Celos

Por José Luis Muñoz.

Celos. Catherine Millet. Editorial Anagrama, 2010. 221 páginas.

Cuando Catherine Millet publicó La vida sexual de Catherine M., una suerte de pormenorizadas memorias sexuales expuestas con toda la crudeza posible, su éxito fue rotundo y esa novela de realidad ficcionada, que era una sucesión interminable de encuentros sexuales de la autora con cientos de desconocidos, causó una cierta conmoción en el panorama literario, entre otras cosas porque Catherine Millet era la directora de una de las revistas de arte de más prestigio de Francia, Art Press, y su biografía profesional siempre estuvo ligada al arte de vanguardia.

Para quienes buscaron erotismo en las páginas de esas memorias sexuales, escritas desde el punto de vista femenino, pero igualmente depredadoras que si las hubiera escrito un hombre ─ la Millet, animal nocturno, salía a cazar hombres y poco le importaban su aspecto con tal de que saciaran su infinita hambre de sexo ─ , La vida sexual de Catherine M. podía resultar gélida y reiterativa, aunque estuviera impecablemente bien escrita. El principal atractivo morboso de la obra residía en saber si esa interminable relación de coitos eran reales o fruto de su imaginación, pero la autora se apresuró a decir que eran experiencias propias con lo que el escándalo y el éxito estuvieron servidos.

Celos, que se publica con el subtítulo de La otra vida de Catherine M. no es, ni de lejos, tan rompedora como la obra precedente de la directora de Art Press, desaparecen de sus páginas el sexo explícito y es mucho más discursiva y filosófica. Suavizar el erotismo con razonamientos intelectuales, deserotizando, elucubrar sobre el mecanismo de los celos, los de la autora o su pareja, y hablar de la vida cotidiana de la protagonista no son enganches suficientes para que el lector devore las páginas de esta nueva realidad ficcionada.

Celos confirma el dicho de que nunca segundas partes fueron buenas. Sólo que esta novela ni siquiera aspira a ser una segunda parte, aunque, eso sí, esté, como sucediera con la precedente, excelentemente escrita y Catherine Millet pueda ser considerada una continuadora del nouveau roman que tuvo a Alain Robbe Grillet como uno de sus epígonos.

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