Esta Navidad, hípsterizate!! (no seas idiota)
He decidido despedir el año escribiendo sobre moda, estilo y tendencias porque parece que son los temas que atraen más atención. Especialmente, en estas fechas tan especiales de tanta alegría y celebración.
Sí, yo ya sé que sigue habiendo muchos problemas aquí, allá y en el mundo entero… Que continúan las guerras en Siria, en Yemen y en muchos otros rincones del planeta aunque la primera salga cada vez menos en la televisión, la segunda no salga casi nunca y las demás sean ignoradas por nuestros medios a no ser que resulte afectado algún occidental u ocurra un evento tremendamente sangriento. Sí, también me doy cuenta de que el mundo está cambiando drásticamente, reconfigurando sus relaciones políticas, sociales y económicas en torno a la gestión de un solo asunto: la inmigración. Que las agendas políticas van quedando reducidas a dos temas y ninguno es el cambio climático sino la seguridad y la economía; y que somos testigos de una crisis del Estado moderno el cual va siendo desplazado por un modelo nuevo que se expande como la espuma y asienta con firmeza: liberalismo a ultranza en cuanto a lo económico (es decir, la versión más salvaje del capitalismo y la economía de mercado); y restricción en derechos humanos, civiles, sociales, políticos y culturales (es decir, el autoritarismo en su peor expresión). Pero estos temas saturan, agobian, preocupan pero no ocupan y, al final, no interesan mucho…. Lo sé porque lo escribo en columnas que no se publican, en un ensayo que duerme en mi cajón y porque cuando tiño las conversaciones con dosis de autoconsciencia individual y colectiva sobre todo lo anterior suelo enfrentarme a un triple salto mortal de ojos que hace quien me escucha mientras adopta una expresión de “Ya empezó este intenso. ¡Qué pesado!”.
Así que dispuesto a encontrar validación social, voy a cerrar el año cambiando de registro y escribiendo frivolidades sin ningún criterio. Si, total, ya vivimos en un mundo que normaliza sin pestañear que el Rally Paris-Dakar se celebre en Latino América y la final de la Copa Libertadores en Europa… ¿Por qué tendría yo, justo yo, que ser coherente?
No, yo a partir de ahora voy a entregarme en cuerpo y alma al histerismo, perdón, quise decir al hipsterismo, tendencia valiosa y trascendental donde las haya y que se va asentando en todos los hogares, barrios y ciudades que rehúyan de la ordinariez y se precien de ser cool.
Porque a ver, cómo no lanzarse a ese universo de armonía estética de verdes y marrones, cómo no zambullirse en esa burbuja de felicidad hecha de productos orgánicos, recetas caseras, comidas vegetarianas y gluten-free; consumidas en cafeterías con música lounge llenas de sofás y grandes mesas de madera comunales en las que un café (con leche de almendra, de soja, o de avena) es una pequeña obra de arte y de lujo (por el precio, lo digo), y en las que reina el absoluto silencio porque todos y todas permanecen aislados y aisladas con sus auriculares e hipnotizados e hipnotizadas en sus pantallas. ¡Es el paraíso!
Cómo resistirse a sus estilosos camareros y camareras, las barbas bien cuidadas, los piercings, los tatuajes y las tatuajas, la moda revolucionaria de mezclar los abrigos y chalecos del abuelo con camisetas modernas llenas de mensajes subversivos, aforismos de pensamiento independiente y alternativo tan, tan cool que podemos pasar por alto que sean o bien prendas de diseño que cuestan lo que un salario mínimo o bien productos manufacturados en cadena en Bangladesh por mano de obra infantil o casi esclava… ¡Uy, que me resbalo!
Centrémonos: es imposible no cerrar el año con optimismo observando ese frenético compromiso y activismo social para cambiar el mundo a base de clicks: ¿qué hay violencia de género o un auge del racismo y la discriminación promovido por el gobierno extremista de turno? No pasa nada, ya lo combato en el Twitter. ¿Qué hay asuntos tan cruciales en la agenda pública que pueden cambiar nuestra realidad nacional o internacional? ¡Tranquilidad, que ya lanzo yo mi manifiesto en mis grupos de Whatsapp! ¿Qué me estoy estresando por cómo van las cosas en el mundo en general y en el mío en particular? No hay problema: seguro que puedo bajarme y engancharme a alguna serie de Netflix. O a varias a la vez.
Así que, por favor, que nadie me escriba ni me cuente temas serios o tristes para aguarme las fiestas. No se me pongan pesados. No sean yo. Déjenme sumergirme con tranquilidad en el mundo de las experiencias que merezco, aparcar mi bici, atrincherarme en mi loft rodeado de mi Mac, mi IPhone, mi Ipad y mi Ipod y dejarme el tiempo y el espacio mental que necesito para terminar mi curso de formación de instructor de yoga que ¡solo me quedan cuatro de los seis tutoriales de YouTube que hacen falta para tener mi título! Después, me relajaré con un té verde orgánico endulzado con stevia natural y lo saborearé rodeado de mis pantallitas mientras sigo cultivando mis comunidades y alimentando mi vida social a todas horas en Twitter, Tumblr y Whatsapp; mirando noticias de eventos y conciertos en Facebook mientras contesto algunos correos de trabajo, hago compras en Amazon y estiro el ojo a ver qué se mueve por Tinder, Meetic or Grinder, que siempre hay que estar preparado para lo que pueda pasar por delante de casa.
No pueden hacer nada contra mí ni derrocar mi felicidad. Ya la tengo conquistada. Cada momento de mi vida es aún más instagramable que el anterior y en estas fiestas con su alegría, aún más. Que no se confundan ni sean necios, por favor. No se agobien con las noticias ni los problemas. Que es en Instagram donde ocurre la vida de verdad.
Feliz Navidad
Fernando Travesí