Criatura del amanecer
Por Ruben Mesias Cornejo
—La confusión es divertida”—se dijo Mina a sí misma—una vez que puso el pie en la calle.
— “¿Por qué es divertida la confusión?”—clamó otra voz perteneciente a la gama de personalidades que moraban en la mente de Mina, y que solían pugnar entre sí por adueñarse de la capitanía de aquel magnífico navío femenino que singlaba por la calle ataviado con una blusa blanca de mangas remangadas, bolsillos en el pecho, y un pantalón acampanado de color beige que se movía al compás de unos zapatos de taco diestramente manejados por aquellos pies acostumbrados a caminar con parsimonia.
— “ Salir a la calle, estar en medio de la gente, de su bullicio es como participar en una fiesta eterna, querida—le respondió Mina a esa mente anexa
—Nunca sabes con quién te puedes encontrar, y vas dispuesta como lo estoy ahora mismo, te puedes divertir mucho con alguien a acabas de conocer. Se trata de disfrutar de la coincidencia de estar juntos en ese instante”
—“Pero aquí hay tantas caras yendo y viniendo, hermana, ¿ cómo sabrás cuál se encuentra en tu misma frecuencia?
—“Eso es parte del juego, hay que disfrutar de la incertidumbre, de esa angustia que proporciona la espera de lo desconocido, pero si quieres una respuesta te diré que lo sabré cuando su mirada se cruce con la mía” Mina dejo de atender a su fuero interno para concentrarse en lo que ofrecía el exterior: una galería de rostros, un maremágnum de pensamientos entremezclados, remolineando ante ella como una especie de vórtice inmenso que la invitaba a sumergirse en él con la promesa de satisfacer las ganas de salir de la rutina de siempre , pero aquellos deseos no eran iguales en su propósito y era necesario discriminar los malsanos de los auténticamente exquisitos, tal vez ese proceso podía demandarle toda la tarde y alguna porción de la noche, si es que la providencia, o el instinto, no la auxiliaba indicándole en cuál de esos puertos debía recalar; entonces recordó lo que había dicho a su hermana interior sobre aquel entrecruzamientos de miradas que le daría las luces suficientes para seguir adelante con la aventura, o el experimento según como se viera.
Y su mirada descubrió la mirada del otro en medio de la multitud, sus ojos se vieron como si siempre se hubieran buscado: ahí estaba él con sus cabellos largos, el bigote bien cortado cabalgando sobre sus labios carnosos y sensuales, vestido como un caballero decimonónico y con un prominente sombrero de copa bien encasquetado sobre su cabeza dándole un aspecto de jipi vestido con ropas elegante y de época.
¿ Se habría disfrazado para ella? ¿ sería algún extra escapado del plató de alguna película que estarían filmando por ahí cerca? Rápidamente desechó esas interrogantes, puesto que extrañas a su propio pensamiento , y más bien eran meras intrusiones procedente de aquella mente enquistada dentro de la suya, lo que contaba era que aquel hombre era distinto a los demás, su apariencia así lo atestiguaba, y eso era lo que andaba buscando, lo que buscaría siempre.
Evidentemente Mina desconocía la respuesta, pero eso importaba tanto como el hecho de haberse encontrado en medio de ese océano de caras diversas, ahora que sus miradas habían entrado en conjunción, tan solo quedaba acercarse e iniciar el diálogo que les demostrase que su encuentro no había sido para nada fortuito.
Se habían hallado en medio del crepúsculo, justo antes de que el día se hiciera noche, y eso necesariamente tendría que significar trascendente para sus vidas. El hombre del sombrero de copa y los cabellos largos se acercó a ella como atraído por un imán y se presentó a sí mismo con la obsequiosidad y las buenas maneras de un caballero de la época a la que correspondía su indumentaria.
—Mi nombre es Vladislav para servirla, pero puede llamarme Vlad si así los prefiere —dijo mientras inclinaba la cabeza hacia ella en gesto de rendido homenaje
—¿ y el suyo?
—El mío es Wilhelmina, pero mis amigos me llaman Mina—respondió ella sonriente ante la salutación de que era objeto. —Pues entonces la llamaré Mina, yo también si usted me lo permite claro está.
