El ego del lector
Por Rubén Angulo.
No hace mucho salía en defensa del ego del escritor, y bueno…, he sobrevivido a semejante empeño. Afronto ahora una tarea mucho más delicada y arriesgada, sí, el ego del lector, que también lo hay.
Se amplía el espectro porque, si bien hoy muchos nos animamos a escribir, obviamente los lectores somos legión.
Creo que todos estaremos de acuerdo en que actualmente se lee más que nunca antes. Estamos en la sociedad de los records. Hay quien señala la nociva influencia de las nuevas tecnologías, pero en definitiva navegar por la red es otra manera de leer. Cuestión aparte si se lee peor o mejor que antaño; no me queda otro remedio que recordaros que nuestro español más universal, Don Quijote, se volvió loco de tanto leer novelas de caballerías.
Nosotros los lectores lucimos orgullosos nuestra afición. Si acaso hay una actividad que compite en igualdad de condiciones, el deporte. ¿Acaso hay actividad más sana y prestigiosa que estas? Estaremos todos de acuerdo en que tanto la lectura como el deporte carecen de contraindicaciones.
No es necesario que señale las ventajas del deporte porque son obvias, pero, ¿y las ventajas de la lectura?
Podéis probar a hacer una búsqueda en Google y os encontraréis con magníficos listados de ventajas y beneficios que aporta la lectura. No seré yo quien lance piedras contra mi propio tejado, pues no solo soy lector sino que también escritor (después que funcionario de Administración General, esto por encima de todo), pero muchas veces me he parado a pensar sobre este particular y mis conclusiones no son, ni mucho menos, categóricas. No me cabe duda que la fama es un Dios voluble y caprichoso, que de la misma manera que hiere de muerte al ego del escritor provoca que los lectores se duerman en los laureles. Y no pretendo criticar al lector sino avisarlo, para que no caiga en la autocomplacencia.
Dicen rimbombantes estudios que la lectura hace a los individuos personas más sociables, más comprometidas, más inteligentes, más versátiles… Y yo, en permanente lucha con mis propios prejuicios, y que disfruto discutiendo conmigo mismo, he reflexionado sobre ello. Al mismo tiempo he leído a escritores y lectores que han llevado a cabo profundas reflexiones acerca de dicha actividad. Por el momento no he encontrado estudio más completo que el que hace C.S. Lewis en La experiencia de leer. Mis conclusiones son similares a las de Lewis, y no creo que sean del gusto de la mayoría porque distingue, de una u otra manera, entre buenos y malos lectores, y porque se muestra muy cauto a la hora de definir los beneficios que le aporta la lectura.
A mí desde luego que me cuesta creer que la lectura provoque inteligencia; de hecho conozco a no pocas personas más inteligentes que yo que no han leído un solo libro. Mucho menos pienso yo que la lectura dote de humanidad, vamos, que no creo que la lectura nos convierta en personas más comprometidas, humildes o caritativas.
Es más, en mi debate interno acerca de las ventajas prácticas que me ha aportado la lectura, hago una radical división entre novela y ensayo.
Cierto que la lectura nos dota de una serie de habilidades, que tiene ventajas indudables. Es especialmente recomendable en los niños porque aumenta su vocabulario y velocidad lectora, lo cual repercute en otras disciplinas tan dispares como el cálculo o las ciencias sociales. Evidentemente, también mejora la escritura.
Pero luego, cuando se dice que se trata de una actividad muy saludable para nuestro cerebro, yo me decanto por el ajedrez. También se dice que favorece el descanso antes de acostarse, pero si entras en una lectura adictiva te dan las tres de la mañana y sin dormir, y no hace mucho que leí a McCarthy rodeado de pesadillas. Eso sí, aumenta la capacidad de concentración y mejora la toma de decisiones, aunque yo soy un caso aparte porque mientras más leo más dudo, y soy de lo más despistado porque tiendo a soñar despierto. Otros hablan de los infinitos temas de conversación que los libros abren, pero mis amigos no leen y la verdad que yo me siento a gusto hablando de la nueva serie de turno o de fútbol. Desde luego que se trata de un entretenimiento barato y reduce el estrés, pero en cuanto al desarrollo emocional no hay nada como tener al lado buenos amigos y gente que te quiera; vamos, que no creo yo en la terapia de los libros. En cuanto a que un lector viva la vida con más o menos intensidad que un no lector disiento por completo, y me remito a aquellos viajeros que no llevan un solo libro en su mochila, que los hay y muchos.
En lo precedente, ni afirmo ni niego. Vosotros, los lectores, debéis completar este irritante artículo con vuestra propia reflexión. ¿Qué os ofrece a vosotros la lectura? ¿Os lo habéis planteado alguna vez?
Los que me conocéis un poquito sabéis que soy defensor a ultranza de la lectura de clásicos y ensayo. No pretendo con este artículo bajar el Ego del lector; no soy tan osado como para enfrentarme a la terrible Fama, pero si de verdad tenéis en consideración todas esas virtudes para el cuerpo y el alma de las que se hablan, deberíais aplicaros la magnífica reflexión que hace Hesse al hilo de la lectura:
El lector que busca pasatiempo y recreo y el lector que se interesa por la cultura, presienten que en los libros hay fuerzas secretas de solaz y estímulo intelectual que no conocen ni saben valorar exactamente. Por eso hacen como un enfermo imprudente que sabe que en la farmacia hay muchos remedios buenos, y que se ponen a probar estante por estante, y frasco por frasco. Sin embargo, tanto en la farmacia real, como en la librería y la biblioteca cada uno podría encontrar la hierba adecuada y en lugar de envenenarse y empacharse podría sacar de allí fuerzas y estímulos.
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