“A media luz los tres”, un divertido Mihura dispuesto a refrescar el verano madrileño
Por Mariano Velasco
Venía a decir el propio Miguel Mihura sobre Alfredo, el protagonista de A media luz los tres —un ligón empedernido que colecciona conquistas y que es capaz de utilizar para ello todo tipo de recursos—, que el tipo está convencido de que, efectivamente, le gustan todas las mujeres, pero que nosotros sabemos bien que no, que a los hombres “no nos gusta nada más que una mujer, aunque sea diferente”.
Muy en la línea de ese recurso tan acertado de su teatro de hacer que los espectadores sepamos, según convenga, más o menos que los actores sobre lo que está ocurriendo en escena, la reflexión del autor en este caso sirve como punto de partida para interpretar esta divertida representación, en la que una vez más uno de sus textos sortea con habilidad y, sobre todo, con mucho humor, esa fina línea que bien pudiera haberlo hecho caer hacia el abismo de lo trasnochado o incluso, por qué no, del machismo característico de los años cincuenta, ofreciéndonos un resultado que al final resulta sorprendentemente fresco y muy actual.
Y es que aunque nos encontremos en plena canícula, uno disfruta de la representación de A media luz los tres en la terraza del Teatro Galileo, pudiendo degustar cena o copas al mismo tiempo, con lo cual resulta fácil disponerse a no darle demasiado al coco y limitarse a reír de lo lindo dejándonos llevar de la mano de un excelente trío de actores —Fernando Cayo, Pepa Rus y Javi Coll—, quienes protagonizan con admirable acierto esta moderna versión que Rubén Tejerina hace de la obra de Mihura, dirigida por Fernando Soto.
Y volviendo al comentario del autor sobre hombres y mujeres, hay que ver qué bien le viene al texto que las tres protagonistas femeninas estén representadas, como ya ocurrió en anteriores versiones, por una única actriz, aprovechando además los actores cualquier ocasión para acentuar que sí, que es verdad, que hay que ver cómo se parecen todas las señoras que el ligón de Alfredo se propone conquistar.
Mención especial en este sentido para una graciosísima y descocada Pepa Rus, que pasa de un papel a otro con sorprendente habilidad aportando en cada caso un toque de humor diferente, aunque aquí es de justicia situar al mismo nivel interpretativo a los tres actores, a los que se les ve muy a gusto con los personajes que les han caído en gracia, algo que el público no para de agradecer.
A semejante derroche de variedad contribuye notablemente la aportación musical de la Desvariétés Orquestina, un dúo muy cabaretero y original formado por un acordeonista americano y una violinista húngara, quienes, bien plantados en la terraza del pisito de soltero de Alfredo para sorpresa de espectadores y de los propios actores, aportan divertidos números musicales e introducen la figura del narrador —el acordeonista— dando explicaciones y puntualizaciones sobre lo que en escena sucede, ha sucedido o está a puntito de suceder.
En definitiva, que se trata de una comedia muy divertida y llena de ritmo que trata temas tan actuales como el amor, las relaciones de pareja, el machismo o la infidelidad en la que, pese a lo que cabría esperar en principio, suena todo muy actual, uno no sabe muy bien si por acierto de la adaptación o porque, en definitiva, tampoco han cambiado tanto las cosas desde los años cincuenta en esto del amor que, como bien sentencia el acordeonista para dar por concluida la función, es… “la única enfermedad capaz de curarnos”.
A media luz los tres, de Miguel Mihura
Versión de Rubén Tejerina
Dirección: Fernando Soto
Reparto: Fernando Cayo, Pepa Rus, Javi Coll
Con la música en directo de Desvariétés Orquestina
Terraza del Teatro Galileo (Madrid)
Del 13 de julio al 31 de agosto 2016
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