Ausencias presentes
Durante la dictadura del General Francisco Franco, que duró desde 1939 hasta su muerte en 1975, España vivió una de sus épocas más oscuras en la que se cometieron multitud de crímenes y atrocidades. Muchas de ellas permanecen aún silenciadas. Ni se conocen ni se han reconocido. El aclamado documental “El silencio de otros”, ganador de múltiples premios internacionales -incluyendo el Premio Goya de este año- es producto de seis años de trabajo cinematográfico y cuenta, entre otras muchas cosas, la historia de María, una mujer que lucha por recuperar los restos de su madre de la fosa a la que fue arrojada después de que fuera asesinada. Está en su propio pueblo, junto a una carretera por la que la gente, los coches y la normalidad trascurren todos los días. María pasa la vida entera escribiendo cartas a todas las instituciones y servidores públicos del país exigiendo sus derechos. Cartas escritas a mano, llenas del espíritu y la persistencia de una persona que nunca se rinde y firmadas con la ironía, la esperanza y la resignación de alguien que sabe que deberá esperar “hasta que las ranas críen pelo” para obtener una respuesta.
Que los ojos del mundo se posen en esta película, y en muchos otros trabajos documentales como este que investigan los rincones más oscuros de nuestra memoria colectiva, nos demuestra la importancia que la verdad tiene en nuestras sociedades. Y hoy más especialmente porque el 24 de marzo es el Día Internacional del Derecho a la Verdad en relación con las violaciones graves de derechos humanos y la dignidad de las víctimas proclamado por la ONU. Un día para honrar la memoria de quienes más han sufrido y reclamar su derecho a la justicia y la verdad. Este día, elegido para marcar el aniversario del asesinato en El Salvador de Monseñor Romero, sacerdote combativo contra la violencia política que existía en su país en los ochenta y célebre por su defensa de los derechos humanos, nos recuerda que las víctimas y los familiares de las víctimas de ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas, tortura etc. tienen derecho a conocer la verdad sobre lo que les aconteció para obtener un grado mínimo de justicia y poder estar en paz.
En España, por ejemplo, se estima (porque no hay ninguna certeza) que aún hay más de 100 mil casos de desapariciones sin resolver desde la Guerra Civil. Lo que significa la existencia de más de 100 mil Marías y todos sus familiares, que aún esperan que el Estado y la sociedad les preste atención, los escuche y los reconozca. Sin embargo, y pese a tímidos avances, el mismo país que hace algún tiempo usó el principio de la jurisdicción universal para perseguir al dictador Pinochet, deniega hoy los pedidos de extradición de la Justicia Argentina que investiga las querellas presentadas allí por muchas víctimas españolas. Irónica y tristemente, los debates sociales y políticos sobre la inminente exhumación de los restos de Franco han atraído mucha más atención en el último año que la exhumación de sus víctimas en las últimas décadas.
El merecido éxito de El silencio de otros le ha permitido dar el salto a la pequeña pantalla y pronto podrá verse también en la Televisión Pública Españóla. Llega en un momento en el que, quizá, estemos ante la mayor oportunidad histórica para prestar atención a esos hechos oscuros, dolorosos y trágicos que son sistemáticamente ignorados o que están escondidos en lo profundo de nuestra memoria social. Después de 40 años de democracia y pese a una creciente polarización, España podría finalmente estar lista para empezar a romper el silencio y discutir oficialmente las desapariciones forzadas, el robo de niños y las separaciones familiares, las torturas y ejecuciones y un largo y triste etcétera compuesto de actos ilícitos del pasado que aún están sin resolver. Un debate que debería estar caracterizado por la empatía, marcado por el reconocimiento de valores sociales y universales comunes y en el que las convicciones ideológicas no desplazaran, ni reemplazaran, el respeto a los derechos humanos y la posibilidad de justicia para todos. A la espera de que en España haya partidos políticos con suficiente altura de miras y visión a largo plazo que sepan evitar la tensión y la confrontación y sean capaces de liderar un esfuerzo común de solidaridad y respeto, el trabajo de la sociedad civil, el arte y la cultura son fundamentales para construir las bases del diálogo, la reflexión y la acción. Llegue cuando llegue.
Como dijo el poeta Antonio Machado, “se hace camino al andar”. Mientras los políticos logran superar la trifulca, la discusión estéril o la apatía paralizadora, España podría avanzar en su camino desde el nivel técnico: designando un grupo independiente de trabajo para que se sumerja en los archivos oficiales y en la información recogida por las organizaciones de la sociedad civil, y crear un registro que nos diga exactamente cuántas Marías hay esperando en el país. Saber cuántas son, dónde están y qué esperan de un país que las ignora desde hace décadas. El tiempo ha llegado para callar y escuchar a los que han vivido toda su vida con una ausencia presente, sin poder hacer el duelo de sus seres queridos. Quizá, cuando escuchemos lo que tienen que decir y contestemos sus cartas, podremos iniciar la búsqueda y el retorno de los desaparecidos a los miles y miles de familias que hemos tratado vergonzosa y fríamente a lo largo de los años, a costa del silencio de otros.
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