Mujeres de Eduardo Galeano
MUJERES
EDUARDO GALEANO
SIGLO XXI EDITORES ARGENTINA
PÁGINAS: 240
Por Juliano Ortiz
Siglo XXI Editores reedita el libro que publicara a dos meses de la muerte del escritor y que vendió 25 mil ejemplares en tan solo un mes. Antes, Galeano había publicado más de treinta libros que construyeron la fama de este autor uruguayo que tan bien explicó Latinoamérica.
Porque si hay un escritor que desplegó sus palabras en defensa de lo latinoamericano ese es justamente Galeano. “Yo creo que la función del escritor consiste en ayudar a mirar. Que el escritor es alguien que quizás puede tener la alegría de ayudar a mirar a los demás”, nadie ayudó a millones de personas escondidas en un mundo que parece siempre estar destinado a abrirse por la puerta de atrás.
En “Mujeres”, Galeano nos ayuda a mirar a artistas, poetas, sacerdotisas, amantes, heroínas, cantantes, bailarinas, científicas, prostitutas, emperatrices, escritoras, militantes políticas, entre otras y con ellas arma un puzle de relatos breves en los que se siente la emotividad y la grandiosidad de cada una de esas mujeres. Así desfilan Rosa Luxemburgo, Emily Dickinson, Rigoberta Menchú, Eva Perón, Marilyn Monroe, Rita Hayworth, Alfonsina Storni, Alicia Moreau, Safo, Frida Kahlo, Carmen Miranda, Isadora Duncan, Sarah Bernhardt, Teresa de Avila, las Madres de Plaza de Mayo, Delmira Agustini, Georgia O’Keefe, Josephine Baker, Marie Curie, Juana Manso y Venus, la sensual joven retratada por Sandro Botticelli.
“En Florencia, ciento treinta años después, otra Venus nació, de la mano de Sandro Botticelli. El artista la pintó mientras ella brotaba de la espuma, sin más ropa que la piel”. Galeano traza su poesía junto a las historias que le salen de su mano como a borbotones pequeños, sencillos, profundos. Su prosa se despierta en estocadas y se entierra en los bordes de lo que podríamos llamar un puente lingüístico y sensorial. En cada relato hay libertad, hay lucha, hay una sensación de intimidad que descansa en los espíritus de mujeres que no nacieron para ser una más. Como en el texto dedicado a Violeta Parra:
“Habían crecido juntas, la guitarra y Violeta Parra.
Cuando una llamaba, la otra venía.
La guitarra y ella se reían, se lloraban, se preguntaban, se creían.
La guitarra tenía un agujero en el pecho.
Ella, también.
En el día de hoy de 1967, la guitarra llamó y Violeta no vino.
Nunca más vino”.
Galeano supo escribir sobre los abrazos, el fútbol, la historia más cruel, los pequeños y grandes hombres, las estrellas, la noche, el día, las palabras, el fuego, y en cada uno de ellos se vació como un cántaro para saciar la sed de los que leían y bebían de esa extraordinaria magia. Galeano es un hechicero nacido en alguna tribu lejana y que en sus libros vierte la pócima que nos hace más humanos, más pensantes. Es un adorador de la femineidad, como si hiciera un sacrificio de su condición de hombre para arrojarse a las llamas de una cultura arraigada en el machismo más arcaico.
“En el día de hoy del año 1929, la ley reconoció, por primera vez, que las mujeres de Canadá son personas.
Hasta entonces, ellas creían que eran, pero la ley no.
La definición legal de persona no incluye a las mujeres, había sentenciado la Suprema Corte de Justicia.
Emily Murphy, Nellie McClung, Irene Parlby, Henrietta Edwards y Louise McKinney conspiraban mientras tomaban el té.
Ellas derrotaron a la Suprema Corte.”
Eduardo Galeano en dos ocasiones fue premiado por la Casa de las Américas y por el Ministerio de Cultura del Uruguay. Recibió el American Book Award de la Universidad de Washington por su trilogía “Memoria del fuego”, y los premios italianos Mare Nostrum y Pellegrino Artusi, por el conjunto de su obra. Fue el primer escritor galardonador con el premio Aloa, creado por los editores de Dinamarca, y también inauguró el Cultural Freedom Prize, otorgado por la Fundación Lannam