Esperando a Godot: teatro del absurdo para hablar de lo absurdo de la vida
Por Mariano Velasco
Con Esperando a Godot, Samuel Beckett supo elegir con habilidad la herramienta del teatro del absurdo para hablarnos, precisamente, de lo absurdo de la vida. Esta última versión del clásico del siglo XX que dirige Antonio Simón en el Teatro Bellas Artes de Madrid, con su peculiar y efectiva escenografía y un excelente trabajo actoral, transmite tal idea a la perfección, sabiendo aportar al absurdo existencialismo de la obra un sosegado equilibrio entre la desesperanza y el fino sentido del humor.
Equilibrio este que el espectador sin duda agradecerá, pues el espectáculo resultante no hubiera sido del todo fácil de digerir, como luego sí que lo es, y mucho, sin ese punto de humor que ya aporta el texto y que aquí está acentuado a las mil maravillas, especialmente por unos sobresalientes Pepe Viyuela y Alberto Jiménez.
Actores por un lado y escenografía por el otro, para que la expresividad de los primeros se vea también equilibrada por la frialdad de la segunda, en lo que es una acertadísima elección del diseño de Paco Azorín, que opta por colocar a los personajes sobre una vía de tren —vía muerta pudiera ser— con el único añadido de un árbol que encierra un doble sentido, pues nos sirve tanto de refugio para el descanso como de tentación para el suicidio.
A partir de tal completo, complejo y, sobre todo, siempre equilibrado planteamiento, resulta fácil constatar cómo la grandeza y universalidad de Esperando a Godot se manifiesta en esa facilidad que tiene este texto para, sin perder su absurdo planteamiento en ningún momento, hablarnos de tantas y tantas cosas: de la esperanza, de la desesperación, de la capacidad del ser humano para seguir adelante. En definitiva, del sentido de la vida y de la necesidad de sobrevivir.
– Vámonos
– No podemos.
– ¿Por qué?
– Esperamos a Godot.
– Es verdad.
Inmersos en este diálogo repetitivo, van avanzando las absurdas escenas entre Estragón y Vladimir, vagabundos que ven pasar la vida, literalmente hablando, esperando a Godot. Espera que se verá hasta en dos ocasiones interrumpida por la aparición de un nueva pareja en escena que, ahora sí, romperá todo el equilibrio tan eficazmente logrado hasta entonces.
Porque los inesperados Pozzo y Lucky (también a gran nivel Fernando Albizu y Juan Díaz en sus difíciles interpretaciones), introducen en el argumento un nuevo modelo de relaciones humanas que nada tiene que ver con el anterior, dando así un paso más en la idea que hasta ahora parecíamos tener clara sobre el sentido de la vida: y es que además de absurda, esta puede resultar también extremadamente complicada.
Y aún queda pendiente la pregunta de quién es Godot, sobre quien el texto juega a no dar demasiadas pistas, salvo la que tal vez esconda la primera parte de su propio nombre. Suficiente para entender por qué este nunca acaba de llegar y aun así, siempre con la tentación de darlo todo por perdido en el maldito árbol, seguimos manteniendo la esperanza.
– ¿Y si no viene?
– Volveremos mañana.
Tan absurdo todo como la vida misma.
Autor: Samuel Beckett
Dirección: Antonio Simón
Diseño de escenografía: Paco Azorín
Diseño e iluminación: Pedro Yagüe
Vestuario: Ana Llena
Espacio Sonoro: Lucas Ariel Vallejos
Ayudante de dirección: Gerard Iravedra
Productor: Jesús Cimarro
TEATRO BELLAS ARTES. HASTA EL 5 DE ENERO 2020
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