'El señor de las moscas', de William Golding
Por Haizea Ustaran.
“El señor de las moscas” (Lord of the flies) es una novela escrita por el escritor británico William Golding y publicada en 1954, aunque no logró una gran difusión hasta varios años después, en que llegó a ser una lectura obligada en colegios e institutos. Tal fue su éxito que ha sido llevada al cine en dos ocasiones: una primera vez en 1960 y otra en 1990. Por no hablar de que ha inspirado otras historias como la serie “Perdidos” (Lost) o la saga “Los Juegos del Hambre” (The Hunger Games).
William Golding nació en 1911, en Cornwall (Inglaterra), y murió en 1993. En 1935, comenzó como profesor de inglés y filosofía en Salisbury. Cesó su labor docente para unirse a la Marina Real en la Primera Guerra Mundial. En 1954, publicó su primera novela, “El señor de las moscas”, por la que ganó el Premio Novel de Literatura.
La novela se inicia con un avión tripulado por estudiantes de un colegio británico que estaban siendo evacuados durante la guerra. El avión sufre un accidente y se estrella en una isla. Los pocos que sobreviven se descubren solos en una isla desierta, sin adultos y sin normas. Pronto, comienzan a construir una sociedad: eligen un jefe democráticamente, Ralph, y establecen un objeto de poder: la caracola. El papel de ésta será de vital importancia, pues se trata de un objeto natural sobre el que pesa una construcción cultural. Es decir, la caracola por sí sola no es nada, pero como sociedad, los niños le otorgan poder, el poder de convocar asambleas y de conceder la palabra.
Además, crean normas, grupos sociales y jerarquías según su edad, sus capacidades y su carácter: cazadores, recolectores, encargados del fuego, de los refugios…
Pero como en toda sociedad, lo que en un principio comienza como una aventura llena de ánimo y compañerismo, democracia y armonía, acaba desembocando en celos y disputas por el poder.
Jack, jefe de los cazadores ansía el poder que posee Ralph. Sus insidias y manipulaciones hacen que, a ojos de los demás niños, Ralph parezca débil y poco apto para el mando, lo que provocará que acaben abandonándolo para seguir a Jack cuya fuerza y valentía, lo hacen parecer mejor líder y el único capaz de librarlos de un terrible monstruo al que llaman “La Bestia”. Solamente Piggy, un chico objeto constante de burlas por parte de sus compañeros debido a su aspecto rechoncho, se quedará junto a Ralph, quien a partir de ese momento comenzará a valorar realmente sus consejos y observaciones.
En relación a lo anterior, vemos que la propia novela muestra cómo, con frecuencia, incluso en una sociedad erigida desde la inocencia infantil, lo idílico da paso a un proceso de animalización y barbarie, un proceso de deterioro de la sociedad que acaba convirtiéndose en un infierno. Se trata, por tanto, de una confrontación entre el mundo civilizado y el mundo salvaje.
Esta confrontación es la base del pensamiento de su autor que, frente a sus contemporáneos distópicos, consideraba que el malogramiento de la sociedad no se debía a un mal gobierno, sino a la propia sociedad, a la propia crueldad humana.
Todos los buenos propósitos de armonía y convivencia democrática que siguen al estado salvaje, retornan a éste cuando el ser humano se revela como realmente es: un ser salvaje, cuyos instintos más primarios tan solo están enmascarados cuando vive en una sociedad en la que el peligro de muerte no es inminente y se tiene fácil acceso a los productos básicos. Es decir, cuando no es necesaria la lucha por la supervivencia.
Aparte de esto, uno de los aspectos más interesantes de la novela es la construcción arquetípica de los personajes. Todos ellos son modelos de comportamiento, la encarnación de una línea de pensamiento y comportamiento concretos. Por ejemplo, Ralph encarna la racionalidad, el sentido común, la templanza. Mientras que Jack, es justo lo opuesto, es orgulloso, impulsivo y salvaje. Por su parte, Piggy encarna la docilidad y el servilismo; Roger encarna la crueldad humana, y Simon es el representante de la bondad natural del hombre.
Tal construcción de los personajes principales refleja con bastante fidelidad procederes que tienen lugar en una sociedad. Esta disparidad de actitudes es acompañada por un sentimiento común: el miedo. Miedo a lo desconocido, a la muerte, a “La Bestia”… Sin embargo, no se dan cuenta de que ese ser al que llaman “Bestia” está dentro de cada uno de ellos, es ese ser el que aflora cuando la supervivencia está en juego y aquello que saca de ellos los peores instintos. Precisamente a esto hace alusión el título, al mal que anida en nosotros mismos y que nos llega a dominar en ocasiones. Dicho mal ha sido siempre representado por el demonio, que en algunas culturas se le conoce como “El señor de las moscas”.
Asimismo, es posible advertir una confrontación entre el poder democrático representado por Ralph, con un estilo de gobierno de diálogo e igualdad; y el autoritario defendido por Jack, basado en la fuerza física. Tal confrontación de poderes estaba teniendo lugar durante la Primera Guerra Mundial, conflicto que Golding vivió y en la que participó desde el ejército británico, por lo que en esta novela vuelca sus reflexiones al respecto.
Para finalizar, “El señor de las moscas” es uno de esos grandes clásicos que no sólo no dejan al lector indiferente, sino que se quedan grabados en su memoria por la contundencia de los actos y las reflexiones que en él tienen lugar. Una interesante plasmación de lo que no deja de ser una suerte de experimento (aunque teórico), sociológico, un estudio sobre el devenir de una sociedad construida al margen del mundo conocido, sobre el que plasma una pesimista o, tal vez, realista concepción del ser humano, que, en cualquier, caso invita a la reflexión y al cuestionamiento de nuestras ideas y principios sobre nosotros mismos como seres humanos.
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