'Operación Masacre', de Rodolfo Walsh
Operación masacre
Rodolfo Walsh
Libros del Asteroide
Barcelona, 2018
226 páginas
Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca
Este es uno de esos libros que al recuperarse, al releerlo, uno siente la tentación de empezar a hablar de él con una entrada clásica: la historia se repite, no debemos olvidar los hechos, un clásico del periodismo y un larguísimo etcétera. Pero a estas alturas y con la rapidez con la que evoluciona lo que conocemos como civilización, al volver a leer Operación Masacre uno se da cuenta de que pertenece no ya al género de la crónica, que también, sino al de la leyenda. El propio autor, Rodolfo Walsh (1927 – 1977) es leyenda por varias razones, como ser pionero en la crónica latinoamericana y ser uno de los desaparecidos durante la dictadura de los militares argentinos. Posiblemente, su cuerpo, torturado, fue uno de los arrojados al mar desde un helicóptero. Operación Masacre es un libro cándido frente a algunas de las barbaridades que hemos leído, testimonios directos, de torturados durante aquel régimen. Las formas de tortura alcanzaron limites inhumanos con ocurrencias como meter a una rata dentro de un tubo, y dejar una sola salida para que escapara, una salida que se introducía por uno de los agujeros por los cuerpos se relacionan con el mundo; la rata terminaba por buscar salida valiéndose de los dientes y del lugar más blando que ofrecía su encierro. Pero no se trata de que Walsh nos quiera espantar con su crónica. En ese sentido se muestra como un profesional. Intenta que su relato sea lo más objetivo posible, e incluye hasta pies de página en los que se corrige, o corrige al coro de voces si una disiente.
Estamos en un momento en que unos señores de uniforme entran en las casas a patadas y raptan a cualquier sospechoso. Basta con una queja mientras te limpias los zapatos para que alguien resulte sospechoso. Y en este caso, basta con que un grupo de más de doce personas estén reunidas más allá de las diez de la noche, en una casa particular. El libro se inicia con el perfil de cada uno de los miembros, unas líneas muy sencillas para conocer a los personajes que sufrirán la operación. Y dicha operación consiste en una suerte de rapto que terminará con un fusilamiento que sería grotesco, de no haber resultado muertos varios de los hombres. El escape de una parte del grupo, por la noche, con apenas lo puesto, en las afueras de Buenos Aires, corriendo sin dirección, y su supervivencia, es una de las leyendas de la lucha contra los dictadores de América Latina. Como lo es el interrogatorio de aquellos que vuelven a caer presos por la policía. La investigación, que forma la tercera parte del libro, por parte de los detectives y de los jueces, parece una broma de mal gusto.
Es un momento en que todo sucede de una manera ilegal y arbitraria. En ese sentido, Buenos Aires es un lugar fronterizo. Y la vida de los ciudadanos forma parte de la leyenda, porque esa supervivencia se merece un pedestal en la civilización moderna. Es cierto que apenas hemos aprendido nada y que el hombre, con una curiosidad mal entendida, tiende a comprobar una y otra vez si al meter las tijeras en el enchufe se altera la corriente y recibe un latigazo. Pero la forma de narrar de Walsh no puede ser más limpia, mejor intencionada y casi diríamos que con una objetividad que se rompe básicamente por dos motivos: el primero la entrada a través de los perfiles, que nos lleva a identificarnos con los sufrientes, a colocarnos a su lado. El segundo que el lenguaje no puede ser objetivo, ni siquiera cuando oculta un adjetivo. De hecho, callar es más subjetivo que intentar atar con adjetivos y adverbios. Al menos más subjetivo de cara al lector que, inevitablemente, creará sus propias imágenes a partir de lo leído. Y estas pueden ser más atroces que si son expresadas por el autor. En este caso por un Walsh que echa mano de la intriga, el suspenso, la estructura coral y, como dice Leila Guerriero en la introducción, “un lenguaje de dientes apretados, tan ajustado a sus huesos que cualquier sobresalto resulta un estallido”.