El bibliómano ignorante
El biliómano ignorante. Luciano de Samósata. Errata Naturae (2009).
Por Gonzalo Muñoz Barallobre.
A Luciano de Samósata, por pertenecer al s. II d. C, le corresponde vivir una época marcada por el agotamiento. Las distintas escuelas filosóficas y las diferentes religiones pelean en la plaza pública por atraer al mayor número de transeúntes y así, con el mismo arte de las gitanas en los mercadillos, endiñar sus fórmulas salvíficas. De esta manera, el Imperio Romano, gobernado por Marco Aurelio -estoico de puertas adentro-, se convierte en el Gran Bazar de las Verdades, tanto humanas como divinas. El pensamiento, marcado por la ley de la oferta y la demanda, queda, y esto nos suena, banalizado para facilitar su salida en el mercado. Luciano se sitúa en mitad de esta escena y dispara contra todo lo que le disgusta. El arma elegido es la ironía y su blanco una cultura anémica.
Errata naturae nos ofrece dos textos de este pensador –el cual es autor de hasta 82 opúsculos-: “El bibliómano ignorante”, que da título a la obra, y “Si busca la vida buena, ¡compre uno de nuestros estilos filosóficos!”. El primero de ellos nos habla de un hombre que, respaldado por sus riquezas, compra todos los libros que caen en sus manos sin llegar nunca a leerlos, o si lo hace, sin llegar jamás a entenderlos, con la finalidad de poder dárselas de sabio y de amante de la cultura. A este personaje Luciano le aconseja que gaste su dinero en lo que de verdad le gusta: los jovencitos, y que deje los libros a los que saben utilizarlos. En el segundo texto se nos presenta una subasta, dirigida por el mismo Zeus y con Hermes de ayudante, en la que se oferta a los principales filósofos de la tradición. Con ácido humor se irán repasando las enseñanzas de pensadores como Heráclito, Diógenes, Sócrates o Epicuro.
Con El bibliómano ignorante se nos ofrece un nuevo libro para añadir a nuestra biblioteca de agripianos. ¿Que qué es un agripiano? La respuesta puedes encontrarla en la cubierta.
P.S. Es de destacar el lúcido prólogo del filósofo Iván de los Ríos en el cual se compara, con gran atino, el humor de Luciano con el de Woody Allen.
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