velocidad de vértigo.
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Para un mundo que sólo admite como real lo que puede verse y tocarse, no hay nada más trágico que morir por algo que no se puede ver ni tocar.
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La forma eminente de la moda es la pandemia: lo mismo, para casi todos, casi al mismo tiempo.
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Un virus es una forma extravagante de existencia indefinida. Si no fuera por lo que es, merecería que se le consagrase una nueva religión.
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Todo contagio (sea benigno, o maligno, eso da igual) tiene cierto rostro fantasmal que comunica el aroma de la muerte. Y es que la vida, quiérase o no, tiende siempre a lo endémico, es decir: a la ocupación total de un espacio parcial.
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El abatamiento de las barreras a la libre circulación de las personas y las mercancías ha conllevado, lógica y materialmente, el de las que ponían coto a las infecciones, localizándolas en compartimentos estancos. Un mundo global, en consecuencia, no debería descartar la perspectiva de perecer de una sola tacada.
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“Contagio, luego existo”, parecía ser la consigna hasta ahora: transmitir, reducirse a mero canal de comunicación generalizada. El virus ha impuesto una nueva lógica: “me aíslo, luego sobrevivo”.
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Cuando le llegue la noticia de la extinción de la especie a su isla perdida, a Robinsón le encomendará Dios la tarea de reconstruir la especie desde cero. Esperemos, que esta vez, acierte.
José Luis Trullo