Natalia Osipova, la brillante bailarina, vuelve al Sadler’s Wells
Por Eloy V. Palazón
Después de triunfar en junio en el Sadler’s Wells, la bailarina rusa Natalia Osipova regresa a la casa de la danza londinense con el mismo programa compuesto por tres obras ideadas para ella por tres de los coreógrafos de más fama internacional: Sidi Larbi Cherkaoui, Russell Maliphant y Arthur Pita.
Podría decirse que Natalia Osipova pretende ser, y algunos la han visto así, la última heredera de la gran bailarina Sylvie Guillem, y este programa quiere dejarlo claro, aunque no le acaba de salir bien la apuesta. Osipova está en la cumbre de su carrera, con 29 años y una técnica impecable, la bailarina es reclamada por los mejores ballets del mundo, pero la adaptación del clásico al contemporáneo no es fácil, aunque lo parezca. Ella misma lo ve así: “Cuando la gente dice que para los bailarines entrenados en la danza clásica nada es difícil no es verdad. Como bailarina de ballet siempre se me ha dicho que cuando tienes ese árbol interior [refiriéndose a la rigidez de la posición del torso de la bailarina] te ayuda a realizar cualquier posición de ballet. En danza contemporánea tienes que estar repleto de fluidez, lo que es completamente distinto. Todo se mueve en tu cuerpo y es genial, pero el peligro es que no conocemos este mundo de la danza contemporánea, no estamos entrenados en ello”. Lo que sí reconocen los coreógrafos que han trabajado con ella es la enorme curiosidad que le mueve. Aún entrenada en ballet, como ella misma dice, ha explorado otros mundos como el Gaga de Batsheva.
La coreografía de Arthur Pita, bailada con su inseparable compañero Sergei Polunin, está basada en la conflictiva relación que Amy Winehouse tuvo con su esposo Blake Fielder-Civil. Con las canciones de Las Shangri-Las, el grupo femenino de los años 60, el coreógrafo crea Run Mary Run, una obra teatralizada donde se materializan esas letras de las canciones en las que se habla de las rupturas de parejas adolescentes o el dolor por muertes de aquellos jóvenes que coqueteaban con drogas y alcohol. Un poco de melodrama que oscila, como bien dice el coreógrafo, entre la road movie, el cuento romántico con algo de relación obsesiva y, por supuesto, sexo, drogas y rock’n’roll. Osipova, quien ya trabajó con Pita en Facada, resalta que “es una historia dramática en la que dos personas no pueden vivir juntas pero tampoco separadas. A Sergei y a mí nos encanta actuar, porque es una historia de actores reales y tenemos que actuar”.
Qutb, la propuesta con coreografía de Sidi Larbi Cherkaoui, la baila con los impresionantes Jason Kittelberger y James O’Hara. Siguiendo la atmósfera, tanto estilística como conceptual, a la que nos tiene acostumbrados el coreógrafo belga de origen marroquí, Qutb habla de equilibrio, y es que esa palabra, traducida, significa pivote o eje. Conceptos como interdependencia o codependencia se dan la mano con el contact improvisation, así como juegos de pesos entre los bailarines. Según el coreógrafo, Osipova representa a Venus, O’Hara la Tierra y Kittelberger es Marte. Un juego de compensación y equilibrio cósmico en el que no hay nada de sensual, “es sobre la supervivencia. Tiene mucho que ver con la ayuda entre la gente. Hay un sentido de ritual y de una necesidad entre la gente de respirar juntos”. También es el segundo trabajo entre Osipova y Cherkaoui, pero en éste explota la imponente fortaleza de la bailarina, una característica que, según el coreógrafo, la caracteriza y es algo difícil de encontrar.
La última de las coreografías, Silent Echo, está ideada por Russell Maliphant, quien destaca la forma tan contemporánea de moverse de la rusa, diciendo incluso que tiene una actitud muy punk. Vuelve al escenario esta vez con Polunin con un pas de deux con una estructura de lo más clásica: su introducción, sus solos y su gran dúo al final. Lo más interesante de esta pieza es precisamente ver los solos: la potencia y presencia de Polunin es arrolladora y combina a la perfección con Osipova, pero en el solo, que tampoco entraña una dificultad excesiva para el bailarín, muestra todo su carisma.
Osipova, en un intento de mostrar sus dotes más allá del ballet, reluce en el escenario con su presencia y su técnica portentosa, pero las coreografías son muy desiguales entre sí en cuanto a la calidad del resultado. Es la de Sidi Larbi Cherkaoui la que mejor funciona en el escenario, mientras que las otras dos no resultan del todo redondas. Es un programa de lucimiento que, sin embargo, no acaba de cumplir su función.
Sadler’s Wells (Londres). Entre el 27 de septiembre y el 1 de octubre.
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