Érase una vez en Inglaterra: Una introducción a uno de los relatos más representativos de la literatura inglesa medieval, Beowulf
Por Jesica Lenga
Cuando era chica los domingos tenían un ritual: no se trataba de comer asado ni compartir pastas en familia sino uno bien distinto. Ese día me acompañaban a recorrer las librerías de saldos de la calle Corrientes, acá en Buenos Aires. En ese entonces las librerías de saldos eran lugares vibrantes, repletos de libros que podías comprar a precios inverosímiles: los clásicos no costaban más de un peso. Mi papá llevaba siempre siete pesos para regalarme siete libros, uno para cada día de la semana. Así, a los diez años había leído Macbeth de Shakespeare, La hija del capitán de Pushkin, los Relatos de San Petersburgo de Gogol entre otros. Más allá del placer de la lectura, para mí revisar minuciosamente las largas mesas de estos locales y hurgar en las estanterías tratando de elegir los títulos de la semana, ya era una aventura, algo así como una búsqueda del tesoro. Nunca se me va a borrar de la memoria aquella vez en que, en una de esas mesas realicé un verdadero hallazgo, me topé con uno de esos libros, que aún hoy, con sus páginas ya amarillentas y gastadas por el uso, representa uno de mis favoritos en mi biblioteca. Su tapa era verde y en letras grandes decía “Borges profesor: curso de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires”. Así fue como por el módico precio de un peso, pude acceder a leer todos los teóricos que nuestro maestro de la escritura había dado durante los años sesenta en la cátedra de literatura inglesa de la que hoy es mi facultad. A partir de ese entonces, aprendí lo que era la ansiedad: no podía esperar para que llegara el momento de ingresar a la universidad y cursar literatura inglesa, contaba los años que faltaban y cuando tuve internet y comenzaron a subirse los programas de la materia los leía atentamente tratando de adivinar cuál me tocaría en suerte cuando finalmente llegara el momento de ser alumna de la asignatura que una vez había dictado Borges.
El programa de Borges era más que particular, casi la mitad del mismo estaba dedicado a la literatura medieval. De la mano de Borges conocí los orígenes de la lengua inglesa, leí poemas de tiempos remotos como “La batalla de Brunanburgh” o “La visión de la cruz”, en este libro también conocí al Beowulf.
Beowulf no es un texto cualquiera, es él quien da inicio y abre la puerta de la que se convertiría en una de las literaturas más bellas del globo: la literatura inglesa. Aunque fue hallado en un manuscrito del siglo X, se cree que fue compuesto mucho antes, durante el siglo VII, siendo así el poema épico más antiguo del mundo, muy anterior al “Roldan” o al “Mio Cid”. Lo curioso es que este, el que llamamos el primer texto de la literatura inglesa no fue escrito en inglés sino el anglosajón, algo así como un ancestro del inglés moderno, pero tan distante de este que hoy, un angloparlante promedio necesitaría una “traducción” del Beowulf para entenderlo.
Recordemos que el inglés actual es el producto de una larga historia de invasiones, conquistas y contaminaciones culturales. El idioma anglosajón de estos primeros habitantes de las islas británicas fue reemplazado como lengua oficial por el idioma de los normandos, luego de que estos conquistaran sus tierras durante la famosa batalla de Hastings en el 1066, contemos además que la influencia de la iglesia hizo lo suyo, trayendo a esos pagos palabras del latín. Así, aún hoy en el inglés podemos notar esa doble influencia en la cual los términos más ligados a la vida institucional y cultural tienen un origen latino (pensemos en palabras como civilization, politics, goverment). Sin embargo, lejos de desaparecer las palabras de origen anglosajón aún son las que se usan para denominar conceptos claves: earth, father, mother, love, hate, water, sword, hand, son todas palabras anglosajonas.
En sus clases Borges cuenta la historia de Beowulf como si se tratara de una película de acción, las batallas épicas se vuelven emocionantes y los personajes del mito se convierten en seres de carne y hueso, con los que uno podría cruzarse en cualquier momento.
Argumentalmente Beowulf parece ser bastante simple y se asemeja mucho a cualquiera de los relatos que podríamos encontrar dentro de las sagas nórdicas; porque aclaremos, el primer relato de la literatura inglesa, no solo no está escrito en inglés sino que ni siquiera transcurre en Inglaterra, sino que se desarrolla entre Dinamarca y Suecia. Evidentemente los anglosajones, como cualquier comunidad de inmigrantes hoy en día, añoraban la patria de sus ancestros y componían poemas sobre ella para expresar su nostalgia.
