Desde Londres: Sasha Waltz o el discurso del cuerpo
Por Eloy V. Palazón
Sasha Waltz, la coreógrafa alemana que va a sustituir el próximo año a Nacho Duato en el Staatsballet de Berlín, ha recalado en el Sadler’s Wells de Londres con una de sus coreografías más emblemáticas e impactantes: Körper (Cuerpo).
Resulta curioso que una coreografía de 2000 pretenda tratar el tema del cuerpo, cuando uno puede pensar que la historia de la danza es en sí misma un discurso del cuerpo, una reflexión sobre éste. Y en cierta manera lo es, por supuesto, pero Sasha Waltz intenta presentar al cuerpo como tal, en sus múltiples facetas, desnudo, metafórica, conceptual y literalmente. La historia de la danza no es tanto una historia del cuerpo, sino más bien un línea cronológica sobre las formas de disciplina del cuerpo.
Durante el Barroco, en los orígenes de la conformación académica de la danza en la corte de Luis XIV, las dos referencias principales para la creación del corpus dancístico eran la guerra y la matemática. El cuerpo barroco de la danza era un cuerpo militar que se movía de acuerdo a una coreografía geométrica. El ideal platónico de las matemáticas como un lenguaje que puede acceder a las esencias de este mundo pretende impregnar algo tan bajo y poco espiritual como el cuerpo, ese saco de deseos y placeres conectado con el mundo sensible. Durante el Romanticismo, la época por excelencia en la configuración del ballet, el cuerpo de la danza, sobre todo el de la bailarina, es refinado al máximo y pasa de ser un cuerpo militar a uno burgués. Y así podríamos trazar todos los conceptos con los que se ha ido conformando el cuerpo de la danza a lo largo de su historia.
De alguna manera, el grupo Judson Dance Theatre de Nueva York en los años 60 y 70, pretendieron despojar al cuerpo de todo ese lenguaje que lo ataba a algo tan predeterminado y dejarlo hablar por sí mismo. La obra de Sasha Waltz juega un poco con la misma idea, pero lo pone en un escenario teatral y lo coreografía de forma muy meticulosa. En Körper hay de alguna manera un trampantojo, una especie de deseo de agenciar al cuerpo en su ser, pero a la vez una real intención de coreografiarlo, de exponerlo, de pautarlo. Pero, en realidad, esa ha sido la tensión que ha habido en mucha de la danza desde el Judson y también dentro del arte de performance. Una tensión entre el libre albedrío y la disciplina. Lo que hace la coreógrafa alemana es, de alguna manera, desvelar esa tensión, hacerla algo más clara.
Tal vez la imagen más recordada es ese tableau vivant en la que los cuerpos, dentro de un espacio estrecho y limitado por un cristal, se mueven con dificultad, restregándose por el vidrio, dejando las marcas de su sudor y su piel en éste. La piel es tal vez el principal protagonista de esta coreografía: la piel se coge para transportar los cuerpos, la piel se pliega y se despliega para guardar objetos, la piel ensucia y transpira.
Sasha Waltz, en esta coreografía, no sólo expone la tensión que he explicado antes sino una impactante, pero a la vez sutil, sucia, pero a la vez conceptual, teatral, pero a la vez real idea del cuerpo, algo que nosotros experimentamos en cada momento de nuestra vida, pero que tal vez por eso mismo, por darse por supuesto, no reparamos en ello.