La comuna (2016), de Thomas Vinterberg
Por Jaime Fa de Lucas.
La comuna es la nueva película del danés Thomas Vinterberg, un director cuya carrera comenzó a sobresalir con Celebración (1998), pero que no ha logrado alcanzar esa excelencia en estos últimos años. Si bien ha habido buenas palabras para películas como Submarino (2010) y La caza (2012), también hay otras que no han caído tanto en gracia, como es el caso de Cuando un hombre vuelve a casa (2007) y Lejos del mundanal ruido (2015). Esta nueva película, desgraciadamente, tampoco vuela alto. El relato resulta demasiado convencional y acaba convirtiéndose en una simple historia doméstica que es incapaz de reflejar adecuadamente las ideas que parecen asomar al principio sobre filosofía de izquierdas y anarquismo.
La comuna trata de una pareja que se traslada con su hija a la casa donde el marido vivió su infancia y decide vivir en comunidad, con un grupo de amigos y algún desconocido. Ya la introducción de los personajes resulta bastante convencional: presentación a modo de entrevista para deliberar si son aptos para la casa, con las peculiaridades de cada personaje ya presentes –y que se repetirán más adelante para buscar el efecto cómico–. El principal problema de la película es su recurrencia en lo convencional. El desarrollo no aporta nada nuevo, mil veces visto, sin ningún ápice de originalidad o de destellos narrativos. Incluso narrativamente deja mucho que desear, con elipsis algo inconsistentes en algunos puntos, escenas que se repiten para intentar expresar lo mismo y con una creación de lazos emocionales demasiado veloz y, por ende, muy pobre en su ejecución y desarrollo.
Quizás lo más criticable de La comuna sea su ligereza, su fácil digestión, y más si tenemos en cuenta que se espera una narración de cierta carga intelectual. Al principio del film aparece un ligero guiño a la filosofía de izquierdas, a la anarquía y algo se comenta sobre la ausencia de jerarquías. Esta sustancia intelectual e ideológica esbozada al inicio se articula de una manera bastante torpe y no acaba de armonizar con el lado sentimental que predomina en la película. Sí que se aprecia el choque entre lo ideológico y lo emocional que sufre la pareja, así como su incapacidad para aceptar realmente lo que se suele denominar “amor libre”, pero las reacciones derivadas de ese choque no muestran ninguna profundidad. Su comportamiento se sumerge cada vez más en el plano sentimental, lo que acaba por diluir cualquier matiz ideológico e intelectual que quedaba a esas alturas de película.
Resulta bastante decepcionante que la película de Vinterberg no esté a la altura, principalmente por esa falta de impacto intelectual y todo el convencionalismo que la acompaña. Pero también por dejar escapar la posibilidad de introducir un relato crítico y que explore otras posibilidades a nivel social e ideológico en una etapa en la que la política europea parece encontrarse en un punto de inflexión debido a los grandes volúmenes de migración y lo que apunta a un resurgimiento de las ideas de extrema derecha. Es una pena que La comuna se enrede en sentimientos y vivencias particulares y se olvide del dibujo más grande.
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