Al comenzar la historia nos encontramos con que Heorot, el palacio del rey Hrothgar, que es catalogado como “el más bello del mundo” es víctima del asedio de un temible monstruo: Grendel. A pesar de ser un “buen rey” Hrothgar no puede evitar los ataques del Grendel. Considérenlo, Grendel es un ogro, y como tal sus ruidosos vecinos anglosajones no le caían nada simpáticos: al Grendel comienzan a fastidiarlo los grandiosos banquetes de estos muchachos que comían carne de venados, bebían hidromiel en cuernos y cantaban a viva voz poemas parecidos al mismo Beowulf acompañados por la música del arpa. Así es que el temible (¡y aguafiestas!) ogro decide ir hacia Heorot así sin más y comerse a algunos de sus habitantes luego de descuartizarlos y beber su sangre (¡eso es lo que se dice un buen vecino!,¿No les parece?). Esta situación se prolonga durante doce años hasta que llega él… ¿Lo adivinaron? ¡Sí! Beowulf, este joven al que el poeta describe con una fortaleza tal que parece el Hércules del norte. Beowulf se encuentra en la búsqueda de hazañas con las cuales probar su valor y coraje, cualidades fundamentales para cualquier guerrero germánico que quisiese ganar la fama y la inmortalidad. El joven titán le promete a Hrothgar acabar con el Grendel y lo hace luego de un duro combate en soledad. Como trofeo de batalla Beowulf se queda con el brazo que le había arrancado al monstruo y este último va a morir a la ciénaga que habitaba.
Pero las cosas no quedarían así por mucho tiempo, y aquí es donde llega mi parte preferida del poema… parece ser que las madres sobreprotectoras no son un invento judío y ya hacían acto de presencia en los bosques ingleses durante los años oscuros. Enloquecida y llena de furia la “mami” de Grendel decide vengar la muerte de su hijo y recuperar su brazo, para eso se dirige a Heorot y claro está, se cobra varias víctimas.
Beowulf no puede dejar las cosas así, por eso se sumerge en esa especie de lago encantado en donde moraba la señora ogresa y con la ayuda de una misteriosa espada mágica, logra acabar con ella también. Luego asciende victorioso con la cabeza de la monstrua. Beowulf se consagra como héroe y recibe una cuantiosa recompensa por parte del rey Hrothgar, tras eso decide que ya es hora de regresar a sus pagos.
En unas pocas líneas el poeta hace que transcurran cincuenta años y en la escena siguiente nos encontramos como un Beowulf envejecido y convertido en el rey de su tribu, los gaetas. Durante esos cincuenta años nuestro héroe había logrado gobernar en paz, sus días de batallas y hazañas parecían haber terminado pero… algo provocará que tenga que afrontar su último reto. Resulta ser que un esclavo se escapa de su amo y busca refugio en una caverna, sin saber que aquella era la guarida de un dragón que custodiaba un tesoro. El muchacho no puede evitar sucumbir a la tentación tras encontrarse con montañas de oro y se roba una copa, con la mala suerte de que resulta ser la pieza favorita del dragón. Cuando este despierta y descubre el delito también tiene que vengarse e incendia toda la tribu de los gaetas, incluido el palacio de Beowulf. El rey, nuevamente, como cuando era joven parte a enfrentar al dragón pero además comprende que lo que debe afrontar esta vez es el destino: Beowulf sabe que aquel será su último duelo, y así es, luego de clavar su espada en el estómago del dragón, muere victorioso como el héroe que era.
El poema termina tal como había empezado, con el funeral de un rey, en uno de esos románticos rituales páganos en los cuales el guerrero era quemado junto con su barco y sus tesoros, o bien arrojado al mar con ellos.
Esta es la historia de Beowulf que debe haber circulado por varios siglos en la Inglaterra pagana, la que se escuchaba en festines y banquetes, la que recitaban los juglares… pero no es la que nos llega a nosotros. Se cree que la versión escrita que nosotros conocemos es fruto de la pluma de alguno de los monjes cristianos que habitaban en los monasterios que se ubicaban en distintos rincones de las tierras británicas, por su uso del lenguaje, por la complejidad de sus recursos sabemos que el autor del Beowulf debe haber sido un personaje erudito. Muy posiblemente la intención de este religioso era justamente readaptar esta vieja leyenda pagana para que tuviera vigencia en un presente cristiano, en su poema reinterpreta el relato épico para rescatar valores que fueran afines al nuevo dogma: la lealtad con los camaradas, la valentía ante la adversidad, la generosidad de espíritu.
Esta superposición de credos y dogmas convierten al texto en un rompecabezas y testimonia la confusión que deben haber sentido los hombres de aquellos siglos: se mezclan y confunden por ejemplo la idea del Dios cristiano con la noción de Destino pagano que se entretejen y son usados casi indistintamente. Aparecen monstruos típicos de la mitología nórdica, el dragón, el Grendel o su madre que es llamada “hechicera del mar”, sin embargo estos personajes aparecen “cristianizados”: el poeta le da a sus monstruos un linaje bíblico y sostiene que eran descendiente del malvado Caín. Muy posiblemente, estos monjes instalados en regiones inhóspitas en función de convertir a estas tribus “bárbaras” sentían que la lucha de Beowulf era la suya propia: el combate entre el bien y el mal.