—Por supuesto que se lo permito—dijo ella volviendo a sonreír y con esa mirada brillante dispuesta a las travesuras más exóticas—y ahora que nos hemos presentado que podemos hacer para comenzar nuestra amistad—agregó Mina como para probar la creatividad y los reflejos mentales de aquel amigo en ciernes.
—Qué le parece si vamos a un Teatro de Imágenes Vivientes—propuso Vlad.
— ¿ Qué es un Teatro de Imágenes Vivientes?—preguntó Mina.
— Es un lugar donde todo aquello que el espectador piensa lo que puede plasmarse sobre una pantalla especialmente confeccionada y dispuesta para tal fin, esos Teatros son como los circos, solo funcionan durante unas semanas y luego se marchan subrepticiamente pues el público que acude a ellos es bastante exclusivo, el que suelo frecuentar tiene el aspecto exterior de un circo , con carpa, bandera y taquilla.
—Suena interesante, ¿ me promete que será excitante y divertido?
—Se lo aseguró Mina—aseveró Vlad mientras sus ojos parecían estar echando destellos de pura fascinación ante lo excitante y divertido que sería la experiencia.
Mina extendió su brazo para que Vlad lo enlazara con el suyo, unidos de ese modo ambos caminaron a través de la calle sin mirar a nadie en particular, dueños de su propio silencio, ocupados en gozar el torbellino de imágenes que aspiraban a plasmarse sobre aquella pantalla como una legión de espermatozoides entreverados en pos de convertirse en un nuevo ser.
De pronto Vlad distinguió la carpa del circo, perdón del Teatro camuflado como circo, estaba ubicado en medio de un terreno baldío, habitualmente desierto, pero ahora ocupado por aquella enorme rotonda de lona que brindaba un hálito de vida a la soledad del lugar. El trámite a seguir era simple, solo tenía que despojar a su faltriquera de unas cuantas monedas de oro para que él y Mina pudieran ingresar. Esas monedas tenían el poder de abrir todas las puertas, inclusive la puerta de la magia.
—Al parecer somos los únicos Vlad—dijo Mina una vez que estuvo adentro.
—No le parece que eso es lo mejor que puede pasarnos querida Mina, así podemos construir mejores discursos visuales, pero antes de empezar quiero que me permita besarla.
Si su hermana interior hubiera estado al mando de Mina, la respuesta a ese insólito pedido hubiera sido no, pero afortunadamente aquella mojigata no se hallaba disponible, y el cuerpo que ambas compartían podría disfrutar de un beso, que esperaba fuese bueno, porque el tipo que lo estaba pidiendo le empezaba a gustar como hombre.
—Me encantará probar el sabor de sus labios Vlad—respondió Mina coquetamente.
—Es necesario que nos besemos, así entraremos en contacto físico, y nuestras mentes podrán orientarse mejor cuando empiecen a construir el relato visual, pero confieso que aparte de ello, deseo besarla con todas las fuerzas de mi ser.
—Pues hagámoslo, tiene mi permiso—dijo Mina cediendo al impulso.
El rostro de Vlad se inclinó sobre el de Mina, era perentorio que lo hiciese así porque era un poco más alto que ella, luego antes de cerrar los ojos y posar sus labios encima de los de Mina, la contempló con fruición como el rostro de Mina fuese una especie de lienzo pintado con mano maestra, sin lugar a dudas era maravillosa ver su aquel rostro de ojos almendrados y labios rojos enmarcado por una luenga cabellera castaña, que se le estaba entregando para recibir el primer homenaje de amor de su boca; entonces sus caras se pegaron la una con la otra, mientras sus bocas se fundían apasionadamente moviéndose con precisión y sincronía, para luego entreabrirse y dejar que sus lenguas salieran una en pos de la otra para enroscarse como un par de serpientes alevosas, mientras las manos de Vlad exploraban ávidamente la espalda y las protuberancias traseras de su compañera.
Cuando se apartaron cada uno tenía ya una idea clara de lo que su mente quería que se proyectase sobre aquella pantalla que los rodeaba por entero siguiendo todo el perímetro de la carpa donde se ambos se hallaban.
