Michelle & Obama (2016), de Richard Tanne
Por Irene Zoe Alameda.
Una de las películas más dulces y sorprendentes del año es Michelle & Obama. La cinta recoge la primera “no cita” de los Obama allá por el año 1989, con una Michelle de veinticinco años graduada por Princeton y un Obama de veintisiete, de la Harvard Law School, que trata de convencer a su entonces mentora en un bufete de abogados de que son perfectos el uno para el otro.
Richard Tanne, Robert Teitel y Tika Sumpter producen con acierto el empeño (descaradamente político) de Tanne, que basó su guión en diversas entrevistas de la todavía pareja presidencial de los EE. UU. La película demuestra esa máxima de que los dos ingredientes de un buen filme son un buen guión y unos buenos actores, máxima que se puede cumplir en producciones de bajo presupuesto y estilo “indie”. Estrenada con buena acogida a principios del año en Sundance, con un nimio presupuesto de 1,5 millones de dólares, la obra lleva recaudados más de seis sólo en los EE. UU.
La actriz protagonista, Tika Sumpter, dicta el ritmo narrativo del filme en todas sus dimensiones, hasta el punto de que da la sensación de que es ella quien dirige tanto a su compañero de reparto, Parker Sawyers, como a los actores secundarios que de vez en cuando aparecen en las localizaciones que recorren. Es tal el magnetismo que ella emana, que las suaves transiciones entre secuencias están hechas a la medida de sus pausas, y en clara consonancia con la pauta que marcan su voz y sus pasos (hay que tener en cuenta que los personajes se pasan casi toda la película andando).
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El mundo artístico negro se volcó en este filme, y no en vano el oscarizado John Legend compuso la canción de los créditos finales y firma además como uno de los productores ejecutivos. Desde luego, no fue casualidad que Michelle & Obama se estrenara sólo un mes antes de que se inaugurara el Museo de Historia y Cultura Afroamericana en Washington. El momento germinal de la relación entre dos de las personas más influyentes de la historia reciente sirve para invitar al espectador a asomarse a la experiencia de ser negro en los EE. UU.: Michelle y Barack comienzan su tarde visitando en el Art Institute of Chicago una exposición del creador del “Sugar Shack”, Ernie Barnes, uno de los grandes superhéroes de color, exdeportista de élite y artista de gran éxito; visitan un centro comunitario donde el joven abogado colabora en la construcción de un centro social y donde muestra sus innegables dotes de liderazgo; se unen a los bailes étnicos en los Altgeld Gardens; conversan acerca de sus experiencias vitales sin eludir reflexiones incómodas acerca de lo que supone vivir bajo una brecha racial; acuden al cine a ver la muy controvertida Do the Right Thing, de Spike Lee…
Michelle & Obama cuenta mucho más de lo que parece: el título original de la película ya orienta al espectador acerca de su polisemia, de los muchos ecos que estimula conforme avanza. En un momento dado, Michelle expresa su reticencia a iniciar un romance con ese “joven negro tan mono” (“cute colored guy” dice en inglés), porque sospecha que perderá el respeto de sus superiores (blancos): “al cabo del día, ser negra no es nada comparado con ser mujer”. Más adelante, él le confiesa que sólo ha salido con chicas blancas pero que no quiere volver a sentirse “diferente”. Con cada quiebro, el director consigue ilustrar la tesis de fondo sobre la que erige su obra: ser negro no sólo no es una desventaja, sino que debería ser un motivo de orgullo. Al recoger el primer paseo de Barack al South Side de la mano de Michelle, la película muestra la decisión de ese hombre birracial casi blanco de transitar a su herencia negra de la mano de esa mujer.
Ignoro cuál será la recepción de esta película en España; en los EE. UU., con Michelle y Barack Obama aún en la Casablanca, el visionado no dejó de constituir una transgresión, un ejercicio voyeur por lo que suponía asomarse a la intimidad de dos personas de carne y hueso. Pocas veces he sentido tantas emociones encontradas (admiración, pudor, simpatía, ternura) en un cine. Nunca olvidaré aquellas risas nerviosas, los aplausos cortos, los cuchicheos y las prisas por salir de la sala.
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