La impronta sajona se ve también en el cómo está compuesto el poema y aparece en los versos aliterados, típicos de la tradición germánica pero además se percibe a través de uno los recursos más bellos que esta literatura nos ha dejado: los kennings. Los kennings eran una suerte de metáforas cristalizadas que los antiguos poetas empleaban precisamente para reemplazar palabras en función de respetar la aliteración. La poesía germánica era una poesía mayormente guerrera y como siempre se hablaba de las mismas cosas y se tocaban los mismos temas, cualquier hablante era capaz de usar y entender estas metáforas. Así, en sus cantos los juglares convertían al mar en “el camino del cisne”, al barco en “el jabalí de las olas”, al pájaro en “el guardián del verano” y al escudo en “la luna de los piratas”. Es más, el nombre de nuestro héroe también es un kenning: Beowulf podría ser traducido como “el lobo de las abejas”, o sea, el oso, animal que representa la fuerza por excelencia en la tradición nórdica.
No obstante, no debemos olvidar que el compositor de la versión escrita no era un juglar, sino un estudioso, que sabía leer y tenía conocimientos sobre el latín y la literatura clásica lo cual se evidencia en varias alusiones a la Eneida que este hace. Las referencias a la Eneida no son inocentes, en este gesto podemos ver una clara intención del autor de emparentar a su obra con la más alta de las literaturas y proponerse a sí mismo como un continuador de la misma. Con Beowulf se inauguraría así una nueva literatura que representaría el nuevo modelo, el depositario del valor de lo clásico: la literatura inglesa. Pero además el propio Beowulf, como heredero de Eneas, es el nuevo modelo de héroe virtuoso y cristiano de esta nación que estaría destinada a constituir la nueva Roma. ¡Vaya si nuestro poeta no fue un visionario por partida doble!
Todavía me resulta asombroso pensar que más de mil años atrás un sacerdote anónimo y desconocido, recluido en la soledad de algún monasterio perdido logró componer este novelesco poema que daría inicio a estas historias en las que nos encontramos con el aprendizaje y la maduración de un joven que se convierte en héroe, en los que somos testigos de una trayectoria vital: luego Robinson Crusoe, Ivanhoe u Oliver Twist seguirían sus pasos.
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Me ha parecido un artículo digno de ser leído en algunos de los últimos cursos de escuelas secundarias. Realmente es tan ameno tu texto, tan fácil de seguir que puede entusiasmar aún a un joven con deseos de aprender.
Me he visto reflejada en algo de lo que cuentas. Por ejemplo para mí también fue un tesoro descubierto en las páginas de un libro, con el título de Borges Profesor (de emecé).
Pero yo tuve la suerte de enterarme de su existencia, dada mi edad, por un amigo escritor que me lo recomendó, él lo usaba en sus clases de la facultad. Lo compré y quedé prendada de su contenido y mi admiración por Borges aumentó aún más.
En cuanto a lo que cuentas de tu comienzo en la lectura de los clásicos, yo también comencé muy temprano a conocerlos, pero tengo muchos años encima, y en aquel entonces los vendedores de libros en la pequeña ciudad balnearia donde yo vivía, pasaban por algunas puertas ofreciéndolos a bajo precio y en dos o tres cuotas. Así que mi padre lo hacía pasar, desplegaba sobre la mesa todo sus tesoros de tapa dura y encuadernados en hilo o en cuero, y nos hablaba de sus contenidos resumiendo cada historia. Es así que mi padre me decía: “Elige, elige algunos y el mes que viene el señor te traerá más” Así comencé a leer a los grandes, tenía 12 años cuando hice mi preferido a Gogol y a Tolstói, por ejemplo.
Beowulf lo fui conociendo por fragmentos en inglés, y traté de darlo, o por lo menos que conocieran de su existencia literaria mientras fui docente del idioma inglés, y confieso que fue una ardua tarea.Ya van a hacer dos años que me retiré pero sigo con mi vocación de escritora.
Es magnífico tu trabajo,explicado de manera clara, simple y directa.
Me encantó.Más que interesante.
Muchas gracias. Saludos.
Norma, me impactó el escrito de Jesica Lenga por su sencillez en la escritura y su apego a la historia; un Ensayo sobre la literatura Inglesa, fíjate que nuestro profesor de literatura de la época nos hacía completar textos de escritores que no siempre alababan la literatura Medieval, pero cuyas críticas eran estudiadas por nosotros los estudiantes y una de la defensas más fuertes era las del maestro Borges que no lo hacía directamente sino señalando su belleza. Teníamos muchas limitaciones, nuestro pueblito Ocaña era muy aislado y la literatura extranjera poco conocida. Sin embargo logré leer obras muy especiales gracias a los puntuales consejos de Borges. Me encantó este bello, nostálgico e instructivo artículo, que para mi personalmente, es un Ensayo muy bien escrito. Gracias Norma por dármelo a conocer y gracias a su brillante autora por su intención tan buena. Desde Cartagena de Indias. Un saludo cordial para las dos. Gustavo.
Gustavo y Norma: Muchísimas gracias por sus comentarios y por su lectura tan atenta. Claramente sería un honor que alguna vez alguien usara algo de lo que escribo en sus clases… La historia de Norma sobre el librero “a domicilio”, por su parte, merece tener su propio cuento. ¡Un cariño para ambos!
NORMA,me gusto mucho el texto de literatura inglesa,jessica lenga es muy inteligente,se ara bastante famosa,admiro la literatura,poesia,es bastante bella me gustaria mucho que yo fuera escritora o autora….
saludos,sara