— Me gustó mucho su beso. Besa usted muy bien Vlad con pasión, ahora quisiera ver lo que ha compuesto usted sobre mí.
—Déjeme concentrarme un poco Mina, besarla a usted me ha dejado exhausto. —¿Quiere usted que me aburra y me vaya de aquí después de la expectativa que tengo?—dijo Mina como protestando contra aquella queja.
—Por supuesto que no, por favor mire hacia la pantalla. Me esforzaré para crear algo bello para usted, algo que contenga su esencia. Los ojos de Mina enfocaron su atención sobre la pantalla, y efectivamente algo empezó a suceder ahí: la escena transcurría en blanco y negro, y ofrecía el nostálgico aspecto que poseen las imágenes cuando tienen la impronta de esos dos colores: en medio de una habitación vacía aparecía un baúl cuya tapa superior se estaba abriendo como lo haría un ataúd con un huésped viviente, y efectivamente lo que estaba saliendo del baúl estaba vivo.
Se trataba de una mujer joven y deliciosamente desnuda que emergía de aquel recipiente como el día lo hace cuando acaba la noche y la luz se expande por donde antes estuvo oscuro, pero ella no solo era energía diseminada por todas partes, era un ser viviente, una criatura del amanecer, joven y traviesa, anhelosa de desplegar todo lo que llevaba dentro para el ávido amante que tuviese la dicha de contemplarla en ese trance pleno de intensa intimidad.
A continuación la fémina se tendió sobre el suelo, apoyó los codos sobre el suelo, juntando sus manos debajo del mentón y echó al vuelo una de esas miradas inefables que solo una mujer inmersa en el beneplácito interior es capaz de dar, luego esgrimió una sonrisa y arqueó su espalda elevando los glúteos de tal forma que podía verse por encima de aquella faz de ojos grandes y dulces invitaba al espectador a contemplarla con fruición y agrado, y como epilogo de todo aquel despliegue los pies de la fémina colgaban por encima de esa armoniosa cordillera que eran sus glúteos como un par de lunas imperfectas como los satélites de Marte.
—¿Así me imagina usted a partir de un beso, míster Vlad? Me siento sonrojada—dijo Mina coquetamente.
—Efectivamente para mí usted es así, no creo haberme excedido en nada, pero todo es presunción. Me gustaría comprobar si no me he equivocado en algo. Aquella imagen es solo una aproximación, todavía no es usted—replicó Vlad en un tono de voz que indicaba muy claramente que aspiraba a conseguir mucho más de lo que había logrado hasta el momento con ella. — Parece que usted está con muchas ganas de conocerme más, pues le anuncio que está con suerte: estoy dispuesta a ir adónde quiera. Ahora sorpréndame con el mejor de los hoteles que existan en este distrito.
—¿ Lo dice en serio?—respondió Vlad completamente cautivado por la noticia, y a la vez por las posibilidades que ofrecía semejante ofrecimiento por parte de aquella mujer tan rara, tan exquisita en su sentir.
—Yo jamás bromeo, presiento que nuestro encuentro será distinto a todos lo que he concertado antes de encontrarle.
Vlad ya no contestó, simplemente la cogió de la mano y contempló el rostro de su nueva amiga con delectación, sabía que corría el riesgo de enamorarse, pero ahuyentó ese peligro dedicándose a pensar en lo que haría después de que hubieran hecho el amor.
Y en ese instante decidió que estaba dispuesto a concederle el máximo regalo que un vampiro le puede dar a la mujer que consiente en acostarse con él: nada menos que la posibilidad de vivir, y gozar eternamente, después del encuentro más o menos breve del cual serían partícipes.
No sabía si Mina querría que le sucediera eso , pero se trataba de alterar su rutina por entero , y sin duda algo así seguramente la sorprendería cuando se encontrase con el hecho consumado.
Vlad miró el bello rostro de Mina y sonrió, mientras alzaba la mano para detener un taxi que los llevaría al hotel. La noche siguiente contemplaría el nacimiento de un nuevo vampiro sobre la Tierra.
FIN
14 de agosto de 2016