7 exploradores que desaparecieron sin dejar rastro
Desaparecer de la faz de la Tierra no es un acto contundente, porque dentro del sinnúmero de posibilidades que prosiguen a este suceso, siempre estará el volver: la milagrosa reaparición del que se fue como si nunca se hubiera ido. Un muerto sin tumba nunca está muerto del todo, y este es el trágico destino de todos aquellos exploradores que han desaparecido en nombre de la gloria y en un afán de conquistar nuevas fronteras y territorios lejanos.
A continuación, siete valientes viajeros que nunca regresaron a casa…
Giovanni Caboto
Se dice que Caboto, navegante italiano nacido en 1450, fue el primer europeo en llegar a las costas de Norteamérica después de los vikingos. En su primer viaje, el italiano salió de Bristol, Inglaterra, y navegó el Atlántico en busca de una isla perdida en la que supuestamente podría encontrar tinturas de gran valor para comerciar, pero la búsqueda fracasó; en su segundo viaje llegó al cabo Bonavista en Newfoundland, y regresó a Inglaterra proclamando dicho territorio parte del Imperio británico, lo que lo llenó de fama y le dio una gran fortuna. En 1478, Caboto zarpó de tierras inglesas con cinco barcos bajo su mando; se dirigía a las costas del norte de Canadá. Una terrible tormenta obligó a uno de los barcos a volver a tierra; los otros cuatro siguieron su curso y desaparecieron para siempre en el océano.
Roald Amundsen
Uno de los exploradores más entrañables del siglo XX, nacido en Noruega y marinero de formación, Amundsen exploró las heladas tierras del norte (hizo el primer viaje que indiscutiblemente llegó al Polo Norte) y dirigió la expedición a la Antártida que por primera vez alcanzó el Polo Sur. Este amante de las tierras heladas desapareció el 18 de junio de 1928, como un héroe, mientras volaba en un avión sobre el Ártico para rescatar a los pasajeros de un avión que había caído.
Henry Hudson
Uno de los más famosos (y trágicos) exploradores de la historia; su apellido da nombre a la enorme bahía al este de Canadá y al río Hudson en el estado de Nueva York. Este valiente viajero recorrió Groenlandia y el archipiélago Svalbard, en el océano glacial Ártico. Su última gran expedición fue a tierras norteamericanas; en 1610 zarpó en su barco, el Discovery, sin saber que nunca regresaría a casa. Casi 2 meses después y tras varios conflictos entre la tripulación, un motín resultó en que Hudson, su hijo John y ocho tripulantes fieles al navegante fueran abandonados en una pequeña barca cerca de las islas Digges. Durante algún tiempo ésta navegó junto al Discovery, que pronto desplegó sus velas y abandonó a su suerte a la desafortunada tripulación. Esa es la última vez que Henry Hudson fue visto con vida, en un pequeño barco en la bahía que hoy lleva su nombre.
Gaspar Corte-Real
Explorador portugués que realizó una expedición a Groenlandia en 1500, para luego embarcarse en dirección a Newfoundland o la bahía del Labrador. En este punto Corte-Real mandó a tres de sus cuatro barcos de regreso (incluido uno liderado por su hermano Miguel) para después desaparecer en el mar para siempre. En 1502, Miguel realizó un viaje a la zona donde su hermano había desaparecido, pero sufrió la misma suerte: su barco se perdió en las frías agua del norte. Algunas teorías, apoyadas en el hallazgo de una inscripción en latín en el estado de Massachusetts, aseveran que Miguel llegó a tierra y vivió por lo menos 9 años más en tierras norteamericanas.
Naomi Uemura
Solitario y refinado, Uemura fue parte del primer equipo proveniente de Japón en escalar el monte Everest en 1970 y hubiera sido el primer japonés en llegar a esa legendaria cima, de no haber sido porque cortésmente cedió el lugar a uno de sus acompañantes, un hombre de mayor edad. Este alpinista conquistó los picos más altos de los cinco continentes solo, y fue la primera persona en llegar al Polo Norte solo, convirtiéndose en una leyenda de la exploración moderna. En 1984, Uemura partió en una expedición para escalar el monte McKinley, en Alaska, en un intento por convertirse en el primer hombre en escalar aquel pico solo y durante el invierno. Se sabe que llegó a la cima, pero el japonés nunca regresó a la base del monte. Algunos objetos que le pertenecieron, incluido su diario, se encontraron en una cueva de nieve, pero su cuerpo nunca y fue hallado, y tampoco se descubrieron las circunstancias exactas de su muerte.
Percy Fawcett
Militar, arqueólogo y explorador inglés, Fawcett fue uno de los primeros en mapear la enorme selva del Amazonas. Pero la expedición de su vida, realizada en la década de los años 20, pretendía encontrar la mítica ciudad perdida de El Dorado, a la que él apodaba “la ciudad de Z”. En 1925, Fawcett, su hijo y un amigo de éste se adentraron en la región brasileña de Mato Grosso. Pocos días después mandaron a sus guías nativos de regreso con sus últimas cartas, incluida una de Fawcett para su esposa Nina en la que le decía “No tienes que temer ninguna falla”. Nunca más fueron vistos. Su desaparición generó leyendas alrededor del destino de Fawcett y sus acompañantes: algunos decían que se habían integrado a alguna tribu de la región, otros que habían sido asesinados por un jaguar o, incluso, que se habían marchado para fundar una comuna mística. La explicación más verosímil fue dada por el periodista David Grann, que en 2005 dio a conocer una leyenda que circulaba entre la tribu kalapalo y que narraba que Fawcett había llegado hasta sus tierras y había ignorado sus advertencias de no dirigirse hacia los dominios de una tribu hostil, misma que seguramente terminó con su vida y la de sus acompañantes.
Ludwig Leichhardt
Este famoso científico y explorador alemán dirigió varias expediciones al interior de Australia. En una ocasión fue dado por muerto para volver 18 meses después, sano y salvo, y con una gran cantidad de información y descubrimientos. La última y más ambiciosa expedición de Leichhardt, realizada en 1848, contaba con siete hombres, 50 terneras, 20 mulas, siete caballos y una gran cantidad de suministros; pretendía cruzar el desierto australiano de este a oeste. Pero la expedición nunca llegó a su destino. El único rastro que fue encontrado de este trágico viaje fue una pequeña placa con el nombre de Leichhardt que supuestamente había sido pegada a su rifle. Tiempo después se encontraron árboles marcados con una “L” (una costumbre del explorador que le permitía marcar sus rutas), pero nada más. El verdadero destino de Leichhardt y sus hombres permanecerá, seguramente, enterrado en las arenas del enorme desierto australiano.